19.11.06

La tragedia de los socialistas libertarios alemanes

Pepe Gutiérrez-Alvarez
Publicat a "Fundació Andreu Nin"

Aunque el anarquismo nunca llegó a arraigar en Alemania, y nunca representó la menor amenaza, no ya para la poderosa socialdemocracia en cualquiera de sus épocas, tampoco lo fue para el partido comunista de la república de Weimar, no es menos cierto que su pequeño historial está jalonado por la presencia de algunas grandes individualidades entre las que sobresalen con especial fuerza los nombres de tres militantes judíos: Landauer, Mühsam y Rocker...Éste último muy admirado en ciertos sectores del anarcosindicalismo español que tradujeron buena parte de sus obras. Dichas personalidades brillaron en los grandes acontecimientos revolucionaros que sacudieron Alemania entre 1918 y 1931, y también como antifascistas notorios.
Sin duda es más brillante de todo fue Gustav Landauer, poeta, sociólogo, filósofo y revolucionario judío alemán (Karlsruhe, 1870-Munich, 1919), al que Rocker calificó de «gigante espiritual», y que fue sin duda una de las personalidades más subyugantes del socialismo de su tiempo. Heredero de una larga tradición herética cristiana y judía, perteneció a las juventudes socialistas hasta que en 1892, tras haber estudiado en las universidades de Heidelberg y Berlín, reunió a un grupo de disidentes del marxismo llamado Die Jungen (conocidos como los «jóvenes socialistas»), que habían sido expulsados un año antes de la socialdemocracia. Entre sus componentes se encontraban también Rudolf Rocker y Johann Most, su principal animador. Asumiendo el papel de editor de la revista semanal del grupo, El socialista, Landauer desarrolló una crítica libertaria al marxismo oficial partiendo de la consideración de que el «socialismo es posible en todos los tiempos, siempre y cuando los hombres quieran». Influenciado por Proudhom —al que calificó como «el más grande socialista de todos»—, en su corporativismo, por Kropotkin, en la idea de una federación de comunas autónomas organizadas horizontalmente; por Willian Morris, por el Garden City Movement de Geddes, y por el Arts And Crafts Movement, de John Ruskin, en la admiración del artesanado y de la vida comunal descentralizada de una Edad Media alegre y creativa, de «una totalidad de unidades independientes de una sociedad de sociedades»; por Bakunin —«lo he querido y admirado desde el mismo día que lo conocí»— del que inició la edición de sus escritos en lengua alemana en 1901 con Max Nettlau; por Novalís, Goethe, el Maestro Echkart (un místico medieval alemán cuyas obras editaba), Baruch Espinoza y Schopenhauer; por León Tolstoy, en su idea de que el problema social no se puede resolver por la violencia o por la captura del poder, puesto que la verdadera revolución social es la del rejuvenecimiento espiritual, la de un «renacimiento del espíritu humano»; por Etienne de la Boetie en la idea de desobedecer a las instituciones autoritarias…Con todos estos elementos heterogéneos, Landauer llegó a construir una filosofía social llena de vida y cuya coherencia interior se explicaba por el hecho de ser la personalidad más singular del anarquismo alemán.
