9.6.13

DE LOS AUTÓMATAS Y SUS MARAVILLAS


Desde que hace ya muchos años cayó en mis manos el artículo de mi admirado Edgar Allan Poe sobre el autómata jugador de ajedrez de Von Kempelen, "Maezel’s chess-player" (1836)  y el relato que sobre el mismo tema escribió E.T.A Hoffman, me he sentido enormemente fascinado por la inquietante magia de la ciencia que se esconde bajo el mundo de los autómatas por todo lo que en su esencia prometeica expresan la voluntad del ser humano de arrebatar el monopolio dador de vida a los celosos dioses.
Los autómatas son, para definirlos de algún modo, ingenios que, a través de medios mecánicos, hidráulicos, neumáticos, eléctricos o electrónicos, imitan la figura y los movimientos de un ser animado. Ellos, desde siempre, nos han acompañado y se han desarrollado en paralelo a nuestra evolución histórica.
Históricamente los primeros autómatas de los que tenemos constancia, se remontan al Antiguo Egipto donde las estatuas de algunos de sus dioses o reyes despedían fuego de sus ojos, como fue el caso de una estatua de Osiris, otras poseían brazos mecánicos operados por los sacerdotes del templo. Otras, como la de Memon de Etiopía emitían sonidos cuando los rayos del sol los iluminaba consiguiendo, de este modo, causar el temor y el respeto a todo aquel que las contemplaba.
Esta finalidad religiosa del autómata continuará hasta la Grecia clásica donde existían estatuas con movimiento gracias a las energías hidráulicas.
Esos nuevos conocimientos quedan plasmados en el primer libro que trata la figura de los robots "Autómata" (año 62) escrita por Herón de Alejandría (10 d.C -70 d.C) donde explica la creación de mecanismos, muchos basados en los principios de Philon o Arquímedes, realizados fundamentalmente como motivo de entretenimiento y que imitaban el movimiento, tales como aves que gorjean, vuelan y beben, estatuas que sirven vino o puertas automáticas todas producidas por el movimiento del agua, la gravedad o sistemas de palancas.
Aunque, como ya se ha dicho, Herón es el primero en recopilar datos sobre los autómatas otros anteriores a él realizaron sus aportaciones como es el caso de Archytas de Tarento (430 a.C- 360 a.C), inventor del tornillo y la polea y famoso por su paloma mecánica capaz de volar gracias a vapor de aire en propulsión. 
En Roma existía la costumbre de hacer funcionar juguetes automáticos para deleitar a los huéspedes. Entre el 220 y 200 a. C., Filon de Bizancio inventó un autómata acuático y la catapulta repetitiva.
En la Europa cristiana, al final de la Edad Media, los autómatas ocupaban un lugar privilegiado en el recreo de la aristocracia y aparecían también en los relojes públicos de las catedrales o concejos municipales. El reloj del Medievo fue inicialmente una ambigua mezcla de representación y seguimiento del cosmos, pero pronto le fueron añadidos elementos más bizarros, tales como gallos que cantaban las horas, androides que golpeaban las campanas o conjuntos de autómatas que desfilaban, saludaban o representaban pequeñas historias a las horas principales o la Parca, que con su guadaña, nos recordaba lo evanescente del tiempo que nos es dado.
Si hablamos de avances científicos y tecnológicos debemos hablar del mundo árabe y de Al-Jazari (1260), uno de los más grandes ingenieros de la historia e inventor del cigüeñal y los primeros relojes mecánicos movidos por pesos y agua entre otros muchos inventos de control automático.
El sabio Al-Jazari, estuvo muy interesado en el universo de los autómatas escribiendo una obra del mismo llamada "El Libro del Conocimiento de los Ingeniosos Mecanismos", texto considerado como una de las obras más importantes de la historia de la tecnología. Al sabio árabe debemos su complejo reloj elefante, animado por seres humanos y animales mecánicos que se movían y marcaban las horas o un autómata con forma humana que servía distintos tipos de bebidas.
En 1235, Villard d’Honnecourt escribe un libro de esbozos que incluyen secciones de dispositivos mecánicos, como un ángel autómata, e indicaciones para la construcción de figuras humanas y animales.
Otro ejemplo relevante de la época fue el Gallo de Estrasburgo que funcionó desde 1352 hasta 1789. Este es el autómata más antiguo que se conserva en la actualidad, formaba parte del reloj de la catedral de Estrasburgo y al dar las horas movía el pico y las alas.
En este contexto histórico, cabe destacar la cabeza con forma de hombre de Roger Bacon (1214-1294), hecha de latón y que podía responder a preguntas sobre el futuro; la de Alberto Magno con forma de mujer o la cabeza parlante del Papa Silvestre II que respondía aleatoriamente “sí” o “no” a las preguntas que se le hacían, entre otros .
La pasión humana por reproducir la vida, la encontramos no solo en Occidente sino en el misterioso Oriente que relataban los embajadores y viajeros medievales, que nos refieren autómatas del más variado pelaje, tales como árboles y pájaros, o en las lejanas Indias, donde hallamos casos extremos de naturaleza artificial.
