30.1.14

El Gran Maestro del GODF se dirige al Presidente del Parlamento Europeo por el anteproyecto de ley del aborto española


Daniel Keller, Gran Maestro del Gran Oriente de Francia, se ha dirigido por carta a Martin Schulz, Presidente del Parlamento Europeo, con copia a José Manuel Durão Barroso, Presidente de la Comisión Europea, y a los presidentes de los grupos parlamentarios del citado Parlamento. 
En esta carta se pronuncia sobre los derechos de la mujer y el anteproyecto de ley del aborto.







París, a 20 de enero de 2014                                                                                 

Señor Presidente,
Como representación de los pueblos, el Parlamento Europeo es naturalmente la instancia en la cual los valores fundadores de Europa deben ser a la vez defendidos y profundizados.
El respeto por la dignidad de todos los individuos es, desde este punto de vista, un derecho esencial y una exigencia que el reparto entre competencias nacionales y competencias europeas no debería menoscabar. En este sentido, es incontestable que las restricciones deseadas por el legislador español, relativas al derecho de las mujeres a proceder a una interrupción voluntaria del embarazo, constituirían, de ser aprobadas, un atentado particularmente grave contra la dignidad de las mujeres y su libertad.
El Parlamento Europeo no ha conseguido, hasta ahora, demostrar que esta cuestión depende del derecho fundamental de las personas y que no debería reducirse a una opción sanitaria.
La armonización, en el plano europeo, de los derechos de las mujeres con el respeto a la libertad de convicciones de todos, constituye una apuesta mayor y una perspectiva cuya reapertura honraría al Parlamento Europeo. Es así como progresará la Europa de los ciudadanos, si se quiere que los pueblos reencuentren la esperanza y confianza en una construcción de la que se puede temer que esté cada vez más desprovista de dimensión humana.
Comprenderá usted las preocupaciones del Gran Oriente de Francia ante tales evoluciones. Por supuesto, si lo estima usted útil, me pongo a su disposición para tratar estas cuestiones.
Deseándole reciba bien estas reflexiones, le ruego acepte, Señor Presidente, la expresión de mi perfecta consideración.

Daniel KELLER

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26.1.14

Las dos metáforas de Frank Capra sobre el destino del hombre en tiempos de tribulación

Lo confieso: me gusta mucho Frank Capra.
Pese a que la crítica lo haya calificado a veces como ingenuo, dulce como la sacarina o demasiado  "buenista" (y no sin argumentos válidos), creo que en su obra hay un mensaje que le cogió a contrapelo en su época pero que, con el tiempo, lo ha convertido en alguien que, como un nuevo Verne o un Nostradamus del celuloide, nos legó un mensaje absolutamente profético para esta Era de la Gran Tribulación que nos han tocado vivir….y sufrir.
La filmografía de Capra gira de forma recurrente en torno a unos mismos conceptos: la bondad, la humildad, la solidaridad, la búsqueda de la felicidad, pero también de la lucha por la justicia, el combate contra los corruptos, los avariciosos, los ambiciosos, los corruptos y los manipuladores y, sobre todo, el sacrificio personal en favor del bien general.
Capra era sin duda un idealista, pero su actitud no era una pose. Él estaba convencido de que la bondad se hallaba en todas las personas y de que ésa era la fuerza que podía hacer cambiar el mundo, aunque fuera a partir de actos individuales desarrollados mediante el esfuerzo y el sacrificio personal. Podría decirse de él pues, que Capra fue un defensor acérrimo de las tesis de Rousseau, aunque ignoro si las llegó a leer nunca.
En la América de la Gran Depresión y del New Deal del Hermano y Presidente Franklin D. Roosevelt, que a duras penas lograba salir de la dura crisis, sus planteamientos  cinematográfico-filosóficos de Capra dejaron en el espectador una profunda huella en absoluto despreciable y si bien Capra siempre se mantuvo al margen del compromiso político, sus películas son absolutamente inseparables de la visión y el proyecto del Presidente Roosevelt. 
Capra como buen seguidor de Rousseau (ni que lo fuera sin ser consciente de ello), fue sin duda un idealista, pero su actitud no era en modo alguno una pose. 