Por el contrario, Landauer fue un duro adversario del marxismo que le había tentado en su primera juventud. Después de ser excluido por «extremista» de la socialdemocracia, fue uno de los delegados anarquistas en el Congreso de la Internacional Socialista en Londres, en 1896, y fue expulsado junto con Malatesta, Domela Niewenhieus, y otros, por no aceptar la vía parlamentaria. Su indignación contra el marxismo socialdemócrata fue tal que en 1911, en su famoso Llamamiento al socialismo lo definió como «la plaga de nuestra era y maldición del movimiento socialista». En 1893, publicó una novela, El predicador de la muerte, pero sus inclinaciones literarias quedaron suspendidas en pos de su militancia. Siguió publicando El socialista (lo que le llegó a la cárcel en más de una ocasión) hasta el final de la década. Pero su nivel filosófico y su lenguaje poético, le hacían ser bastante inasequible a las masas trabajadores y su atractivo cundió sobre todo entre los sectores intelectuales. Esto provocó la discusión entre los trabajadores del grupo redactor que cuestionaban la eficacia propagandística de una revista que iba hacia las élites, tuvo que modificar su actitud. En esta época Landauer había abandonado la precipitación revolucionaria por el gradualismo pacifista y por el corporativismo de signo proudhoniano, adoptando la noción de un banco popular capaz de conceder créditos baratos a los pequeños productores —con los que se sentía especialmente identificado—, así como facilitar el honesto intercambios entre sus productos. Ulteriormente añadirá a esta tendencia un creciente interés por las experiencias educativas —en particular después de conocer el movimiento de la Escuela Moderna de Ferrer i Guardia—, en la idea de que el socialismo no podía ser el producto de un acto revolucionario apocalíptico, sino del descubrimiento y desarrollo de una realidad ya presente, cultivando algo que estaba «siempre empezando» y «siempre moviéndose», retomando la idea de los IWW norteamericanos que hablaban de «construir la nueva sociedad sin la concha de la vieja».
En su libro más conocido, La revolución (Tusquets, Barcelona, 1977, prólogo de H. Koechlin), pedía al pueblo una sociedad libre al margen de la existente, que saliera del capitalismo para «empezar a ser seres humanos». Esta sociedad alternativa iría de lo individual a lo colectivo y buscaría un equilibrio entre ambos extremos. Con estas idea funda en 1908 su Liga Socialista en Alemania y Suiza y que será liquidada después de la “Gran Guerra”. La Liga era sobre todo una organización no jerárquica, en la que tenían lugar todos aquellos que querían el socialismo sin necesidad de ser trabajadores. Su implantación fue siempre minoritaria pero se mostró muy activa.
Aunque gradualista y partidaria de la resistencia pasiva, Landauer no desautorizó nunca la insurrección de las masas. Criticó a los «terroristas de izquierda», pero admiró su valor cuando este estuvo presente. Durante la I Guerra Mundial fue un ferviente pacifista e internacionalista. Ya en 1912 había definido la guerra como «…un acto de poder, de asesinatos, de latrocinio (…) es la expresión más agria y clara del Estado». Su ingenuidad queda sin embargo patente cuando en 1916 —cuando los espartakistas están luchando por la revolución— escribió una carta al presidente norteamericano Woodrow Wilson señalando la necesidad no sólo de la paz, sino también de una asociación de naciones que controlara las armas y aseguraran la protección de los derechos humanos a través del planeta. Desconfió rotundamente de la revolución bolchevique, difiriendo en esto de su amigo Eric Müsham, pero cuando otro amigo, el socialista de izquierda y escritor Kurt Eissner lo convoca en Munich para que tome parte de la revolución bávara, desencadenada el 7 de noviembre de 1918, Landauer, después de rechazar un puesto en el gobierno revolucionario, trabajó en el Consejo Revolucionario de Trabajadores y en el Consejo Central de Trabajadores de Baviera. Cuando en abril de 1919 se proclamó un nuevo consejo de la república obrera de Munich, aceptó la cartera de Educación aunque su ministerio duró solamente una semana. El 1 de mayo del mismo año fue arrestado, golpeado y pisoteado, y finalmente tiroteado con saña hasta morir. Su cuerpo fue desnudado y tirado en la lavandería de un cuartel. El ministro socialdemócrata Noscke, felicitó al comandante de las fuerzas represivas por el éxito de la operación. Los responsables fueron condenados a penas irrisorias. Un monumento a Landauer levantado por la Unión Anarcosindicalista fue destruido por los nazis, y al parecer, todavía no ha sido reconstruido.

