Ensayo de Daniel Ligou publicado en el blog Rito Francés
En el seno de una famosa sesión del Convento del GODF del 13 de septiembre de 1877,el Pastor Frédéric Desmons, en ejercicio en el seno de la logia Saint Geniès de Maloirès y miembro a su vez del Consejo de la Orden se planteó votar, y logró por una amplia mayoría que el principio “del agnosticismo” de la Obediencia fuera toda una premisa que suprimiría el artículo 1 de la Constitución del GOdF la afirmación, calificada después como dogmática ”, que la Masonería tenía “por base la existencia de Dios y la inmortalidad del alma ". A la demanda del Gran Maestre el Dr. Antoine de Saint Jean, el Convento añadía que la institución “no excluía nadie por sus creencias ", reservas que no debían, según él impedir que las obediencias anglosajonas rompiesen con el GODF.
Esta decisión, con sus consecuencias seculares, ha sido la expresión de la gran mayoría de los hermanos, y sobre todo del ala más activa, no es, a nuestro sentido dudosa. Los dignatarios se encontraron con una ola de fondo - que explican a la vez las circunstancias políticas y la evolución intelectual de las clases sociales en las cuales se reclutaban los hermanos- a la cual no pudieron resistir, a pesar de sus buenas intenciones y sus hábiles maniobras contemporizadoras. Quizá pensaban que una deliberación conventual como aquella no podía ser cosa definitiva, y que llegarían, a pesar del voto, y porque tenían en manos los mecanismos de la Obediencia, la idea de poder “neutralizar” el movimiento, y, en cualquier caso, evitar promoverlo hasta sus extremas consecuencias, “interpretando” en un sentido tradicional la decisión tomada.
El problema del ritual
El problema del ritual era, desde esta óptica una cuestión absolutamente capital.
Que los dignatarios de la Orden consiguiesen mantener éste (Ritual) en su integralidad tras la decisión de 1877, perdía toda vigencia, puesto que, durante más de un siglo, la Masonería francesa había vivido sin “definición”
De esta forma se dotaba a los dignatarios de los argumentos suficientes para defender al Gran Oriente de Francia de las masonerías anglosajonas que, después de todo, no habían roto sus relaciones con Argentina, Hungría o Bélgica cuando las potencias masónicas de estos países habían afirmado un “agnosticismo” constitucional no mencionando la existencia del Gran Arquitecto en sus cartas. Pero, si los rituales se transformaran en un sentido “positivista”, suprimiendo, en particular, la invocación o la mención del Gran Arquitecto, la acusación de faltar a las Constituciones de Anderson tomaban un carácter mucho más serio.
Los partidarios de la modificación constitucional habían comprendido la importancia del problema puesto que la comisión de la cual Desmons había sido el ponente, había propuesto “poner los rituales en armonía con las modificaciones que acaban aportarse a la Constitución ".
El Presidente de Convento respondió que la cuestión le parecía solucionada de derecho, pero que vendría al día siguiente en el orden del día, como era su deseo. Se trataba, en realidad, de un texto de la logia “ L´Avenir “ del Oriente de Paris que pedía la supresión de las “pruebas físicas”, deseo y moción a presentado en los Conventos anteriores, siendo siempre rechazado por la mala voluntad del Consejo de la Orden
. Después de un debate confuso, el Convento decidió modificar los rituales y devolver la aplicación de esta decisión al Consejo del Orden que se ajustaba a los estatutos de la asociación - y, en la Tenida del 27 de octubre de 1877, dicho Consejo, a la solicitud de Heredia (el hermano del poeta), encargó a Jean-Marie Caubet, un “gambettiste”, y Eugène Vienot, un protestante rouanés, que tomaran el asunto en sus manos. Ambos eran moderados, y también masones expertos, que, bajo el Segundo Imperio, habían sido firmes opositores al Príncipe Murat, pero a la vez habían mantenido buenas relaciones con sus sucesores. El primero era positivista, amigo de Massol, Bancel y Littré, el segundo un espiritualista a lo Desmons, que, como él había aceptado la reforma de 1877 para evitar a los hermanos no creyentes cometieran una hipocresía haciéndose iniciar.
En una comunicación al coloquio de Bruselas (1977), intentamos determinar las directrices de la evolución del ritual del GODF durante el siglo XIX “Ideológicamente”, éste apenas evolucionado desde el “Regulador” de 1801, y los rituales elaborados por el príncipe Murat y su equipo en 1858, definiendo uno y otro una masonería bastante tradicional, inspirados a la vez de la herencia de las Luces y de un espiritualismo bastante insípido, pero que, debido a esta sosería propia, apenas si podía obstruir las conciencias. El hecho de que “la enmienda por la que Duez " define la Masonería como el reconocimiento de la existencia de Dios y la inmortalidad del alma” y se haya votado por unanimidad en 1849, da prueba de que el ateísmo doctrinal no tenía lugar aún entre las columnas masónicas de mediados del siglo.
Pero una cosa es el ritual “oficial”, y otra su aplicación. Ahora bien, al Gran Oriente de Francia, aún actualmente, las logias tienen, en este ámbito, la práctica de hacer un poco lo que quieren. Era lo mismo en el siglo XIX, y el ritual masónico conoció distintas evoluciones también bastante contradictorias.
Si el ocultismo había hecho tanta devastación en el Siglo de las Luces, y éstas parecían haber desaparecido, sin embrago encontramos “distintas desviaciones”. La más conocida, pero seguramente numéricamente menos importante, es la transformación de la logia en un club político y su evolución hacia el “carbonarismo” que, a nivel puramente masónico, consigue una alteración, o, generalmente, una desaparición del ritual considerado como una “forma caduca”
J. Baylot intentó elaborar una lista que llegó a una treintena de talleres, algunos de los cuales desempeñaron un papel innegable en la oposición liberal bajo los regímenes autoritarios, aunque su duración haya sido a menudo breve. Más importante y seguramente más espectacular es la expansión, en algunas logias, del ritual que se vuelve a la vez complicado, largo, y a menudo formado por elementos heterogéneos, a veces prestados a pseudo-iniciaciones antiguas y dando un paso por demasiado importante a las “pruebas físicas”, de una manera a veces absurda.
Se tienen mofado, no sin razones, sobre el famoso “hermano cirujano " que sobrevivirá hasta Murat o sobre tal iniciación en la cual “la prueba del aire” desplegaba sus documentos a bordo de un “montgolfière”. Todo eso carecía un poco obviamente de seriedad. Y eran los bonitos días del “planche a boules” y de la báscula (un tablero sobre un rodillo) que aún hoy algunas logias utilizan.
En realidad, a partir de 1850, se había renunciado generalmente a estas operaciones espectaculares y la mayoría de los talleres adoptaban un ritual “ecléctico” que limitaba el impacto del psicodrama en la iniciación o la subida al tercer grado, manteniendo los elementos esenciales, libre “de decirlo” más que a hacerla vivir. De todas formas, apenas se comprendía ya el sentido, y el aspecto “novatada” tendía a triunfar, lo que implicaba que algunos hermanos solicitaran la abolición completa de estas pruebas. El resultado es que el ritual tradicional se encontraba atacado por una parte por los racionalistas positivistas que querían retirarle todo carácter iniciático en nombre de la luz y de lo inteligible, y por otros hermanos - o a veces los mismos - que encontraban que las pruebas físicas no estaban ya acuerdo con el siglo, y retiraban a la Masonería su seriedad con el resultado de descartar algunos notables del mundo intelectual que se negaban a practicar tales chiquilladas.