Antes al contrario, Capra estaba absolutamente convencido de que la bondad del Ser Humano se hallaba en todas las personas y de que ésa era la fuerza que podía hacer cambiar el mundo, aunque fuera a partir de actos individuales. Capra no era un liberal (en el sentido convencional) y no creía en que el individuo tuviera nada que ver con el egoísmo voraz y canibalístico del tenebroso capitalismo, ni era tampoco un nihilista, ya que en sus películas manifiesta proclama una fe total en la Democracia.
Su supuesta ñoñería intelectual o su carácter conformista deben exorcizarse ante su firme defensa del principio de que nada se consigue si no es mediante el esfuerzo, el sacrificio y la decisión personal.
Para argumentar la defensa de Capra voy a referirme a dos de sus magistrales películas que considero como una línea de continuidad de un mismo mensaje para el ser humano perdido y desesperado en el océano embravecido de la tribulación. De la alteración de la naturaleza. O de la inversión de los valores, como nos decía Guénon en su obra "El Reino de la Cantidad y los Signos de los Tiempos".
Voy a referirme, para sustentar mis afirmaciones, a dos obras cinematográficas fundamentales de Frank Capra.
Empezaremos por la primera, porque primera es en el proceso de planteamiento vital que Capra nos plantea para poder ser capaces de encontrar en Norte en nuestra perdida Brújula existencial en los "Últimos Días".
Me refiero a "¡Que Bello es vivir!" ("It's a Wondeful Life!") un clásico "sacarínico" y recurrente de las Navidades y que, pese a que la critica la ha considerado como una "americanada sentimentaloide y reaccionaria", según cuentan, llegó a ser la película preferida de Capra.
Todos, en algún momento o circunstancia (y yo también, me acuso!!!), al visionar la película, se nos ha removido lo más íntimo de nuestras tripas y hemos derramado alguna lagrimilla, pero todos podremos convenir en que, "¡Que Bello es vivir!" es quizás la película más aterradora de todos los tiempos. Y si me permitís, creo que hasta el propio Edgar Allan Poe hubiera necesitado dosis extra de alcohol para escribirla y una litrona más del mismo mejunje (o más cargado si cabe), después de haberla leído.
"¡Que Bello es vivir!" es un "reportaje" (y una parábola) de terror realizado en un mundo que se venía irremisiblemente abajo. Igual que el nuestro. Una crónica periodística de guerra, en pocas palabras.
Recordemos su tremebundo inicio: George Bailey, un buen hombre e íntegro ciudadano, interpretado en el celuloide por James Stewart, después de haber sido olvidado por casi todo el mundo pese haber dedicado su vida ayudando a los demás sin que nadie le haya agradecido nunca nada, llega  a la tremenda conclusión de que su vida es una puta mierda, tras convertirse en un nuevo "efecto colateral" del Leviathan del Capitalismo y marcha a las afueras del pueblo (Bedford Falls), con la firme intención de saltar por un puente al río en una helada e intempestiva noche de invierno para poner fin así al horrendo fracaso de su proyecto vital.
George Bailey es un buen tipo. Un hombre bueno, optimista y vital que soñó en su juventud con viajar y vivir aventuras, pero es también un personaje capaz de sacrificarse por sus amigos y su familia por lo cual, coherente con sus principios éticos, renunció a sus sueños para convertirse en un ser anodino.
Cada uno de los sueños y aspiraciones del bueno de George, han sido sacrificados sistemáticamente en favor de su hermano, de su tío, de su mujer y de sus hijos, de sus amigos. George, en definitiva, siempre vivió su vida como un acto de servicio a los demás.
George  es  consciente de que cada renuncia en su proyecto vital lo aleja  más y más de la vida que había soñado, pero piensa que, a pesar de ello, lleva una vida que cualquier persona corriente creería feliz; pero que no es la que él hubiera querido, y es finalmente esta contradicción la que le provoca un conflicto vital que le acabará rompiendo por dentro.
Nos encontramos pues, en la escena inicial de la película, con la decisión final de George Bailey, un hombre justo y honrado pero arruinado, vencido y acosado por el Leviathan Usurero y Genocida  y que decide abrazar el suicidio como última opción para liberarse de la ya insoportable carga del existir.