Discípulo y continuador de Landauer fue Erich Mühsam, igualmente poeta, dramaturgo y satírico germano muy vinculado a Landauer y al movimiento anarquista (Berlín, 1878-Oranienburg, 1934). Su padre pertenecía a una acomodada familia burguesa, y tuvo durante muchos años una farmacia; su deseo más ferviente era que su hijo prosiguiera su negocio. Sin embargo, Erich soñaba con la poesía y no pudo adaptarse al gris papel de farmacéutico, y comenzó a colaborar en la revista Simplisisimus… Rocker lo describe corno «un poeta nato, y muchas de sus poesías fogosas fueron cantadas por la juventud revolucionaria con entusiasmo y recitadas en las fiestas. Cabeza rebelde, se adhirió desde temprano a las ideas del socialismo, pero el fatalismo económico imperante en la socialdemocracia alemana no le decía nada; ya que el poeta se rebelaba en él contra todo eso». Müsham dirigió diversas revistas ácratas como Der arme Teufel (Friedrichshagen, 1902), Weckruf (Zurich, 1905), Kain (Munich, 1911-1919). Sintió una poderosa simpatía por la revolución de Octubre sin perder sus íntimas convicciones (invitado a la URSS cuando salió de la cárcel, puso como condición que le acompañará algún anarquista perseguido). Cuando estalló la revolución en Alemania tuvo, junto con Landauer, una notable participación en los acontecimientos de Baviera. Al comienzo de la segunda sublevación de los consejos obreros, en 1919, Müsham fue detenido y escapó de esa manera de una muerte segura —en algunas historias se le daba por muerto—, y fue condenado a quince años de presidio.
Su defensa le valió el obligado respeto de sus adversarios. Estuvo en prisión casi seis años y una vez liberado volvió por sus fueros fundando la revista libertaria mensual Fana, y publicó un grueso folleto sobre el anarquismo. Entre sus obras literarias —en la que combina la critica social en un sentido proletario, el anarquismo y las técnicas expresionistas— caben destacar colecciones de poesías como Krater, Wolken, Wüste, Brennende, Erde y Sammlung, los dramas Judas, Der Hochstapler y Staatasräso, así como otro, su último trabajo, dedicado a Sacco y Vanzetti. También ensayos sobre literatura, manifiestos y libelos como Von Eisaner bis Levine (1929), así como una autobiografía muy personal: Namen und Menschen (1949). Judío, figura de los consejos obreros de Munich, antiestatalista e inconformista nato, artista «decadente», Müsham reunía todos los requisitos para ser aborrecido por los representantes de la «peste parda». Ya antes del ascenso de Hitler recibió numerosos anónimos con insultos y amenazas de muerte. Instado a huir no lo hizo. Cuando ardía el Reichstag fue sacado de su cama y encarcelado en Berlín. Luego fue trasladado al siniestro campo de concentración de Sonnenburg comenzando allí un martirio para los que difícilmente se encuentran palabras. Una campaña internacional lo rescató del infierno efímeramente para ser nuevamente sometido a toda clase de vejaciones; parece ser que acabó suicidándose. Lamentablemente ninguna de sus obras ha sido traducida entre nosotros en tanto que su nombre aparece fugazmente en los libros de historia del socialismo. Tierra y Libertad publicó el estudio que Agustín Souchy le dedicó, Eric Müsham, su vida, su obra, su martirio que ha sido reeditada por Síntesis (BCN)

En el caso de Rudolf, Rocker (Maguncia, 1873-Nueva York, 1958), estamos hablando del que sería el principal exponente del anarquismo alemán después de Most, y el animador de la AIT durante los años veinte y treinta. Santillán escribirá sobre él: “Rocker era una personalidad extraordinaria, escritor fecundo, orador de talla poco común, historiador, critico, combatiente sin miedo y sin tacha, misionero imperturbable de la cultura. Su vida fue una antorcha al servicio de la justicia y, sí sus escritos han iluminado amplios sectores sociales desde hace muchos decenios, la existencia laboriosa y su sentido moral y humano no menos educativo e inspiradores. Era uno de los justos de este mundo, como lo calificó un periódico de Nueva York, un idealista de la más pura cepa”. Provenía de una familia muy pobre, su padre murió cuando él tenía 6 años, concurrió por muy poco tiempo a una terrible escuela