Se ve pues, que la situación de los dignatarios encargados de la reforma de los rituales no era fácil, ya que debían a la vez tener en cuenta las tradiciones masónicas que ningún de ellos se decidía a abandonar completamente, y su deseo de no romper con la Masonería universal creando algo demasiada diferente de lo que se practicaba más allá fronteras-estos argumentos serán muchas veces utilizados por los “conservadores”- tras dejar su parte a las tendencias positivistas que se han convertido en mayoritarios dentro del “pueblo masónico ".
Estas exigencias contradictorias explican las vacilaciones de los dignatarios, e, incluso cuando los “positivistas” radicales, después de 1885, definitivamente habían triunfado a la cabeza del Orden, con el mantenimiento de una buena dosis de los elementos tradicionales en los rituales de 1887.
Los dos Comisarios Caubet y Vienot estuvieron como muertos durante el final 1877 y de todo el año 1878 a pesar de la agitación que había en las logias. En noviembre de 1877, la logia de Nancy, Saint Jean de Jerusalén, siendo muy tradicionalista y mediante la voz autorizada de su Venerable el Hermano Marchal, que se había elevado contra la supresión del artículo l, anunció la dimisión de su Venerable y reclamaba nula modificación que se debía introducir en el ritual: “La logia permanecerá en la Obediencia, pero bajo condición que los rituales actuales no estén alterados bajo el pretexto de ponerlos de acuerdo con el voto de la Asamblea, lo que nos aparece como una consecuencia absolutamente necesaria, teniendo en cuenta que los rituales no pertenecen especialmente a una Obediencia, sino a la Masonería universal ",
Reclamación a la cual el Consejo del Orden respondió de una manera positiva.
Efectivamente, las autoridades masónicas seguían imperturbablemente correspondiendo sobre el papel al titulado “a la Gloria del Gran Arquitecto del Universo ". Y, el 24 de abril de 1878, un deseo de la Logia “ L´Avenir” que reclamaba de nuevo la supresión de las pruebas físicas era saludada en el Consejo por una inclusión de de tal demanda en orden del día, cuestión muy significativa.
En el Convento de 1878, se presentaron tres demandas reclamando la abolición de estas pruebas (“L ´Avenir , La Liberté de Conscience, y el Hermano Décembre-A1lonier), mientras que el mismo Hermano reclamaba que, para la revisión, el Consejo se agregue a la colaboración “de una comisión consultiva compuesta de Masones eruditos, que conocieran perfectamente la historia y las tradiciones de nuestra institución ".
Se devolvieron todos estos textos al Consejo y a la Comisión de estudio del Ritual, lo que al fin a la postre era de uso común. Pero, el 10 de septiembre estalló un grave incidente en la sesión. El hermano Rousselle “ desafió al Consejo de la Orden sobre la cuestión de la reforma de los rituales votada por Convento de 1877 " y afirmó que los dignatarios habían asumido compromisos contrarios a la decisión conventual.
El Gran Maestre de Saint- Jean, respondió afirmando que se había nombrado a una comisión, pero que ante la actitud de las potencias masónicas extranjeras, “había interés en la Masonería francesa en remitir el trabajo reclamado " que era una “cosa seria y de larga duración”.
Luego, después de haber mencionado la opinión del hermano Findel y de Bauhutte, y para agrandar el conocimiento de los masones franceses por Hubert y la Cadena de Unión, concluyó el orden del día así de simple.
El debate rebrota por las intervenciones de los hermanos Bussière, Maynard y Corbières que presentaron en el orden del día en que reclaman que la modificación esté efectuada antes de Convento de 1879, lo que de Saint- Jean rechazó, pero el Consejo no lo siguió, ante lo cual el Gran Maestre presentó su dimisión que deberá retirar más tarde.
Al día siguiente 11, esto fue a la vuelta de Caubet sufrir el fuego de los diputados. Se le desafió “para saber si, en la redacción de los nuevos rituales, se proponía conservar la fórmula “A la gloria del GADLU ". Caubet respondió con mala fe “que todos los que lo conocían supieran que defendió, toda su vida, el principio adoptado por la última Asamblea, que, en esta redacción, se inspiraría en los sentimientos que siempre lo habían animado.
En cuanto a los detalles que indican por adelantado lo que será esta revisión, piensa que es imposible especificarlos antes de que se haga un estudio completo ", a lo que el Hermano Danet respondió con mucha sensatez que “si la reforma de los rituales pide un año más, no es necesario un año para suprimir la fórmula “A la gloria del GADLU " sobre las planchas oficiales que emanan del GODF ".
El futuro prefecto de policía responde “que la Administración del GODF no se preocupó hasta ahora de esta fórmula, la actitud de algunas potencias masónicas extranjeras tenían sobre este punto algunas reservas, que se limitó a tratar en las grandes cuestiones planteadas por la reforma del año pasado, pero que esperaba se pudiera remitir con todos los detalles de esta naturaleza, así como llevar a cabo las consecuencias del voto de la última Asamblea ". La vuelta triunfal de Saint- Jean paró en seco el debate.
Éste se reanudó por un incidente. Un hermano que pide “si, de ahora en adelante, se permite a las logias suprimir las pruebas físicas ", el Presidente le contestó firmemente que “los rituales actuales deben respetarse mientras no se modifiquen, porque son la norma y la ley. Algunas logias parecen descuidar las fórmulas simbólicas. Es allí un hecho deplorable que no puede faltar la llamada de atención del Consejo del Orden ".
A pesar de estas amenazas, los tradicionalistas habían debido retroceder. La mayoría del Consejo se había negado a seguir de Saint- Jean, y en prueba de fuerza y de forma, voluntaria, y aceptando la propuesta Bussière,a redactar un ritual revisado antes de Convento de 1879. Por ello, a partir del 15 de diciembre, en el Consejo, el hermano Massé reclamó que la Comisión se preocupara “de la tarea que le incumbe” y de acelerar su trabajo, de depositar su texto para que puedan estudiarlo a su debido tiempo.
Caubet respondió afirmando, como lo había hecho en el Convento, que “ la Comisión no perdiera de vista las promesas hechas… Recoge en este momento los rituales de las distintas potencias masónicas para compararlos e inspirarse si es preciso, y sabrán ponerse a su debido tiempo a la obra ". El 8 de febrero de 1879, es él mismo Vienot el que insistió “para que la Comisión active su trabajo y haga cuanto antes el depósito ". Era necesario concluir y era tanto más difícil cuanto que la Comisión se encontraba reducida a su más simple expresión, ya que Caubet, que se ha convertido en director de la policía municipal de París tenía otras preocupaciones en cabeza. El 22 de marzo, a la solicitud de Vienot él mismo y de los hermanos Cammas y Dalsace, el Consejo decidía descargarse de este trabajo y devolverlo al Gran Órgano colegiado de los Ritos.
El Gran Órgano colegiado, que presidía de Saint -Jean desde 1874, se puso rápidamente a la obra, y, a principios de junio, presentó su trabajo al Consejo en la sesión del 6 de junio. El Consejo comenzó por estudiar las demandas relativas a la supresión de las pruebas y las descartó formalmente: “El Consejo, sin adoptara la opinión de la Comisión de revisión de los rituales, ni a la opinión del Gran Colegio de Ritos, al referir a sus anteriores decisiones sobre la materia, se decide a priori por el mantenimiento de las pruebas simbólicas, cuyos signatarios con las demandas encima piden la supresión, y se pasa al orden del día ". Después de que se estudió las propuestas del Gran Colegio de Ritos, artículo por artículo, los aprobó antes de decidir si se someterían a la impresión antes de Convento. En la sesión del 11 de agosto, los ejemplares estaban dispuestos someterse a los diputados, y, en Convento, el Presidente pudo afirmar que los “nuevos rituales están a partir de este día la disposición de las Logias”.