El buen George, ante un grave e irresoluble problema de liquidez económica y acosado por los "buitres", decide suicidarse en Nochebuena, pero mira por donde que un ángel sin alas impedirá que consume el acto final demostrándole cómo su vida ha influido en mejorar la de otras personas, seduciéndole así para que elija vivir en lugar de acabar con el infierno en vida de un puta vez.
Este tema me resulta muy contemporáneo porque en estos tiempos que corren cada vez veo más personas  que no conozco, y también a otras que sí que conozco, que caminan por la calle con las sogas anudadas al cuello deseando saltar desde un banco, mientras que los bancos, los causantes finales de la terrorífica situación a la que nos han abocado, tensan la soga, más y más, sin piedad alguna y con la colaboración complaciente de los políticos, jodidos y criminales estómagos agradecidos.
George Bailey ante el puente que le llevará a la oscura extinción en el helado y oscuro río es como una suerte de Jesús en su Pasión, pero con una gran diferencia: como ser humano solo le queda la muerte como sin ninguna esperanza en una Resurrección que no existe ni como garantía liberadora para dar el salto al vacío.
No obstante, la honestidad, la decencia y la virtud cívica de George Bailey es tanta que pese a sus expectativas futuras de hambre, oprobio y persecución por parte de los codiciosos "Buitres" del Terrorismo Capitalista para él y su familia por siempre jamás, llega el Ángel y le convence para seguir viviendo.
Esta  irrupción (interferencia) divina o sobrenatural representa un cruel punto de ruptura en el argumento de la película, hasta el punto de tener que preguntarnos si es posible entender que la película acaba realmente en el puente desde el que el protagonista salta al río, y que el epílogo es un acto de justicia irreal para reparar una realidad injusta o quizas es una forma de condenar a muerte al protagonista sin matarlo.
Justo en este punto, George Bailey contemplará cual viajero en el tiempo que sin su existencia en el mundo, su querido pueblo de Bedford Falls, se hubiera convertido en Pottersville, un despreciable lugar, vulgar, miserable y mezquino, una suerte de Sin City, una ciudad regida in-discrecionalmente por el plutócrata Mr. Potter, basada en el juego, la prostitución y el imperio esclavizante y corrupto de la banca usurera. La esposa de George se ha convertido en una triste "solterona" (a la antigua usanza), su hermano se ha suicidado y su casa se ha convertido en una puta ruina.
Ante la visión de este Infierno, George Bailey decide no poner fin a su vida. 
Corre a casa, donde los amigos y familiares se han reunido para salvarlo. 
Happy End!!!... y todos contentos y satisfechos ante la tele comiendo resacosos los últimos restos de los turrones.
Aunque por principios siempre me ha parecido extremadamente vulgar (por lo fácil) y oportunista, rematar una obra maestra con un "Happy End", hay pocos finales tan emotivos como el de "¡Qué bello es vivir!", cuento de Navidad con villano e interludio de pesadilla que deja a Dickens como un novel cronista de la miseria.
La última imagen con la que me quedo de "¡Que Bello es vivir!" es la mirada de George Bailey a sus amigos. Una hora antes, estaba a punto de suicidarse. Ahora ha regresado de una experiencia de muerte para vivir el resto de su vida como un "muerto viviente".
Pienso que, en sus visiones, George Bailey es un pionero en el tiempo y que había estado viviendo en Pottersville todo el tiempo, solo que lo ignoraba debido a que estaba viendo el mundo a través de sus bienintencionados ojos.
El creía en un mundo honesto y justo pero la realidad hizo añicos su sueño, haciéndole contemplar en toda su plenitud la evolución natural de su mundo. 
En pocas palabras, tras su encuentro con el Ángel, se tomó la pastilla azul que le ofreció el Morfeo de Matrix a Neo y así, Bedford Falls fue un sueño, un puto decorado de cartón piedra y del que Pottersville es la puta realidad en la que jodidamente vivimos.
Es por ello que intuyo que en la última escena de la peli, George Bailey mira a sus amigos con desesperanza.
Su victoria ha sido pírrica. No hay solución y el malvado Mr. Potter sigue, al fin y al cabo, siendo el puto amo y el futuro de George y de su familia seguirá siendo totalmente incierto, miserable y precario.
El mundo gira y…gira para mal porque quien controla las vueltas del globo son los que "Gobiernan el Mundo" y George, al final de la película llega a ser consciente de ello.
Parece ser, que Capra creyó realmente que los sacrificios de George Bailey merecieron la pena porque la frase con que se promociona la película: "Ningún hombre es un fracasado", un lema que en estos tiempos de tribulación, deberían poner a la entrada de las Oficinas de Empleo de este pobre y desgraciado país que nos ha tocado sufrir.
Ante este desesperanzador panorama, tenemos que preguntarnos: ¿hay solución?.
Francamente, lo ignoro.
No obstante,  creo que mi otra película de referencia en la filmografía de Capra, "Horizontes Perdidos" (1937), nos da una pista para encontrar una posible aunque difícil vía de escape.