primaria y fue internado en un orfelinato del que huyó varias veces. Trabajó en oficios muy diferentes —hojalatero, tonelero, talabartero, carpintero— hasta que entró en un pequeño taller en el que se sintió a placer leyendo vorazmente todo lo que le caía en las manos. Allí conoció a revolucionarios de 1848 que le indujeron a estudiar la revolución francesa y el marxismo. Ingresó en la asociación profesional de encuadernadores y conoció a los padres de la socialdemocracia alemana aunque pronto entró en relación con el movimiento berlinés de oposición, con los «jóvenes» y con Johann Most, del que más tarde escribirá su biografía. Cuando acabó su aprendizaje hizo un agitado viaje por Bélgica entrando en contacto con la corriente libertaria del país, y asistiendo como espectador a un congreso socialista internacional donde quedó impresionado por la figura de Domela Nieuwnhuis que polemizaba con Wilhern Liebknecht.
Cuando regresó a Alemania ya estaba convencido del anarquismo y comenzó a trabajar en la región renana hasta que entre 1892 y 1893 tuvo que huir de Alemania para evitar un posible encarcelamiento. Rocker se instala en París donde conoce el período del «anarquismo heroico», se relaciona con Reclús y con obreros judíos. En 1895 se dirige a Londres donde vivió durante veinte años y que servirán de base para dos libros: En la borrasca e Hinter Strcheldraht und Gitter. En la mayor parte de estas actividades, estuvo junto con Rocker, su compañera Milly Witcokloo (1877-1953), que era igualmente una anarquista de origen judío y destacó por su gran actividad militante.
Rocker fue uno de los impulsores del «movimiento judío de carácter anarquista» para el que editó diversos periódicos entre 1898 y 1900 en la capital británica. En uno de sus libros, Rocker cuenta: «Un día que paseaba por una pequeña calle de Whitechapel, un anciano judío de larga barba blanca me paró ante su casa y me dijo: ¡Dios le bendiga! Usted ayudó a mis hijos en la necesidad. Usted no es judío, pero ¡es un hombre! Este anciano vivía en un mundo completamente diferente al mío. Pero el recuerdo de su gratitud que brillaba en sus ojos ha permanecido vivo en mí durante todos estos años». En 1896 también presencia el congreso socialista internacional celebrado en Londres y la actuación de algunos de los grandes del anarquismo le convencen de la naturaleza reformista de la socialdemocracia. Redactor del periódico judío de Liverpool, Das frai Wort, escrito en Yiddish, director del Arbaiter Fraint hasta 1914, también anima la revista Germinal orientada hacia el arte y la cultura y en el que publicará los ensayos integrados en la recopilación Artistas y rebeldes (Argonauta, Buenos Aires, 1922). Participó en la creación, en 1906, del círculo anarquista de la calle Jubilee, foco de irradiación ácrata hasta su cierre por las autoridades en 1914 por su oposición a la guerra.
Permaneció internado en un campo de concentración durante el conflicto considerado como un ciudadano de un país, no cejará empero en sus actividades como internacionalista. Achaca al nacionalismo la responsabilidad de un conflicto que denuncia sin paliativos aunque mantendrá una actitud comprensiva hacia la posición de Kropotkin. No sin graves dificultades atraviesa la frontera alemana junto con su compañera Milly y su hijo Fermín (llamado así en memoria de Salvochea, uno de sus ídolos sobre el que también escribirá una biografía; Rocker será así mismo un íntimo amigo de Orobón Fernández), y una vez lo logra, Rocker se pone en contacto con el movimiento sindicalista que encarna Fritz Kater. En 1919 participa en Erfurt en una conferencia nacional de obreros de la industria de armamento y desarrolla una vigorosa crítica del militarismo y de las actitudes cómplices dentro del movimiento obrero. Adversario del liderazgo bolchevique de la revolución rusa, a la que juzga en función a los criterios anarquistas (cf., Bolcheviquismo y anarquismo, Reconstruir, México, 1959), Rocker se convertirá en el principal animador intelectual de la AIT reconstruida en Berlín en 1922, y que parece como el polo alternativo para anarquistas y sindicalistas revolucionarios atraídos por el imán de la III Internacional.