Hacer desaparecer de los rituales, en cada grado simbólico, las distintas fórmulas temiendo que tuvieran un acentuado carácter dogmático exclusivamente religioso ".
Hay pocas cosas que decir sobre estos rituales de 1879. “El Gran Colegio de los Ritos, cumplió esta misión en sus sesiones del 3 y del 4 de mayo. Su trabajo principalmente consistió en hacer desaparecer de los rituales, en cada grado simbólico, las fórmulas que tenían un carácter dogmático, o exclusivamente religioso”. Efectivamente, éstos textos reproducen, en parte, los de Murat.
Digamos que se limitó simplemente a suprimir las expresiones “Dios” o “GADLU” allí donde figuraban, a menudo en una pura función de buscar y reemplazar, sin más.
Desaparece del ritual del primer grado, la cuestión sobre los “Deberes hacia Dios”, o el arrodillamiento en el momento de la consagración del Venerable, lo cual se convierte en una formula más prosaica, lo mismo sucede con el tema de la “Mesa del VM y de los dos vigilantes"; o la definición del tres (3) donde todo el significado era trinitairo; San Juan desaparece, pero se mantiene el sentido bíblico de los “tres golpes” que se dan a la puerta del Templo.
Menos importante son las modificaciones introducidas en los otros dos grados simbólicos, restantes. La explicación de la letra G en el grado de Compañero se lace más laica, al igual que desaparece la invocación a Dios en la señal de honor del grado de Maestro.
No se cuestiona por tanto a los dignatarios, tanto del Consejo de Orden como del Gran Colegio, que fueran esencialmente conservadores, de lo contrario las decisiones conventuales de 1877 les habría llevado a buen seguro que a las mazmorras. Fue necesaria una fuerte presión de las Logias, sobre todo de aquellas muy sensibles en Convento de 1878, al cual el Gran Maestre pierde la dirección de la Obediencia tras, “someterse” a la decisión de éste, para que todo tenga éxito. Pero aún así la medida se considera escasa, ya que los nuevos rituales conservaban la parte fundamental de las tradiciones masónicas, y especialmente se mantenían las pruebas ya que otro lado no aparecía por ninguna parte en los nuevos textos, el espíritu positivista que muchos hermanos querían que apareciera con toda claridad en los rituales. Por ello se se comprende la decepción “del ala progresista” del Gran Oriente de Francia, ante tales situaciones.
De todas las maneras su trabajo como oposición se cristalizó en el transcurso mismo del Convento de 1879, con el tema de las “pruebas”. A partir del 8 de septiembre, mientras que el Gran Maestre San Juan, acababa de presentar los nuevos textos, se depositun debate al efecto. Hubopor tanto un compromiso, sin conclusión clara, entre el hermano Jouaust (de Rennes) que afirmaba que las pruebas no pertenecían a la Masonería primitiva, y que le parecían a menudo ridículas, y el hermano Rousselle que hacía hincapié en la necesidad de la enseñanza simbólica que comportaban
El día 12, el mismo Jouaust y Pernelle pidieron su derogación, el segundo llegó incluso a reclamar que se suprimiera el artículo II de la Constitución (para evitar las iniciaciones-relámpago, como en el caso del mariscal Magnan que había recibido los 33º grados en un día) y que lleva de hecho un efecto “nulo ya que no puede eximirse de las pruebas graduadas fijadas por el ritual masónico”.
El debate fue vivo, y muy señalado por intervenciones favorables a la tradición expuestas por los hermanos Costero, Rousselle, Ménard y Monnereau, mientras que Décembre-A1lonier reclamaban la “libertad” para cada logia, y Didrot pedía la devolución de la cuestión al estudio de los talleres.
La cuestión se animó cuando Jouaust afirmó que las pruebas “eran suprimidas en París por un acuerdo de los Venerables, y por una aprobación tácita del Consejo de la Orden”, afirmación que fue inmediatamente contradicha.
Por último hay que decir que los conservadores triunfaron y el Convento votó un texto de Bordier que de San Juan había aprobado: El Convento, consideraba una parte de la supresión de las pruebas y los viajes simbólicos, que afectaba al carácter mismo de la Masonería. Pero sobre la mesa del Consejo estaba la petición de la logia “Unión y Perseverancia”, al Oriente de de París, pidiendo que “los tres viajes simbólicos de la iniciación masónica “fueran suprimidos y sustituidos por una instrucción histórica hecha por el el Venerable o por el Orador, lo cual recuerda la idea que pudo inspirar sus autores y la razón de su supresión”.
Entre1850 a 1885, la cuestión de las “pruebas” vuelve de nuevo a estar constantemente en el orden del día de los Conventos y en deliberaciones del Consejo, pero la mayoría sigue siendo fiel a la posición de 1879. El ritual seguirá siendo conforme a la tradición, pero con las menciones deístas excluidas de éste. Pero, en dicha fecha, el Gran Oriente de Francia sufre un cambio político: el Presidente del Consejo de la Orden, Charles Cousin, que había sucedido a San Juan muerto en 1882, “convencido ferryste”, renuncia al primer mallete bajo la presión de los radicales que se han convertido en ese momento en mayoritarios en el seno del Consejo. Colfavru, primero y luego Desmons le relevarán en la sucesión.
Los acontecimientos que siguen, están en la lógica de la eliminación de Cousin. El Convento de 1885 suprimió de las Constituciones la fórmula que había conseguido mantener San Juan en 1877: “La Francmasonería no excluye nadie por sus creencias. En la elevada esfera donde se coloca, respeta la fe religiosa y las opiniones políticas de cada uno de sus miembros”. Pero paradójicamente, mantenía el comentario del artículo I que “autorizaba todas las prácticas de culto”, cuyo texto desaparecería en 1904, tras una intervención de Lafferre, para ser sustituido por la formulación actual, recordando de esta manera los principios de 1877.
La ideología lógica del Gran Oriente de Francia había querido dejar morir el Gran Colegio de Ritos, en su bonita muerte,
Dimitiendo de la Presidencia, Cousin renuncia también a sus funciones de Gran Comendador del Gran Colegio de Ritos , y, sin dimitir expresamente, la mayoría de los dignatarios lo siguieron en su jubilación, en ese mismo Convento, se contaban con no más que tres miembros en actividad real. Además, muchos Capítulos y Consejos no eran de ninguna manera favorables a la evolución de la cual eran testigos, y el hermano Hubert, director de la influyente la Revista Cadena de Unión, era su intérprete, lo cual hacía de buen grado.
La ideología lógica del Gran Oriente de Francia había querido dejar morir al Colegio de Ritos en su bonita muerte, pero una serie de hermanos, incluido Louis PoulIe, magistrado en Amiens, que ya había presidido al Gran Colegio en 1883-84 y Charles Fontainas, abogado en París, que debía presidirlo en 1899-1901, creían en la utilidad de un “Senado” y no querían dejar el monopolio de los altos grados al Supremo Consejo del Rito Escocés. Por ello, a partir del 13 de abril de 1885, Poulle, primer Teniente Gran Comendador, informó al Consejo de la situación, pero, después de haber oído a Caubet y a Fontainas, el Consejo “se suspende para resolver”. Se esperaba al Convento.
El Convento se consagró esencialmente a la reforma del Reglamento General y los artículos 222-247, relativos a los talleres de Altos Grados, los caules presentaban a éstos como estrechamente unidos al Consejo del Orden, y retiraban de hecho todo el poder del Gran Colegio quitándole el título de “Supremo Consejo” y dejándole tan solo un papel consultivo.