"Horizontes Perdidos" es una de esas películas que ningún cinéfilo podrá olvidar jamás tras su visionado.
La película se basa en la novela que JamesHilton publicara en otoño de 1933.
Mientras Aldous Huxley dibujaba un futuro distópico en “Un mundo feliz” (1932), James Hilton con su novela llevó a miles de lectores del mundo entero a fantasear con la utopía.
La lectura de la obra de Hilton conmovió profundamente a Capra, que decidió inmediatamente adaptarla al cine. El argumento le ofrecía un vehículo excelente para poder expresar su idealismo, sus principios éticos y su interés por mostrar el lado bondadoso de la humanidad.
Con “Horizontes Perdidos” Capra convirtió lo que en un principio podía parecer una película de aventuras en una fábula muy interesante, llena de mensajes esotéricos.
La historia muestra las aventuras de Robert Conway, el "hombre de oriente" de la Corona británica en China.
La película se inicia mostrando el caos que impera en el pequeño aeropuerto chino de Baskul (en Afganistán en la novela de Hilton) donde un puñado de occidentales huyen de China a la desesperada a bordo de un avión que es secuestrado.
En esta precipitada huída, le acompañan su hermano y otros pasajeros que se ven arrojados esta aventura contra su voluntad.
Tras muchas horas de vuelo, el avión deberá realizar un aterrizaje de emergencia en plena cordillera del Himalaya que conduce a la muerte del piloto. Por fortuna, los pasajeros serán rescatados por una misteriosa comitiva que les acompañará a través de la cumbres nevadas que los conduce a Shangri-La, una idílica e intemporal ciudad perdida en un valle del Himalaya.
Shangri-La es un remedo de la mítica Shambhala de la tradición hindú y budista que llego a Occidente a través de los escritos de los viajeros Alexandra David-Neel y Ferdinand Ossendowski y que fue popularizada posteriormente por la tradición y las creencias  de la Sociedad Teosófica, se convertiría en referente de las ciudades mítico-utópicas para las generaciones posteriores.
El idílico valle acoge una población de ensueño donde el dinero no existe pues todo se comparte, las personas nacen sin tener excesos de egoísmo y gracias al las características del lugar, se aprovechan al máximo los recursos naturales. 
Los habitantes de Shangri-La viven en plenitud desarrollando el amor y el respeto al prójimo como forma de vida.
Sorprendidos por el descubrimiento, una vez en Shangri-La algunos pasajeros del avión accidentado desearán salir lo antes posible para volver a la civilización. Otros en cambio, descubrirán el verdadero sentido de la vida a través del máximo responsable del lugar, el Lama Chang, que sigue la doctrina impartida por un anciano sacerdote que llegó a Shangri-la hace muchísimos años.
A partir de este punto, la película analiza con propiedad los sentimientos que mueven las acciones de los protagonistas desatando un torrente de reacciones muy diversas. Como si de la fuente de la eterna juventud se tratase, Shangri-La seduce a los protagonistas del filme, despertando el amor en una joven lugareña llamada Sondra. Ella y Robert Conway iniciarán un romance.
Robert Conway va descubriendo que su secuestro ha sido planeado porque se espera de él que cumpla una importante misión. Shangri-La fue fundada por el padre Perrault que, gracias al "microclima" existente en el valle, ha visto prolongada su vida por espacio de más de 200 años. El Gran Lama Perrault, conocedor de los escritos y los postulados filosóficos de Conway, le propondrá que asuma su sucesión cuando él fallezca.
No obstante, no no todo el mundo es feliz en Shangri-La. 
El hermano de Robert Conway, se siente encerrado, cree estar prisionero en medio de las montañas. Sus sentimientos hacia una nativa del lugar llamada Maria, le impulsarán a planear el viaje de vuelta a su hogar a diferencia del resto de pasajeros, que aprovecharán al máximo la comodidad del lugar.
El tiempo pasa, y cada vez Conway está más decidido a marchar de Sangri-La. 
Lo peor del caso es que en su huida, arrastra con él a su hermano Robert rompiéndole el corazón a su enamorada. Sondra, que acepta resignada la marcha de los dos hermanos junto con la joven Maria. Para consuelo de Sondra, el Lama Chang la convence de que tarde o temprano, Conway volverá a  Shangri-La ya que será incapaz de soportar de nuevo el estilo de vida occidental.
Aprovechando que los porteadores están preparando un viaje para abastecer de suministros a Shangri-La, los hermanos Conway y Maria inician el viaje de regreso y en este punto, al traspasar los límites de Shangri-La,  Maria envejece rápidamente hasta morir en brazos del joven George que enloquecido por la muerte de Maria, sufrirá un accidente despeñándose por una sima helada.
Tras un largo viaje atravesando altas montañas, soportando ventiscas y medio congelado, Robert atraviesa el Tíbet y logra volver a la civilización, aunque nunca volverá a adaptarse a su antigua vida y emprenderá un viaje desesperado de vuelta a Shangri-La, donde tras un azaroso regreso, acabará por convertir en su hogar el resto de su larga vida.
Hablemos por un momento sobre Shangri-La como símbolo y arquetipo.
Este "Centro del Mundo" es la utopía que todos buscamos.