Después de resultar encarcelado y expulsado de Alemania por Gustav Noske. Rocker pudo empero volver y desarrollar de nuevo sus actividades como militante y libelista de talla, haciendo escuela con una propuesta teórica que se llamó «municipalismo» y que influyó en la nueva generación de anarquistas alemanes (Albert Jensen, Souchy, Ruditger, etc). Se trataba de una interpretación moderada del anarquismo, que dejaba de lado el problema de la insurrección violenta y que toleraba el voto a favor de los grupos y partidos que no cuestionaban la democracia social, recomendando la candidatura de los libertarios y el impulso activo de una red de consejos y centros culturales, cooperativas y sindicatos libremente federados… Pudo escapar de la persecución de los nazis que asaltaron su casa, horas antes de que se cerrase la frontera con Suiza donde se instaló. Desde allí, Rocker siguió la guerra y la revolución española. Había mostrado interés por el movimiento libertario español desde los monstruosos procesos de Montjuich, hizo campaña a favor de Ferrer i Guardia y escribió numerosos trabajos sobre España. Su actitud hacia la CNT fue de apoyo incondicional. En los Estados Unidos continuó trabajando, sobre todo como escritor, tratando de conectar con el liberalismo radical de la tradición norteamericana desde Jefferson y acentuando su crítica a todo tipo de centralismo. Rocker sostiene que las posibilidades de impulso y creatividad de una civilización es inversamente proporcional al grado de centralización del poder existente en cada situación o momento histórico, por lo cual considera el marxismo como una aberración que se confirma en la guerra civil española y en el estalinismo.
También centra sus críticas en el nacionalismo y en el concepto de Estado-nación que concibe como una nueva «religión política» capaz de conseguir el consenso e incluso la participación activa de los oprimidos para movilizarse contra su propia emancipación. En los últimos años de su vida escribió una biografía de Max Nettlau, con el que tenía tanto en común (Max Nettlau, el Herodoto de la anarquía, Estela, México, 1950). Falleció posiblemente de un ataque cardíaco.
Se puede encontrar una amplia representación de su obra en la antología prologada de por Abad de Santillán, El pensamiento de Rudolf Rocker (Mexicanos Unidos, 1982). Otras obras suyas son: Precursores de la libertad. Fermín Salvochea (Tierra y Libertad, 1945), La voluntad de poder como factor histórico (Reconstruir), El pensamiento liberal en los Estados Unidos, la autobiográfica La juventud de un rebelde (Americalee, Buenos Aires), Nacionalismo y cultura (La Piqueta, Madrid, 1977), La influencia de las ideas absolutistas en el socialismo (ZYX, Madrid, 1971), Anarquismo (AA.VV., Pastenaga, BCN s/f), Revolución y regresión.1918-1951 (Tupac, Buenos Aires, 1952), Más sobre marxismo y anarquismo (Ed. El Caballito, México, 1981), en la que se reúnen sus trabajos sobre marxismo, socialdemocracia y bolchevismo. Rocker que sería prolijamente editado por el exilio libertario, ha sido seguramente el clásico menos reeditado en la eclosión de reediciones en la España coincidente con el final del franquismo, pero aún y así, todavía se sigue hablando de él, y de tanto en tanto se reedita alguna de sus importantes obras.

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