Después del voto de estos artículos y basándose en ellos, el Consejo pidió al Convento la autorización para disolver el Gran Colegio, y que una delegación limitada en el tiempo a seis meses permitiera reconstituirlo (23 de octubre). El decreto de 31 ponía pues fin a los poderes del antiguo Consejo y designaba para formar la nueva estructura con ocho Hermanos con el Grado 33º en ejercicio, y admitía en en el cargo honorario a Blanche, Cousín y Cammas, así como otros dos masones de Edimburgo, que seguían siendo fieles al principio relaciones con el G.O a pesar del exclusivismo anglosajón.
El decreto se votó, a pesar de las reservas de los FF. Sergent y Francolín. El 6 de enero de 1886, se instalaba al nuevo organismo. Poulle volvía a ser Gran Comendador, Masse y Fontainas, eran nombrados tenientes y Amiable , Gran Orador. “Los tres miembros honorarios rechazaron su nombramiento, y. Hubert, pasa formaba parte del Gran Colegio, aunque desde 1883 había comunicado por carta del 22 de diciembre, su “desaprobación” y de su deseo de retirarse.
Francolín y Hubert alegaban que el Convento y el Consejo se habían excedido en sus poderes y que no correspondía al sentir de las asambleas “de Maestros", de disolver un Taller superior a su grado, aún menos de reclutar a Hermanos del grado 33º. Por ello, el Consejo, en su larga “circular n° l” de 1886, relativa a las modificaciones del Reglamento, intentaba justificar su actitud como consecuencia de una situación que no había querido: el número de miembros activos (es decir, según el nuevo artículo 229, poseyendo el grado 33º grado, y viviendo la Francia continental y teniendo una actividad real en un Taller) se había convertido en inferior a 9 (nuevo artículo 222), y por tanto era necesario reconstituir al “personal” del Gran Colegio , lo que la Asamblea General tenía el derecho hacer. Por otra parte se excluyeron ellos mismos, los “que no reconocían esa autoridad”.
Se podrá discutir eternamente sobre la validez de este “golpe de Estado masónico, pero así fueron los hechos…
En cualquier caso, el terreno estaba libre para una reforma ritual completa la cual reclamaban un buen número de talleres. En el Convento de 1885, aún aumentaron más las peticiones de poder llevar acabo esa reforma. La logia la “Repúblique Democrátique”, al Oriente de París, reclamaba que se adjuntara a las “cuestiones de Orden: el tema ¿Qué es un ciudadano dentro de la República””, “Los Démophiles”, al Oriente de Tours, afirmaban que “el progreso en todas las cosas se acentuaba cada vez más, y que la Masonería había permanecido en un largo retraso en cuanto a las mejoras y el perfeccionamientos realizados desde una serie de años atrás, y que esto había dañado a su prosperidad, y que ello no destacaba a los ojos de los masones serios” y proponían una “ayuda” con el fin de que se modificara rituales y catecismos, dotados con un precio.
Por otra parte citabaa la circular n°1 y precisaba que el Gran Colegio o “será… muy útil auxiliar al Consejo del Orden para la elaboración de nuevos rituales y Cuadernos de instrucción”.
Louis Amiable
La nueva mayoría tenía pues todos los poderes. No se puede acusarlos deno haber hecho las cosas con mucha seriedad, y de hacer todo lo posible para que estos nuevos rituales fueran la expresión exacta de la ideología dominante en el pueblo masónico, y es precisamente Louis Amiable, quien fue la clave maestra de toda esta empresa.
Louis Amiable es hoy uno de los grandes olvidados hoy, y en nuestro sentido e idea creemos que no lo merece. Sobre todo recayó sobre él todo el estudio sobre la Logia parisiense de las Nueve Hermanas (Neuf Soeurs) , bien documentada - ya que tuvo en sus manos los documentos originales de la Logia, desaparecidos desde hacía tiempo y que reaparecen de vez en cuando entre los libreros de viejo-, pero demasiado orientada toda la documentación en la justificación mítica de una Masonería “de las Luces”, como laboratorio de las ideas revolucionarias.
Es también (Amiable) el autor de un buen estudio sobre la magistratura y la Masonería bajo el Antiguo Régimen, en la cual pone en evidencia “la importancia del personal parlamentario en las Logias del siglo XIII, pero sin lograr las conclusiones que se imponían, sobre las concepciones políticas de los “robins” de los tiempos.
En cualquier caso, se trataba de un hermano erudito, humanista y buen jurista – que terminaría su carrera como consejero del Tribunal de Aix-en-Provence. Su vida es una novela un tanto aventurera . Republicano bajo el Imperio, se exilia y se refugia en Constantinopla donde conoció la Masonería. Hizo fortuna a la vez que entra en el Derecho y en el comercio antes de volver a entrar a Francia en 1871, como militar se situó en el ala izquierda del Partido Radical y en masonería se situaba en la tendencia “positivista”. Su nombramiento como miembro del Gran Colegio de Ritos y su elección como Gran Orador iban a darle los medios para realizar su “grand obra”.
Efectivamente, después de la “reforma” del Gran Colegio , todo se desarrolló e muy rápidamente.
A partir de la sesión de instalación, el 6 de enero de 1886, el Gran Colegio pidió que el Consejo del Orden enviara una circular para las cuestiones de las reformas del ritual. Las respuestas de las Logias se transmitirían en dichas respuesta al Gran Colegio que informaría y prepararía una nueva redacción. Sería así mismo para los rituales de 18. al 30e, pero no había que presentar tales textos al Convento del GODF. El día 11, el Consejo de la Orden dio el visto bueno sobre este procedimiento: “El Gran Colegio pide al Consejo de la Orden que enviara a las Logias de la Federación una circular que las invitara a formular por escrito sus observaciones y sus propuestas para la revisión de sus rituales. El 13 de febrero, se envió una circular en este sentido a las logias.
El texto de la circular firmada por e Colfavru “el Presidente del Consejo de la Orden” y de Poulle y Amiable como Secretarios (no mencionaban sus funciones en el Gran Colegio) es precisa, y da prueba muy claramente de la orientación que los nuevos dignatarios pretendían dar al ritual.
El trabajo de revisión no estuvo completo, y existió una corriente de opinión en el sentido de una nueva revisión. Había logias que se manifestaron en el Congreso Regional del Oeste y en Convento. El Gran Colegio se pronunció en el mismo sentido.
Los talleres deberían en primer lugar decidir si había que modificar o no los Cuadernos de los grados simbólicos, teniendo en cuenta el hecho de las modificaciones constitucionales y reglamentarias votadas a las Asambleas Generales de Francmasones de 1884 y 1885, donde aparecen diversa modificaciones rituales. Si la logia decide que hay revisión, las logias deberán presentar sus propuestas.
La circular hace hincapié en el problema de las “pruebas” e invita las logias a demostrar “un espíritu progresista y un celo encendido”, conservando al mismo tiempo en la institución su “carácter a la vez tradicional y universal”. El texto hace hincapié en el hecho de que en ninguna parte un masón o ninguna logia deben ser desoídas y que las respuestas debían llegar al GODF antes del 1 de junio.
Fueron al menos un centenar de logias las que respondieron, algunas de las cuales eran “forcloses”. Si se creen los informes posteriores, seis de entre ellas se pronunciaron contra toda revisión, y cinco en favor de una revisión de detalle, el resto eran favorables a una modificación más o menos amplia.