Un lugar de paz, donde todos conviven sin discriminación y respetando a los demás como forma básica de entender la vida y que además, posee una particularidad muy interesante: la ciudad y el Valle de la Luna Azul, libres de toda contaminación exterior, prolongan la vida hasta límites insospechados.
En el clima prebélico en que se realizó la película (hoy vivimos en un clima bélico similar pero no somos conscientes de ello), Capra exorcizó sus demonios creando la utopía en un remoto y apartado lugar.
Este lugar es un refugio que permanece aislado y que tiene poco contacto con la sociedad. Apenas una vez cada 3 o 4 años, una expedición de sherpas llega a la ciudad para intercambiar productos y traer noticias sobre el mundo exterior.
Shangri-La es pues una utopía cerrada en sí misma. Incontaminada. 
Es como una especie de Arca de Noé que preservará, en el momento de la debacle final, todo lo que de bueno tenga la sociedad.
En tanto que utopía, Shangri-La comprende todos los arquetipos que la caracterizan como tal: la bondad, el "Justo Medio", la igualdad, la justicia, la solidaridad, el respeto y la paz.
Pese a que en algunos momentos de la película, los diálogos y las situaciones están impregnados de una cierta moralina un tanto cursi, la buena orientación del film las supera con creces hasta el punto de hacérnoslos olvidar para llegar a concluir que todo ser humano necesita encontrar su Shangri-La para no perecer o volverse loco ante la infame debacle de un mundo abocado al abismo.
Todos conocemos y hemos leído obras inspiradoras del ideal utópico de un mundo mejor. Platón, Campanella, Thomas Moro, Francis Bacon, Rabeláis, el propio Rousseau y posteriormente los socialistas utópicos Saint-Simon, Fourier o Robert Owen, son algunos ejemplos de este ideal de liberación y esperanza de un mundo opresivo e invivible en el cual hallar la vida en armonía, respeto mutuo, igualdad, paz, libertad y felicidad.
En el siglo XX, en la misma línea, la obra de Hilton serviría a Capra como inspiración para acercarnos a través del cine a la aspiración de todo ser humano de hallar antes o después su "Shangri-La". Su paraíso.
Quisiera resaltar en este punto algunos diálogos de la película.
En una conversación entre Robert Conway y el Lama Chang, el primero le pregunta:
-"¿Qué religión profesan aquí?"
Y el Lama Chang le responde:
-Yo diría que nuestra creencia común se basa en la moderación. Predicamos la virtud que reside en evitar los excesos de cualquier tipo, incluso el exceso de virtud misma. Gobernamos con una severidad moderada y a cambio nos corresponden con una moderada obediencia; como resultado nuestro pueblo es moderadamente honesto, moderadamente puro y moderadamente feliz."
La conversación de Conway con el Gran Lama encuentra en la novela de Hilton pasajes más explícitos sobre la naturaleza y la esencia de Shangri-La, por ejemplo cuando el Gran Lama le dice a Conway: “Veo un tiempo en el que el hombre, exultante en la técnica del homicidio, montará en cólera de tal modo contra el mundo, que todas las cosas preciosas estarán en peligro, cada libro y pintura, todos los tesoros acumulados durante dos milenios”.
Con los tiempos que corren, la película presenta un argumento totalmente actual, con sentencias impresionantes, denuncias sociales estremecedoras e imágenes que transmiten una fuerza y una intensidad brutales.
En estas dos películas, Frank Capra nos presenta una visión pesimista y angustiosa sobre la deriva suicida que tomó el mundo en que vivía y que desgraciadamente, es el nuestro corregido y aumentado.
El hombre común, representado por George Bailey, no tiene futuro sino para vivir como un esclavo sin posibilidad de redención alguna en un entorno despiadado, salvaje y hostil y debe resignarse como un cordero camino del matadero entre lo malo y lo peor.
En Robert Conway encontramos la personificación del  espíritu prométeico del ser humano. El que llega a reconocer por sí mismo que vive en Matrix pero que alberga la esperanza de huir de ella, ni que sea como mecanismo de defensa ante la sensación de vacío existencial y la insoportable sensación de seguir siendo un esclavo hasta su muerte.
Movido por la utopía, algo vibra en Conway cuando el gran lama le dice en la estancia escasamente iluminada por la luz de una vela aquello de: "Hay momentos en la vida de todo hombre en que este vislumbra la eternidad."
No hay opción: o te quedas en Shangri-La o vuelves con la cabeza gacha a Bedford Falls. 
Esto es lo que hay aunque la jodida clave es encontrar el camino.
Brindo para que todos los que me leáis (y yo mismo), podamos salir del redil y encontremos, como lo consiguió Robert Conway nuestro Shangri-La y podamos escapar del triste, trágico y miserable destino que el sistema reserva al pobre George Bailey.
Convengo en que vivir (con sus más y sus menos), es una bella experiencia a la par que un terrible, lacerante y azaroso camino dentro de un laberinto envuelto en un  perverso acertijo inserto en un irresoluble enigma.
Menudo marrón!!!
No me busquéis en Bedford Falls. Nos vemos en Shangri-La y me comprometo a deciros donde está tan pronto lo encuentre. Cuestión de Fraternidad...