Como refiere el cronista Garcilaso, existía en Cuzco "un jardín de oro y plata en el que havía muchas yervas y flores de diversas suertes, muchas plantas menores, muchos árboles mayores, muchos animales chicos y grandes mariposas y pájaros y otras aves mayores del aire, cada cosa puesta en el lugar que más al propio contrahiziesse a la natural que remedava. Havía también un gran maizal y árboles frutales con su fruta toda de oro y plata, incluso leña y también grandes figuras de hombres y mujeres y niños, vaziados de lo mismo, todo para ornato y mayor majestad de la casa de su Dios el Sol".
Y en este repaso, llegamos al Renacimiento en el que la mecánica, siguiendo los consejos de Vitruvio, tenía que constituir una parte esencial en la formación de los artistas.
Artificios de diverso tipo se encuentran entre las más famosas realizaciones de algunos de ellos, como el Paradiso de San Felice diseñado por Brunelleschi para la Fiesta de la Anunciación en Florencia o, más adelante, los ingenios de Leonardo Da Vinci para la Festa del Paradiso en la Corte milanesa de los Sforza
Señalar en este punto que el autómata frecuentemente asumirá en los siglos XVI y posteriormente en el XVII, una particular idea de armonía del mundo, una concordia de lo diverso, que vemos reflejada no solo en las disquisiciones teóricas de la época sino también dentro de los jardines y en las colecciones y gabinetes de príncipes, aristócratas e intelectuales. Conceptos como lo fantástico, lo maravilloso, la delicia, son los más adecuados al arte que predomina en las cortes europeas del siglo XVI, y es aquí donde las máquinas inventadas por los sabios de Alejandría para disfrutar y maravillar encuentran su mejor hábitat.
El genial Leonardo Da Vinci diseñó al menos dos autómatas de los que se tenga constancia. 
El primero se considera también uno de los primeros con forma completamente humana, vestido con una armadura medieval. y fue diseñado alrededor del año 1495, aunque como muchos otros inventos de Leonardo no fue construido. Este mecanismo fue reconstruido en la actualidad según los dibujos originales y podía mover los brazos, girar la cabeza y sentarse.
El segundo, mucho más ambicioso, se trataba de un león mecánico construido petición de Francisco I, Rey de Francia (1515) para facilitar las conversaciones de paz entre el rey francés y el papa León X. El animal, mediante diversos trucos de artificio, anduvo de una habitación a otra donde se encontraba el monarca, abrió su pecho y todos pudieron comprobar que estaba lleno de lirios y otras flores, representado así un antiguo símbolo de Florencia (el león) y la flor de lis que Luis XII regaló a la ciudad como señal de amistad.
Juanelo Turriano, gran ingeniero del siglo XVI que trabajó en España a las órdenes de Carlos V como relojero de la corte, fue el inventor del “Artilugio de Juanelo” una obra de ingeniería capaz de llevar el agua desde el Tajo al Alcázar de Toledo.
En esa ciudad se le atribuye la creación de un autómata (entre otros muchos como danzarines, guerreros o pájaros voladores) llamado “El Hombre de Palo” (del que queda constancia en el nombre de una calle de Toledo), un sirviente autómata que recorría las calles pidiendo limosna para su dueño haciendo una reverencia cuando la conseguía.
Más al norte, en su laboratorio de Nürenberg, en 1533, el erudito Johann Müller Regionamontano, supuestamente creó una mosca de hierro y un águila artificial, las cuales, al igual que el escarabajo de madera creado por el excepcional John Dee en 1543, podían volar.
La literatura nos dejará ejemplos fantásticos, pero no menos artificiosos y casi tan sorprendentes son la multitud de fórmulas intermedias entre naturaleza e invención, sofisticadas unas y extravagantes otras, de los jardines reales, no imaginados, del Renacimiento y Barroco.
En las páginas del fascinante Sueño de Polifilo, encontramos algunos de sus diseños más enrevesados y extravagantes. Toda la novela es un viaje alegórico al centro de un enorme jardín laberinto, la isla circular de Citerea y al mismo tiempo, con sus morosas descripciones, un repertorio de fascinantes ideas que tendrán gran influencia en los jardines de los siglos siguientes.
Encontramos en el Palacio de la reina Eleuterílida un patio cubierto por una parra «de oro cuyas hojas estaban hechas de espléndida esmeralda escita agradabilísima a los ojos…», sus flores eran imperecederas, «de zafiro y berilo y estaban distribuidas aquí y allá, y los frutos estaban formados de gruesas piedras preciosas o en fingidos racimos de piedrecillas amontonadas, perfectamente dispuestos entre las verdes hojas con gran habilidad, de colorido semejante al natural»… y ve otros tres jardines antes de continuar su marcha: en uno, las plantas «en lugar de ser naturales estaban hechas todas de purísimo vidrio», con sus troncos de oro y «hierbas de muchas clases, realizadas con admirable ejercicio imitando de modo elegante a la naturaleza»; en el segundo «todo estaba maravillosamente realizado en seda: los bojes y cipreses eran de seda, con los troncos y las ramas de oro y gran cantidad de gemas diseminadas», el suelo era «de terciopelo verde, como si se tratara de un prado, y en su centro había una pérgola (…) cubierta por las ramitas de oro de muchos rosales floridos de seda, cuya materia casi juzgaba yo más aceptable por los sentidos que la natural»; en el tercero se invierten los términos y es la naturaleza la que oculta la obra del hombre: «todo era de ladrillo, bellísimamente cubierto de verde yedra, de modo que no estaba a la vista el menor vestigio de las paredes».