Tres Talleres, “Le Progres” y “L´Etoile Polaire” al Oriente de Paris , “La Bienfaisance Chalennaisee”, al oriente de Châlons-sur-Marne habían hecho imprimir sus informes. Las dos primeras concluyeron en una revisión relativamente moderada haciendo hincapié sobre todo, en la necesaria desaparición de las pruebas físicas en los grados dos “simbólicos”, el tercero era más importante porque era la primera obra de uno de los pensadores más conocidos de la Masonería contemporánea: Oswald Wirth
En el seno de una famosa sesión del Convento del GODF del 13 de septiembre de 1877,el Pastor Frédéric Desmons, en ejercicio en el seno de la logia Saint Geniès de Maloirès y miembro a su vez del Consejo de la Orden se planteó votar, y logró por una amplia mayoría que el principio “del agnosticismo” de la Obediencia fuera toda una premisa que suprimiría el artículo 1 de la Constitución del GOdF la afirmación, calificada después como dogmática ”, que la Masonería tenía “por base la existencia de Dios y la inmortalidad del alma ". A la demanda del Gran Maestre el Dr. Antoine de Saint Jean, el Convento añadía que la institución “no excluía nadie por sus creencias ", reservas que no debían, según él impedir que las obediencias anglosajonas rompiesen con el GODF.
Esta decisión, con sus consecuencias seculares, ha sido la expresión de la gran mayoría de los hermanos, y sobre todo del ala más activa, no es, a nuestro sentido dudosa. Los dignatarios se encontraron con una ola de fondo - que explican a la vez las circunstancias políticas y la evolución intelectual de las clases sociales en las cuales se reclutaban los hermanos- a la cual no pudieron resistir, a pesar de sus buenas intenciones y sus hábiles maniobras contemporizadoras. Quizá pensaban que una deliberación conventual como aquella no podía ser cosa definitiva, y que llegarían, a pesar del voto, y porque tenían en manos los mecanismos de la Obediencia, la idea de poder “neutralizar” el movimiento, y, en cualquier caso, evitar promoverlo hasta sus extremas consecuencias, “interpretando” en un sentido tradicional la decisión tomada.
El problema del ritual
El problema del ritual era, desde esta óptica una cuestión absolutamente capital.
Que los dignatarios de la Orden consiguiesen mantener éste (Ritual) en su integralidad tras la decisión de 1877, perdía toda vigencia, puesto que, durante más de un siglo, la Masonería francesa había vivido sin “definición”
De esta forma se dotaba a los dignatarios de los argumentos suficientes para defender al Gran Oriente de Francia de las masonerías anglosajonas que, después de todo, no habían roto sus relaciones con Argentina, Hungría o Bélgica cuando las potencias masónicas de estos países habían afirmado un “agnosticismo” constitucional no mencionando la existencia del Gran Arquitecto en sus cartas. Pero, si los rituales se transformaran en un sentido “positivista”, suprimiendo, en particular, la invocación o la mención del Gran Arquitecto, la acusación de faltar a las Constituciones de Anderson tomaban un carácter mucho más serio.
Los partidarios de la modificación constitucional habían comprendido la importancia del problema puesto que la comisión de la cual Desmons había sido el ponente, había propuesto “poner los rituales en armonía con las modificaciones que acaban aportarse a la Constitución ".
El Presidente de Convento respondió que la cuestión le parecía solucionada de derecho, pero que vendría al día siguiente en el orden del día, como era su deseo. Se trataba, en realidad, de un texto de la logia “ L´Avenir “ del Oriente de Paris que pedía la supresión de las “pruebas físicas”, deseo y moción a presentado en los Conventos anteriores, siendo siempre rechazado por la mala voluntad del Consejo de la Orden
. Después de un debate confuso, el Convento decidió modificar los rituales y devolver la aplicación de esta decisión al Consejo del Orden que se ajustaba a los estatutos de la asociación - y, en la Tenida del 27 de octubre de 1877, dicho Consejo, a la solicitud de Heredia (el hermano del poeta), encargó a Jean-Marie Caubet, un “gambettiste”, y Eugène Vienot, un protestante rouanés, que tomaran el asunto en sus manos. Ambos eran moderados, y también masones expertos, que, bajo el Segundo Imperio, habían sido firmes opositores al Príncipe Murat, pero a la vez habían mantenido buenas relaciones con sus sucesores. El primero era positivista, amigo de Massol, Bancel y Littré, el segundo un espiritualista a lo Desmons, que, como él había aceptado la reforma de 1877 para evitar a los hermanos no creyentes cometieran una hipocresía haciéndose iniciar.
En una comunicación al coloquio de Bruselas (1977), intentamos determinar las directrices de la evolución del ritual del GODF durante el siglo XIX “Ideológicamente”, éste apenas evolucionado desde el “Regulador” de 1801, y los rituales elaborados por el príncipe Murat y su equipo en 1858, definiendo uno y otro una masonería bastante tradicional, inspirados a la vez de la herencia de las Luces y de un espiritualismo bastante insípido, pero que, debido a esta sosería propia, apenas si podía obstruir las conciencias. El hecho de que “la enmienda por la que Duez " define la Masonería como el reconocimiento de la existencia de Dios y la inmortalidad del alma” y se haya votado por unanimidad en 1849, da prueba de que el ateísmo doctrinal no tenía lugar aún entre las columnas masónicas de mediados del siglo.
Pero una cosa es el ritual “oficial”, y otra su aplicación. Ahora bien, al Gran Oriente de Francia, aún actualmente, las logias tienen, en este ámbito, la práctica de hacer un poco lo que quieren. Era lo mismo en el siglo XIX, y el ritual masónico conoció distintas evoluciones también bastante contradictorias.
Si el ocultismo había hecho tanta devastación en el Siglo de las Luces, y éstas parecían haber desaparecido, sin embrago encontramos “distintas desviaciones”. La más conocida, pero seguramente numéricamente menos importante, es la transformación de la logia en un club político y su evolución hacia el “carbonarismo” que, a nivel puramente masónico, consigue una alteración, o, generalmente, una desaparición del ritual considerado como una “forma caduca”
J. Baylot intentó elaborar una lista que llegó a una treintena de talleres, algunos de los cuales desempeñaron un papel innegable en la oposición liberal bajo los regímenes autoritarios, aunque su duración haya sido a menudo breve. Más importante y seguramente más espectacular es la expansión, en algunas logias, del ritual que se vuelve a la vez complicado, largo, y a menudo formado por elementos heterogéneos, a veces prestados a pseudo-iniciaciones antiguas y dando un paso por demasiado importante a las “pruebas físicas”, de una manera a veces absurda.
Se tienen mofado, no sin razones, sobre el famoso “hermano cirujano " que sobrevivirá hasta Murat o sobre tal iniciación en la cual “la prueba del aire” desplegaba sus documentos a bordo de un “montgolfière”. Todo eso carecía un poco obviamente de seriedad. Y eran los bonitos días del “planche a boules” y de la báscula (un tablero sobre un rodillo) que aún hoy algunas logias utilizan.
En realidad, a partir de 1850, se había renunciado generalmente a estas operaciones espectaculares y la mayoría de los talleres adoptaban un ritual “ecléctico” que limitaba el impacto del psicodrama en la iniciación o la subida al tercer grado, manteniendo los elementos esenciales, libre “de decirlo” más que a hacerla vivir. De todas formas, apenas se comprendía ya el sentido, y el aspecto “novatada” tendía a triunfar, lo que implicaba que algunos hermanos solicitaran la abolición completa de estas pruebas. El resultado es que el ritual tradicional se encontraba atacado por una parte por los racionalistas positivistas que querían retirarle todo carácter iniciático en nombre de la luz y de lo inteligible, y por otros hermanos - o a veces los mismos - que encontraban que las pruebas físicas no estaban ya acuerdo con el siglo, y retiraban a la Masonería su seriedad con el resultado de descartar algunos notables del mundo intelectual que se negaban a practicar tales chiquilladas.