21.1.14

Cuando la pintura cobra vida y se convierte en algo inquietante

El pasado sábado, bien entrada la madrugada, un buen amigo (masón sin mandil), llamémosle Mabuse, tal y como yo le llamo y él se reconoce, me dijo que visitara la web de Rino Stefano Tagliafierro, un realizador experimental que, utilizando técnicas digitales, había "dado vida" a obras de la pintura clásica y que no me lo podía perder.
Estuvimos hablando por teléfono bastante rato y yo le manifesté que era bastante reticente a los "tejemanejes" informáticos para crear realidades virtuales. Que soy un tipo antiguo, vaya.
No obstante, buen conocedor de quien os escribe (y no sé si es por la amistad de tantos años o por los aquelarres de absenta y marihuana que hemos compartido juntos), insistió en que visionara el vídeo de marras y si no quería hacerlo por su consejo lo hiciera al menos en honor a mis admirados Poe, Wilde o Machen y que si lo hacía, estaba convencido de que aquella noche, no podría dormir.
Hice la prueba y el malvado Mabuse no se equivocaba.
Resultado de mi experiencia, os paso el vídeo del "maudit" Rino Stefano Tagliafierro, que utilizando las técnicas más avanzadas (supongo, porque no sé nada de informática, ni me interesa a no ser que la necesite para fines profanos), consiguió despertar en mí un estado de inquietud y vacío cósmico como el que debió sentir Heráclito al sentarse ante el río y observar su permanente fluir, o Poe, al escribir "El Retrato Oval" o el perversamente bello Dorian Gray, al contemplar con horror su propia imagen en el maldito retrato.
La sensación que sentí fue enfrentarme con algo extraño, irreal, inhumano. 
Os puede parecer idiota, pero fue así. 
No soy capaz de expresar lo que sentí, por lo cual prefiero citar a mi admirado Arthur Machen en "El Pueblo Blanco", del cual me declaro devoto, para que él hable por mí. Lo cito textualmente y aconsejo su lectura antes de ver el vídeo:
"Ambrosio dijo: Brujería y santidad, he aquí las únicas realidades, Y prosiguió: la magia tiene su justificación en sus criaturas; comen mendrugos de pan y beben agua con una alegría mucho más intensa que la del epicúreo.
¿Os referís a los santos?
Si, y también a los pecadores, creo que vos caéis en el error frecuente de los que limitan el mundo espiritual a las regiones del bien supremo.
Los seres extremadamente perversos forman parte también del mundo espiritual. El hombre vulgar, carnal y sensual no será jamás un gran santo. Ni un gran pecador. En nuestra mayoría somos simplemente criaturas de barro cotidiano, sin comprender el significado profundo de las cosas, y por esto el bien y el mal son en nosotros idénticos: de ocasión sin importancia.
¿Pensáis, pues que el gran pecador es un asceta lo mismo que el gran santo?
Los grandes, tanto en el bien como en el mal, son los que abandonan las copias imperfectas y se dirigen a los originales perfectos. para mí no existe la menor duda, los más excelsos entre los santos jamás hicieron ‘una buena acción’, en el sentido común de la palabra. Por el contrario existen hombres que han descendido hasta el fondo de los abismos del mal, y que en toda su vida, no han cometido lo que vosotros llamáis una ‘mala acción’.
Se ausentó un momento de la estancia, Cotgrave se volvió a su amigo y le dió las gracias por haberle presentado a Ambrosio.
Es formidable, dijo. Jamás había visto a un chalado de esta clase
Ambrosio volvió con una nueva provisión de whisky y sirvió a los dos hombres con largueza. Criticó con ferocidad la secta de los abstemios, pero se sirvió un vaso de agua. Iba a reanudar su monólogo cuando Cotgrave le atajó.
Vuestras paradojas son monstruosas. ¿Puede un hombre ser un gran pecador sin haber hecho nunca nada culpable? ¡Vamos hombre!
Os equivocáis completamente, dijo Ambrosio, pues soy incapaz de paradojas: ¡ojala pudiera hacerlas! He dicho simplemente que un hombre puede ser un gran conocedor de vinos de Borgoña sin haber entrado jamás en una taberna. Esto es todo, y ¿no os parece más una perogrullada que una paradoja?.
Vuestra reacción revela que no tenéis la menor idea de lo que puede ser el pecado.
¡Oh! naturalmente existe una relación entre el Pecado con mayúscula y los actos considerados como culpables: asesinato, robo, adulterio, etc. Exactamente la misma relación que existe entre el alfabeto y la poesía genial.
Vuestro error es casi universal: os habéis acostumbrado como todo el mundo a mirar las cosas a través de unas gafas sociales. Todos pensamos que el hombre que nos hace daño a nosotros o a nuestros vecinos es un hombre malo. Y lo es desde el punto de vista social. ¿Pero no podéis comprender que el Mal, en su esencia, es una cosa solitaria, una pasión del alma?. El asesino corriente, como tal asesino, no es en modo alguno un pecador en el verdadero sentido de la palabra. Es sencillamente una bestia peligrosa, de la que debemos librarnos para salvar nuestra piel. Yo lo clasificaría mejor entre las fieras que entre los pecadores.
Todo esto me parece un poco extraño.
Pues no lo es, el asesino no mata por razones positivas, sino negativas, le falta algo que poseen los no-asesinos. El Mal por el contrario es totalmente positivo. Pero positivo en el sentido malo. Y es muy raro. Sin duda hay menos pecadores verdaderos que santos. En cuanto a los que llamáis criminales, son seres molestos, desde luego, y de los que la sociedad hace bien en guardarse; pero entre sus actos antisociales y el Mal existe un abismo. ¡Creedme!.
(…). ¿Opináis pues que no comprendemos la verdadera naturaleza del Mal?
Lo sobrestimamos. O bien lo menospreciamos. Por una parte, llamamos pecado a las infracciones de los reglamentos de la sociedad de los tabúes sociales. Es una exageración absurda. Por otra parte atribuimos una importancia tan enorme al ‘pecado’ que consiste en meter mano a nuestros bienes o a nuestras mujeres que hemos perdido absolutamente de vista lo que hay de horrible en los verdaderos pecados.
Entonces ¿qué es el pecado?, dijo Cotgrave