Con la entrada del Siglo de las Luces, se llega a la que se considera la época donde mejores y más perfectos autómatas se realizaron de la historia.
Su desarrollo, dominado por el carácter científico, ponía de relieve la obsesión por intentar reproducir lo más fielmente posible los movimientos y comportamientos de los seres vivos.
Jacques de Vaucanson, relojero de profesión y con amplios conocimientos de música, anatomía y mecánica, quería demostrar mediante sus autómatas la realización de principios biológicos básicos, tales como la circulación, la digestión o la respiración. Sobre esta última función versó su primera creación “El Flautista” figura con forma de pastor y de tamaño natural que tocaba el tambor y la flauta con un variado repertorio musical.
Vaucanson lo presentó en la Academia de Ciencias Francesa cosechando un gran éxito. Más tarde, en 1738, crea su segundo autómata llamado “El Tamborilero” como una versión mejorada del primero. En esta ocasión la figura tocaba la zampoña de Provenza y el tamboril con veinte melodías distintas. El tercero y más famoso fue “El pato con aparato digestivo” transparente y compuesto por más de cuatrocientas partes móviles y que batía las alas, comía y realizaba completamente la digestión imitando al mínimo detalle el comportamiento natural del ave.
Friedrich von Knauss (1724-1789) fue el creador de uno de los primeros autómatas escritores. Esta compleja creación la formaba una esfera sostenida por dos águilas de bronce, en ella la figura de una diosa sirve de musa al autómata que con su largo brazo escribe en una hoja en blanco lo que previamente se le ha ordenado realizar. El sistema de funcionamiento es capaz de hacer que el autómata moje la pluma en el tintero para poder escribir, y cuenta con un sistema para pasar la página cuando esta ha quedado escrita.
Posiblemente el mejor y más conocido creador de autómatas de la historia. Pierre Jaquet-Droz suizo nacido en 1721 es el responsable de los tres autómatas más complejos y famosos del siglo XVIII. Sus tres obras maestras (La Pianista, El Dibujante y El Escritor) causaron asombro en la época llegando a ser contemplados por reyes y emperadores tanto de Europa como de China, India o Japón.
En este punto de transición hacia la Modernidad, mención especial merecen los "jugadores de ajedrez", quizás el motivo último que motiva este post.
Wolfgang von Kempelen fue creador de uno de los más famosos autómatas de la historia. Hablamos de El Turco.
Creado en 1769, “El Turco” estaba formado por una mesa donde estaba colocado un maniquí con forma humana vestido con ropajes árabes. Una puerta en la parte frontal se abría y dejaba ver el supuesto mecanismo de funcionamiento del autómata.
Este jugador fue una de las mayores atracciones de la época ya que, según contaban, era invencible. Viajó a lo largo y ancho de Europa aún después de la muerte de su creador, pasando a manos de Johan Maezel, llegando a derrotar al mismísimo Napoleón Bonaparte en una partida de ajedrez que tuvo lugar durante la campaña de la Batalla de Wagram.
Después de viajar por Estados Unidos aterriza en Cuba donde muere William Schlumberger, ayudante de Maezel, y posible encargado de introducirse dentro del autómata para jugar las partidas, ya que después de esta muerte “El Turco” dejó de exhibirse hasta acabar destruido en 1845 en el gran incendio de Filadelfia. Más tarde se dijo que, a lo largo de su historia, el autómata había tenido varios operadores que movían el mecanismo gracias a un tablero de ajedrez secundario. Cada pieza del tablero principal contenía un imán, así el operador podía saber que pieza había sido movida y dónde. El operador hacía su movimiento mediante un mecanismo que podía encajarse en el tablero secundario, indicando al maniquí donde mover.
Según avanzamos hacia el siglo XX, los autómatas se mezclan claramente con la tecnología.
Basados en los conocimientos del siglo XIX, los autómatas de la civilización industrial estuvieron más guiados hacia el mundo del espectáculo de masas que al del goce y la maravilla para unos cuantos.
Las figuras que realizaban pequeños trucos de magia o la encantadora de serpientes de Roullet & Decamps, los escarceos con el mundo de los autómatas de científicos como el genial Nikola Tesla y su robot sumergible con mando a distancia o el autómata caminante de George Moore con forma humana y movido por la fuerza del vapor que podía recorrer distancias a casi 9 millas a la hora.
Incluso Thomas Alva Edison construyó en el año 1891 una muñeca que hablaba.
Tras la primera gran conflagración, la industria de los autómatas desaparece y no renacerá hasta la llegada de los modernos robots cuando la magia dejará paso a la más pura tecnología…o quizás no del todo…



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