Se ve pues, que la situación de los dignatarios encargados de la reforma de los rituales no era fácil, ya que debían a la vez tener en cuenta las tradiciones masónicas que ningún de ellos se decidía a abandonar completamente, y su deseo de no romper con la Masonería universal creando algo demasiada diferente de lo que se practicaba más allá fronteras-estos argumentos serán muchas veces utilizados por los “conservadores”- tras dejar su parte a las tendencias positivistas que se han convertido en mayoritarios dentro del “pueblo masónico ".
Estas exigencias contradictorias explican las vacilaciones de los dignatarios, e, incluso cuando los “positivistas” radicales, después de 1885, definitivamente habían triunfado a la cabeza del Orden, con el mantenimiento de una buena dosis de los elementos tradicionales en los rituales de 1887.
Los dos Comisarios Caubet y Vienot estuvieron como muertos durante el final 1877 y de todo el año 1878 a pesar de la agitación que había en las logias. En noviembre de 1877, la logia de Nancy, Saint Jean de Jerusalén, siendo muy tradicionalista y mediante la voz autorizada de su Venerable el Hermano Marchal, que se había elevado contra la supresión del artículo l, anunció la dimisión de su Venerable y reclamaba nula modificación que se debía introducir en el ritual: “La logia permanecerá en la Obediencia, pero bajo condición que los rituales actuales no estén alterados bajo el pretexto de ponerlos de acuerdo con el voto de la Asamblea, lo que nos aparece como una consecuencia absolutamente necesaria, teniendo en cuenta que los rituales no pertenecen especialmente a una Obediencia, sino a la Masonería universal ",
Reclamación a la cual el Consejo del Orden respondió de una manera positiva.
Efectivamente, las autoridades masónicas seguían imperturbablemente correspondiendo sobre el papel al titulado “a la Gloria del Gran Arquitecto del Universo ". Y, el 24 de abril de 1878, un deseo de la Logia “ L´Avenir” que reclamaba de nuevo la supresión de las pruebas físicas era saludada en el Consejo por una inclusión de de tal demanda en orden del día, cuestión muy significativa.
En el Convento de 1878, se presentaron tres demandas reclamando la abolición de estas pruebas (“L ´Avenir , La Liberté de Conscience, y el Hermano Décembre-A1lonier), mientras que el mismo Hermano reclamaba que, para la revisión, el Consejo se agregue a la colaboración “de una comisión consultiva compuesta de Masones eruditos, que conocieran perfectamente la historia y las tradiciones de nuestra institución ".
Se devolvieron todos estos textos al Consejo y a la Comisión de estudio del Ritual, lo que al fin a la postre era de uso común. Pero, el 10 de septiembre estalló un grave incidente en la sesión. El hermano Rousselle “ desafió al Consejo de la Orden sobre la cuestión de la reforma de los rituales votada por Convento de 1877 " y afirmó que los dignatarios habían asumido compromisos contrarios a la decisión conventual.
El Gran Maestre de Saint- Jean, respondió afirmando que se había nombrado a una comisión, pero que ante la actitud de las potencias masónicas extranjeras, “había interés en la Masonería francesa en remitir el trabajo reclamado " que era una “cosa seria y de larga duración”.
Luego, después de haber mencionado la opinión del hermano Findel y de Bauhutte, y para agrandar el conocimiento de los masones franceses por Hubert y la Cadena de Unión, concluyó el orden del día así de simple.
El debate rebrota por las intervenciones de los hermanos Bussière, Maynard y Corbières que presentaron en el orden del día en que reclaman que la modificación esté efectuada antes de Convento de 1879, lo que de Saint- Jean rechazó, pero el Consejo no lo siguió, ante lo cual el Gran Maestre presentó su dimisión que deberá retirar más tarde.
Al día siguiente 11, esto fue a la vuelta de Caubet sufrir el fuego de los diputados. Se le desafió “para saber si, en la redacción de los nuevos rituales, se proponía conservar la fórmula “A la gloria del GADLU ". Caubet respondió con mala fe “que todos los que lo conocían supieran que defendió, toda su vida, el principio adoptado por la última Asamblea, que, en esta redacción, se inspiraría en los sentimientos que siempre lo habían animado.
En cuanto a los detalles que indican por adelantado lo que será esta revisión, piensa que es imposible especificarlos antes de que se haga un estudio completo ", a lo que el Hermano Danet respondió con mucha sensatez que “si la reforma de los rituales pide un año más, no es necesario un año para suprimir la fórmula “A la gloria del GADLU " sobre las planchas oficiales que emanan del GODF ".
El futuro prefecto de policía responde “que la Administración del GODF no se preocupó hasta ahora de esta fórmula, la actitud de algunas potencias masónicas extranjeras tenían sobre este punto algunas reservas, que se limitó a tratar en las grandes cuestiones planteadas por la reforma del año pasado, pero que esperaba se pudiera remitir con todos los detalles de esta naturaleza, así como llevar a cabo las consecuencias del voto de la última Asamblea ". La vuelta triunfal de Saint- Jean paró en seco el debate.
Éste se reanudó por un incidente. Un hermano que pide “si, de ahora en adelante, se permite a las logias suprimir las pruebas físicas ", el Presidente le contestó firmemente que “los rituales actuales deben respetarse mientras no se modifiquen, porque son la norma y la ley. Algunas logias parecen descuidar las fórmulas simbólicas. Es allí un hecho deplorable que no puede faltar la llamada de atención del Consejo del Orden ".
A pesar de estas amenazas, los tradicionalistas habían debido retroceder. La mayoría del Consejo se había negado a seguir de Saint- Jean, y en prueba de fuerza y de forma, voluntaria, y aceptando la propuesta Bussière,a redactar un ritual revisado antes de Convento de 1879. Por ello, a partir del 15 de diciembre, en el Consejo, el hermano Massé reclamó que la Comisión se preocupara “de la tarea que le incumbe” y de acelerar su trabajo, de depositar su texto para que puedan estudiarlo a su debido tiempo.
Caubet respondió afirmando, como lo había hecho en el Convento, que “ la Comisión no perdiera de vista las promesas hechas… Recoge en este momento los rituales de las distintas potencias masónicas para compararlos e inspirarse si es preciso, y sabrán ponerse a su debido tiempo a la obra ". El 8 de febrero de 1879, es él mismo Vienot el que insistió “para que la Comisión active su trabajo y haga cuanto antes el depósito ". Era necesario concluir y era tanto más difícil cuanto que la Comisión se encontraba reducida a su más simple expresión, ya que Caubet, que se ha convertido en director de la policía municipal de París tenía otras preocupaciones en cabeza. El 22 de marzo, a la solicitud de Vienot él mismo y de los hermanos Cammas y Dalsace, el Consejo decidía descargarse de este trabajo y devolverlo al Gran Órgano colegiado de los Ritos.
El Gran Órgano colegiado, que presidía de Saint -Jean desde 1874, se puso rápidamente a la obra, y, a principios de junio, presentó su trabajo al Consejo en la sesión del 6 de junio. El Consejo comenzó por estudiar las demandas relativas a la supresión de las pruebas y las descartó formalmente: “El Consejo, sin adoptara la opinión de la Comisión de revisión de los rituales, ni a la opinión del Gran Colegio de Ritos, al referir a sus anteriores decisiones sobre la materia, se decide a priori por el mantenimiento de las pruebas simbólicas, cuyos signatarios con las demandas encima piden la supresión, y se pasa al orden del día ". Después de que se estudió las propuestas del Gran Colegio de Ritos, artículo por artículo, los aprobó antes de decidir si se someterían a la impresión antes de Convento. En la sesión del 11 de agosto, los ejemplares estaban dispuestos someterse a los diputados, y, en Convento, el Presidente pudo afirmar que los “nuevos rituales están a partir de este día la disposición de las Logias”.