Me veo obligado a responder a su pregunta con otras preguntas. ¿Que experimentaría si su gato o su perro empezaran a hablarle con voz humana? ¿Y si las rosas de su jardín se pusieran a cantar? ¿Y si las piedras del camino aumentaran de volumen ante sus ojos? Pues bien, estos ejemplos pueden darle una vaga idea de lo que realmente es el pecado.
(…). Me asombra usted, dijo Cotgrave. Jamás había pensado en todo esto. Si realmente es así hay que volverlo todo al revés. Entonces según usted la esencia del pecado sería
Querer tomar el cielo por asalto, respondió Ambrosio. El pecado consiste en mi opinión, en la voluntad de penetrar de manera prohibida en otra esfera más alta. Esto explica que sea tan raro. En realidad pocos hombres desean penetrar en otras esferas, sean altas o bajas, y de manera autorizada o prohibida. Hay pocos santos. Y los pecadores, tal como yo los entiendo, son todavía mas raros. Y los hombres de genio (que a veces participan de aquellos dos) también escasean mucho… Pero puede ser más difícil convertirse en un gran pecador que en un gran santo.
¿Porque el pecado es esencialmente naturaleza?
Exacto. La santidad exige igualmente un esfuerzo igualmente grande, o poco menos, pero es un esfuerzo que se realiza por caminos que eran antaño naturales. Se trata de volver a encontrar el éxtasis que conoció el hombre antes de la caída. En cambio el pecado es una tentativa de obtener un éxtasis y un saber que no existen y que jamás han sido dados al hombre y el que lo intenta se convierte en demonio.
Ya le he dicho que el simple asesino no es necesariamente un pecador. Esto es cierto, pero el pecador es a veces asesino. Pienso en Gilles de Rais, por ejemplo. Considere que, si el bien y el mal están igualmente fuera del alcance del hombre contemporáneo, del hombre corriente, social y civilizado, el mal lo está en un sentido mucho más profundo.
El santo se esfuerza en recobrar un don que ha perdido; el pecador persigue algo que no ha poseído jamás. En resumidas cuentas reproduce la Caída.
(….). Pero ¿es que no sentiríamos a despecho de todo un cierto horror, este horror, de que me hablaba hace un momento al invitarme a imaginar unas rosas que rompiesen a cantar?
Si fuésemos seres naturales, sí. Pero en la mayoría de nosotros, los convencionalismos, la civilización y la educación han embotado y oscurecido la naturaleza. A veces podemos reconocer el mal por el odio que manifiesta al bien, y nada más, pero esto es puramente fortuito. En realidad, los Jerarcas del Infierno pasan inadvertidos a nuestro lado.
¿Piensa que ellos mismos ignoran el mal que encarnan?
Así lo creo. El verdadero mal en el hombre es como la santidad y el genio. Es un éxtasis del alma, algo que rebasa los límites naturales del espíritu, que escapa a la conciencia. Un hombre puede ser infinitamente y horriblemente malo, sin sospecharlo siquiera. Pero repito: el mal, en el sentido verdadero de la palabra, es muy raro. Creo que incluso cada vez lo es mas.
Procuro seguirle, dijo Cotgrave. ¿Cree usted que el Mal verdadero tiene una esencia completamente distinta de lo que solemos llamar el mal?
Absolutamente. Un pobre tipo excitado por el alcohol vuelve a su casa y mata a patadas a su mujer y a sus hijos. Es un asesino. Gilles de Rais es también un asesino. Pero ¿advierte usted el abismo que los separa? La palabra es accidentalmente la misma en ambos casos, pero el sentido es totalmente distinto.
Cierto que el mismo débil parecido existe entre todos los pecados sociales y los verdaderos pecados espirituales, pero son como la sombra y la realidad. Si usted es un poco teólogo tiene que comprenderme.
Le confieso que no he dedicado mucho tiempo a la teología, observó Cotgrave. Lo lamento; pero volviendo a nuestro tema ¿cree usted que el pecado es una cosa oculta, secreta?
Si. Es el milagro infernal, como la santidad es el milagro sobrenatural. El verdadero se eleva a un grado tal que no podemos sospechar en absoluto su existencia. Es como la nota más baja del órgano, tan profunda que nadie la oye. A veces hay fallo, recaídas, que conducen al asilo de locos o a desenlaces todavía más horribles. Pero en ningún caso debe confundirlo con la mala acción social. Acuérdese del Apóstol: hablaba del otro lado y hacia una distinción entre las acciones caritativas y la caridad. De la misma manera que uno puede darlo todo a los pobres y, a pesar de ello, carecer de caridad, puede evitar todos los pecados y, sin embargo ser una criatura del mal.
¡He aquí una psicología singular!, dijo Cotgrave. Pero confieso que me gusta. Supongo que según usted, el verdadero pecador podía pasar muy bien por un personaje inofensivo, ¿no es así?. Ciertamente. El verdadero mal no tiene nada que ver con la sociedad. Y tampoco el Bien, desde luego. ¿Cree usted que se sentiría a gusto en compañía de san Pablo? ¿Cree usted que se entendería bien con Sir Galahad?. Lo mismo puede decirse de los pecadores. Si usted encontrase a un verdadero pecador y reconociese el pecado que hay en el sin duda se sentiría horrorizado. Pero tal vez no existiría ninguna razón para que aquel hombre le disgustara. Por el contrario es muy posible que si lograba olvidar su pecado, encontrase agradable su trato.
¡Y sin embargo! ¡No! ¡Nadie puede adivinar cuan terrible es el verdadero mal..! ¡Si las rosas y los lirios del jardín se pusieran a cantar esta madrugada, si los muebles de esta casa empezaran a desfilar en procesión como en el cuento de Maupassant…!
Celebro que vuelva a esta comparación, dijo Cotgrave, pues quería preguntarle a que corresponden, en la humanidad estas proezas imaginarias de las cosas que usted cita.
Repito: ¿que es pues el pecado? Quisiera que me diese un ejemplo concreto.
Por primera vez Ambrosio vaciló:
Ya le he dicho que el verdadero mal es muy raro. El materialismo de nuestra época que tanto ha hecho para suprimir la santidad, tal vez ha hecho más aun para suprimir el mal. Encontramos la tierra tan cómoda, que no sentimos deseos de subir ni de bajar. Todo ocurre como si un especialista del Infierno realizase trabajos puramente arqueológicos".

Malvado Mabuse: eres el puto amo. Seas Por Siempre Alabado!.

PD: Tienes pagada una absenta en el lugar de siempre. Y gracias.



17.1.14

Monográfico sobre Daniel Beresniak en CULTURA MASÓNICA

La revista CULTURA MASÓNICA ha publicado un exhaustivo y excelente trabajo sobre la obra de Daniel Beresniak, uno de los grandes ensayistas y pensadores de referencia mundial en Francmasonería, cuya vida y obra se aborda en profundidad. 
Podéis bajarla en formato pdf.
Altamente recomendable.




Sobre la Neurociencia Espiritual o de la Complejidad del Cerebro Humano


Un estudio realizado por los neurocientíficos Mario Beauregard y Vincent Paquette, de la Universidad de Montreal en 2006, utilizó la  técnica de imágenes de resonancia magnética, que permite registrar la actividad cerebral, para identificar los cambios en el cerebro cuando un individuo atraviesa una experiencia mística.
Durante la investigación, se midió la actividad cerebral de un grupo de monjas carmelitas cuando éstas se sentían en un estado subjetivo de unión con Dios. 
Se descubrió así que la experiencia implicaba diversas partes del cerebro, como la corteza orbitofrontal central, el lado derecho de la corteza temporal media, los lóbulos parietales inferior y superior derechos, la corteza izquierda prefrontal media o la corteza cingulada anterior izquierda, entre otras.
Según informó al respecto Scientific American en su edición del 3 de octubre, de este estudio se desprende que los estados místicos profundos, o la experiencia religiosa, implican una amplia gama de regiones cerebrales. 
La investigación tenía como principal objetivo verificar una hipótesis formulada en la Universidad de California en San Diego hace una década, conocida como "punto de Dios". Esta hipótesis situaba la experiencia mística en el lóbulo temporal y se basa en el estudio de numerosos enfermos de epilepsia del lóbulo temporal, que con frecuencia relatan experiencias místicas.
Según la investigación de Beaugerard, sin embargo, el "punto de Dios" no existe en el cerebro, ya que cuando una persona vive una experiencia mística, todo su cerebro se ve implicado, señala Nature, si bien queda de manifiesto que el cerebro tiene la capacidad de vivir experiencias místicas y que por tanto cualquier persona, independientemente de si comparta o no una fe religiosa, es susceptible de vivir estas experiencias
Durante el experimento con las carmelitas, fueron recogidas imágenes de resonancia magnética de cortes transversales del cerebro cada tres segundos, y del cerebro completo cada dos minutos. Una vez registrada la actividad cerebral, los científicos compararon los patrones de activación en las distintas situaciones (el recuerdo social y el místico), descubriendo las áreas del cerebro que se activaban con más fuerza durante la experiencia mística que en los otros casos. 
De esta forma descubrieron que la memoria espiritual vigoriza varias regiones cerebrales durante estos recuerdos, como el núcleo caudado, que es la región del centro del cerebro relacionada con el aprendizaje, la memoria o el enamoramiento (de ahí, tal vez, la sensación de amor incondicional a la que aluden los místicos).
También descubrieron otra zona cerebral activada, la corteza insular, vinculada a las emociones y a los sentimientos, y que podría estar en el origen de las emociones agradables que suelen asociarse a las conexiones con lo divino.
Por último constataron que también se activó el lóbulo parietal del cerebro (relacionado con la conciencia espacial), lo que podría explicar la sensación de hallarse inmerso en algo mucho mayor que nosotros mismos típica de este tipo de experiencias.
Según los investigadores, la cantidad (una docena) y diversidad de regiones cerebrales implicadas apunta a que el fenómeno de la espiritualidad es altamente complejo en el ser humano. De hecho, estos estados se producen gracias a una red neuronal que se encuentra distribuida por todo el cerebro, asegura Beauregard.
Beauregard explica sobre los resultados de su investigación que anteriores estudios neurológicos se han centrado en la relación entre la meditación y la oración, pero no sobre la experiencia mística en sí misma, por lo que eligieron a las monjas carmelitas contemplativas debido a su tradición mística. Los estudios neurológicos anteriores sobre estos procesos se han desarrollado con monjes budistas, practicantes de la meditación, y franciscanos, practicantes de la oración, por lo que la investigación de Beaugerard constituye un desarrollo de las investigaciones anteriores.
El interés por definir el papel del cerebro en la experiencia mística ha ido aumentando con la llegada de nuevas tecnologías de medición de la actividad de las neuronas. Conocer lo que sucede durante la oración o la meditación o durante episodios inspirados de fervor religioso a nivel neuronal podría ayudar, señalan los científicos, a inducir este tipo de experiencias de manera artificial, dado el efecto positivo que parecen tener en el ser humano.
Por otro lado, a los científicos les resulta importante comprender mejor las bases neuronales de un fenómeno que ha jugado siempre un papel central en todas las culturas y tiempos, de la misma forma que les interesa conocer las bases neuronales de la emoción, la memoria o el lenguaje.
Se han realizado asimismo estudios que implicaban ejercicios de meditación profunda, basada en el uso de imágenes mentales, o de oraciones, dando lugar a una nueva ciencia denominada neuroteología, que estudia la neurología del sentimiento religioso y de la espiritualidad. Voluntarios de diversas confesiones religiosas han sido analizados en sus momentos de meditación, en investigaciones realizadas por especialistas como James austin (del Massachussets Technological Institute o  Andrew Bewberg y Eugene D'Aquili, de la Universidad de Pensylvania. 
Estos últimos descubrieron por ejemplo que, en el estado de meditación profunda, se desactivan regiones del cerebro reguladoras de la construcción de la propia identidad, lo que permite que el sujeto pierda durante su práctica el sentido del propio yo individual, que establece la frontera entre él mismo y todo lo demás, y se sienta así integrado en una totalidad única transcendente.
Asimismo, las imágenes cerebrales obtenidas por medio de la tomografía computerizada por emisión de un solo fotón (SPECT), sobre voluntarios en meditación, han revelado una actividad inusual de la región prefrontal dorsolateral y un decaimiento de la actividad del área de orientación del lóbulo parietal, que procesa la información sobre el espacio y la ubicación del cuerpo en el mismo: determina dónde termina el propio cuerpo y comienza el espacio exterior.
En conclusión, de este conjunto de investigaciones, que se desprende que el cerebro alberga la capacidad de conectar con una realidad que transciende la de los objetos, tanto físicos como mentales, percibida habitualmente, lo que confirma una experiencia común descrita por las diferentes tradiciones religiosas.
Al mismo tiempo, estas investigaciones ponen de manifiesto únicamente lo que realmente podemos saber, es decir, las reacciones cerebrales ante determinadas experiencias, pero en ningún caso establecer el carácter espiritual o místico de estas experiencias, ni mucho menos explicar o demostrar una realidad trascendente más allá de la percibida ordinariamente.

Fuentes: 
Tendencias21.net