Hacer desaparecer de los rituales, en cada grado simbólico, las distintas fórmulas temiendo que tuvieran un acentuado carácter dogmático exclusivamente religioso ".
Hay pocas cosas que decir sobre estos rituales de 1879. “El Gran Colegio de los Ritos, cumplió esta misión en sus sesiones del 3 y del 4 de mayo. Su trabajo principalmente consistió en hacer desaparecer de los rituales, en cada grado simbólico, las fórmulas que tenían un carácter dogmático, o exclusivamente religioso”. Efectivamente, éstos textos reproducen, en parte, los de Murat.
Digamos que se limitó simplemente a suprimir las expresiones “Dios” o “GADLU” allí donde figuraban, a menudo en una pura función de buscar y reemplazar, sin más.
Desaparece del ritual del primer grado, la cuestión sobre los “Deberes hacia Dios”, o el arrodillamiento en el momento de la consagración del Venerable, lo cual se convierte en una formula más prosaica, lo mismo sucede con el tema de la “Mesa del VM y de los dos vigilantes"; o la definición del tres (3) donde todo el significado era trinitairo; San Juan desaparece, pero se mantiene el sentido bíblico de los “tres golpes” que se dan a la puerta del Templo.
Menos importante son las modificaciones introducidas en los otros dos grados simbólicos, restantes. La explicación de la letra G en el grado de Compañero se lace más laica, al igual que desaparece la invocación a Dios en la señal de honor del grado de Maestro.
No se cuestiona por tanto a los dignatarios, tanto del Consejo de Orden como del Gran Colegio, que fueran esencialmente conservadores, de lo contrario las decisiones conventuales de 1877 les habría llevado a buen seguro que a las mazmorras. Fue necesaria una fuerte presión de las Logias, sobre todo de aquellas muy sensibles en Convento de 1878, al cual el Gran Maestre pierde la dirección de la Obediencia tras, “someterse” a la decisión de éste, para que todo tenga éxito. Pero aún así la medida se considera escasa, ya que los nuevos rituales conservaban la parte fundamental de las tradiciones masónicas, y especialmente se mantenían las pruebas ya que otro lado no aparecía por ninguna parte en los nuevos textos, el espíritu positivista que muchos hermanos querían que apareciera con toda claridad en los rituales. Por ello se se comprende la decepción “del ala progresista” del Gran Oriente de Francia, ante tales situaciones.
De todas las maneras su trabajo como oposición se cristalizó en el transcurso mismo del Convento de 1879, con el tema de las “pruebas”. A partir del 8 de septiembre, mientras que el Gran Maestre San Juan, acababa de presentar los nuevos textos, se depositun debate al efecto. Hubopor tanto un compromiso, sin conclusión clara, entre el hermano Jouaust (de Rennes) que afirmaba que las pruebas no pertenecían a la Masonería primitiva, y que le parecían a menudo ridículas, y el hermano Rousselle que hacía hincapié en la necesidad de la enseñanza simbólica que comportaban
El día 12, el mismo Jouaust y Pernelle pidieron su derogación, el segundo llegó incluso a reclamar que se suprimiera el artículo II de la Constitución (para evitar las iniciaciones-relámpago, como en el caso del mariscal Magnan que había recibido los 33º grados en un día) y que lleva de hecho un efecto “nulo ya que no puede eximirse de las pruebas graduadas fijadas por el ritual masónico”.
El debate fue vivo, y muy señalado por intervenciones favorables a la tradición expuestas por los hermanos Costero, Rousselle, Ménard y Monnereau, mientras que Décembre-A1lonier reclamaban la “libertad” para cada logia, y Didrot pedía la devolución de la cuestión al estudio de los talleres.
La cuestión se animó cuando Jouaust afirmó que las pruebas “eran suprimidas en París por un acuerdo de los Venerables, y por una aprobación tácita del Consejo de la Orden”, afirmación que fue inmediatamente contradicha.
Por último hay que decir que los conservadores triunfaron y el Convento votó un texto de Bordier que de San Juan había aprobado: El Convento, consideraba una parte de la supresión de las pruebas y los viajes simbólicos, que afectaba al carácter mismo de la Masonería. Pero sobre la mesa del Consejo estaba la petición de la logia “Unión y Perseverancia”, al Oriente de de París, pidiendo que “los tres viajes simbólicos de la iniciación masónica “fueran suprimidos y sustituidos por una instrucción histórica hecha por el el Venerable o por el Orador, lo cual recuerda la idea que pudo inspirar sus autores y la razón de su supresión”.
Entre1850 a 1885, la cuestión de las “pruebas” vuelve de nuevo a estar constantemente en el orden del día de los Conventos y en deliberaciones del Consejo, pero la mayoría sigue siendo fiel a la posición de 1879. El ritual seguirá siendo conforme a la tradición, pero con las menciones deístas excluidas de éste. Pero, en dicha fecha, el Gran Oriente de Francia sufre un cambio político: el Presidente del Consejo de la Orden, Charles Cousin, que había sucedido a San Juan muerto en 1882, “convencido ferryste”, renuncia al primer mallete bajo la presión de los radicales que se han convertido en ese momento en mayoritarios en el seno del Consejo. Colfavru, primero y luego Desmons le relevarán en la sucesión.
Los acontecimientos que siguen, están en la lógica de la eliminación de Cousin. El Convento de 1885 suprimió de las Constituciones la fórmula que había conseguido mantener San Juan en 1877: “La Francmasonería no excluye nadie por sus creencias. En la elevada esfera donde se coloca, respeta la fe religiosa y las opiniones políticas de cada uno de sus miembros”. Pero paradójicamente, mantenía el comentario del artículo I que “autorizaba todas las prácticas de culto”, cuyo texto desaparecería en 1904, tras una intervención de Lafferre, para ser sustituido por la formulación actual, recordando de esta manera los principios de 1877.
La ideología lógica del Gran Oriente de Francia había querido dejar morir el Gran Colegio de Ritos, en su bonita muerte,
Dimitiendo de la Presidencia, Cousin renuncia también a sus funciones de Gran Comendador del Gran Colegio de Ritos , y, sin dimitir expresamente, la mayoría de los dignatarios lo siguieron en su jubilación, en ese mismo Convento, se contaban con no más que tres miembros en actividad real. Además, muchos Capítulos y Consejos no eran de ninguna manera favorables a la evolución de la cual eran testigos, y el hermano Hubert, director de la influyente la Revista Cadena de Unión, era su intérprete, lo cual hacía de buen grado.
La ideología lógica del Gran Oriente de Francia había querido dejar morir al Colegio de Ritos en su bonita muerte, pero una serie de hermanos, incluido Louis PoulIe, magistrado en Amiens, que ya había presidido al Gran Colegio en 1883-84 y Charles Fontainas, abogado en París, que debía presidirlo en 1899-1901, creían en la utilidad de un “Senado” y no querían dejar el monopolio de los altos grados al Supremo Consejo del Rito Escocés. Por ello, a partir del 13 de abril de 1885, Poulle, primer Teniente Gran Comendador, informó al Consejo de la situación, pero, después de haber oído a Caubet y a Fontainas, el Consejo “se suspende para resolver”. Se esperaba al Convento.
El Convento se consagró esencialmente a la reforma del Reglamento General y los artículos 222-247, relativos a los talleres de Altos Grados, los caules presentaban a éstos como estrechamente unidos al Consejo del Orden, y retiraban de hecho todo el poder del Gran Colegio quitándole el título de “Supremo Consejo” y dejándole tan solo un papel consultivo.
Después del voto de estos artículos y basándose en ellos, el Consejo pidió al Convento la autorización para disolver el Gran Colegio, y que una delegación limitada en el tiempo a seis meses permitiera reconstituirlo (23 de octubre). El decreto de 31 ponía pues fin a los poderes del antiguo Consejo y designaba para formar la nueva estructura con ocho Hermanos con el Grado 33º en ejercicio, y admitía en en el cargo honorario a Blanche, Cousín y Cammas, así como otros dos masones de Edimburgo, que seguían siendo fieles al principio relaciones con el G.O a pesar del exclusivismo anglosajón.
El decreto se votó, a pesar de las reservas de los FF. Sergent y Francolín. El 6 de enero de 1886, se instalaba al nuevo organismo. Poulle volvía a ser Gran Comendador, Masse y Fontainas, eran nombrados tenientes y Amiable , Gran Orador. “Los tres miembros honorarios rechazaron su nombramiento, y. Hubert, pasa formaba parte del Gran Colegio, aunque desde 1883 había comunicado por carta del 22 de diciembre, su “desaprobación” y de su deseo de retirarse.
Francolín y Hubert alegaban que el Convento y el Consejo se habían excedido en sus poderes y que no correspondía al sentir de las asambleas “de Maestros", de disolver un Taller superior a su grado, aún menos de reclutar a Hermanos del grado 33º. Por ello, el Consejo, en su larga “circular n° l” de 1886, relativa a las modificaciones del Reglamento, intentaba justificar su actitud como consecuencia de una situación que no había querido: el número de miembros activos (es decir, según el nuevo artículo 229, poseyendo el grado 33º grado, y viviendo la Francia continental y teniendo una actividad real en un Taller) se había convertido en inferior a 9 (nuevo artículo 222), y por tanto era necesario reconstituir al “personal” del Gran Colegio , lo que la Asamblea General tenía el derecho hacer. Por otra parte se excluyeron ellos mismos, los “que no reconocían esa autoridad”.
Se podrá discutir eternamente sobre la validez de este “golpe de Estado masónico, pero así fueron los hechos…
En cualquier caso, el terreno estaba libre para una reforma ritual completa la cual reclamaban un buen número de talleres. En el Convento de 1885, aún aumentaron más las peticiones de poder llevar acabo esa reforma. La logia la “Repúblique Democrátique”, al Oriente de París, reclamaba que se adjuntara a las “cuestiones de Orden: el tema ¿Qué es un ciudadano dentro de la República””, “Los Démophiles”, al Oriente de Tours, afirmaban que “el progreso en todas las cosas se acentuaba cada vez más, y que la Masonería había permanecido en un largo retraso en cuanto a las mejoras y el perfeccionamientos realizados desde una serie de años atrás, y que esto había dañado a su prosperidad, y que ello no destacaba a los ojos de los masones serios” y proponían una “ayuda” con el fin de que se modificara rituales y catecismos, dotados con un precio.
Por otra parte citabaa la circular n°1 y precisaba que el Gran Colegio o “será… muy útil auxiliar al Consejo del Orden para la elaboración de nuevos rituales y Cuadernos de instrucción”.
Louis Amiable
La nueva mayoría tenía pues todos los poderes. No se puede acusarlos deno haber hecho las cosas con mucha seriedad, y de hacer todo lo posible para que estos nuevos rituales fueran la expresión exacta de la ideología dominante en el pueblo masónico, y es precisamente Louis Amiable, quien fue la clave maestra de toda esta empresa.
Louis Amiable es hoy uno de los grandes olvidados hoy, y en nuestro sentido e idea creemos que no lo merece. Sobre todo recayó sobre él todo el estudio sobre la Logia parisiense de las Nueve Hermanas (Neuf Soeurs) , bien documentada - ya que tuvo en sus manos los documentos originales de la Logia, desaparecidos desde hacía tiempo y que reaparecen de vez en cuando entre los libreros de viejo-, pero demasiado orientada toda la documentación en la justificación mítica de una Masonería “de las Luces”, como laboratorio de las ideas revolucionarias.
Es también (Amiable) el autor de un buen estudio sobre la magistratura y la Masonería bajo el Antiguo Régimen, en la cual pone en evidencia “la importancia del personal parlamentario en las Logias del siglo XIII, pero sin lograr las conclusiones que se imponían, sobre las concepciones políticas de los “robins” de los tiempos.
En cualquier caso, se trataba de un hermano erudito, humanista y buen jurista – que terminaría su carrera como consejero del Tribunal de Aix-en-Provence. Su vida es una novela un tanto aventurera . Republicano bajo el Imperio, se exilia y se refugia en Constantinopla donde conoció la Masonería. Hizo fortuna a la vez que entra en el Derecho y en el comercio antes de volver a entrar a Francia en 1871, como militar se situó en el ala izquierda del Partido Radical y en masonería se situaba en la tendencia “positivista”. Su nombramiento como miembro del Gran Colegio de Ritos y su elección como Gran Orador iban a darle los medios para realizar su “grand obra”.
Efectivamente, después de la “reforma” del Gran Colegio , todo se desarrolló e muy rápidamente.
A partir de la sesión de instalación, el 6 de enero de 1886, el Gran Colegio pidió que el Consejo del Orden enviara una circular para las cuestiones de las reformas del ritual. Las respuestas de las Logias se transmitirían en dichas respuesta al Gran Colegio que informaría y prepararía una nueva redacción. Sería así mismo para los rituales de 18. al 30e, pero no había que presentar tales textos al Convento del GODF. El día 11, el Consejo de la Orden dio el visto bueno sobre este procedimiento: “El Gran Colegio pide al Consejo de la Orden que enviara a las Logias de la Federación una circular que las invitara a formular por escrito sus observaciones y sus propuestas para la revisión de sus rituales. El 13 de febrero, se envió una circular en este sentido a las logias.
El texto de la circular firmada por e Colfavru “el Presidente del Consejo de la Orden” y de Poulle y Amiable como Secretarios (no mencionaban sus funciones en el Gran Colegio) es precisa, y da prueba muy claramente de la orientación que los nuevos dignatarios pretendían dar al ritual.
El trabajo de revisión no estuvo completo, y existió una corriente de opinión en el sentido de una nueva revisión. Había logias que se manifestaron en el Congreso Regional del Oeste y en Convento. El Gran Colegio se pronunció en el mismo sentido.
Los talleres deberían en primer lugar decidir si había que modificar o no los Cuadernos de los grados simbólicos, teniendo en cuenta el hecho de las modificaciones constitucionales y reglamentarias votadas a las Asambleas Generales de Francmasones de 1884 y 1885, donde aparecen diversa modificaciones rituales. Si la logia decide que hay revisión, las logias deberán presentar sus propuestas.
La circular hace hincapié en el problema de las “pruebas” e invita las logias a demostrar “un espíritu progresista y un celo encendido”, conservando al mismo tiempo en la institución su “carácter a la vez tradicional y universal”. El texto hace hincapié en el hecho de que en ninguna parte un masón o ninguna logia deben ser desoídas y que las respuestas debían llegar al GODF antes del 1 de junio.
Fueron al menos un centenar de logias las que respondieron, algunas de las cuales eran “forcloses”. Si se creen los informes posteriores, seis de entre ellas se pronunciaron contra toda revisión, y cinco en favor de una revisión de detalle, el resto eran favorables a una modificación más o menos amplia.
Tres Talleres, “Le Progres” y “L´Etoile Polaire” al Oriente de Paris , “La Bienfaisance Chalennaisee”, al oriente de Châlons-sur-Marne habían hecho imprimir sus informes. Las dos primeras concluyeron en una revisión relativamente moderada haciendo hincapié sobre todo, en la necesaria desaparición de las pruebas físicas en los grados dos “simbólicos”, el tercero era más importante porque era la primera obra de uno de los pensadores más conocidos de la Masonería contemporánea: Oswald Wirth
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