28.10.08

Adiós al capitalismo de Friedman y Hayek



Article de Paul A. Samuelson. Publicat a El País (26/10/2008)


El capitalismo puro se impuso entre 1915 y 1919, cuando yo era niño.
¿Quién lo mató?
El presidente republicano Herbert Hoover y su multimillonario secretario del Tesoro Andrew Mellon fueron culpables antes y después del hecho. ¿Quién lo devolvió a la vida? El New Deal de posición intermedia impuesto por Franklin Roosevelt. Pero tuvieron que pasar siete años desde la investidura de Roosevelt, en marzo de 1933, para conseguirlo.
La línea intermedia de Roosevelt, Truman, Kennedy y Clinton habría evitado el caos y las quiebras de hoy
Permítanme avanzar rápidamente en el tiempo hasta el actual estallido financiero mundial.
Los sistemas de mercado no regulados acaban destruyéndose a sí mismos.
¿Ha llegado el sistema de mercado a su fin?
Como persona apegada a los valores tradicionales, espero que no. Mil años de historia económica atestiguan objetivamente lo indispensables que son los sistemas de mercado.
Marx, Lenin y Stalin eran paletos en lo que a economía se refiere. Mao era incluso peor. Y olvidémonos de Castro en Cuba, de Chávez en Venezuela y de quienquiera que fuese el que sumió a Corea del Norte en la hambruna y el estancamiento.
¿Qué es entonces lo que ha causado, desde 2007, el suicidio del capitalismo de Wall Street?
En el fondo de este caos financiero, el peor en un siglo, encontramos lo siguiente: el capitalismo libertario del laissez-faire que predicaban Milton Friedman y Friedrich Hayek, al que se permitió desbocarse sin reglamentación. Ésta es la fuente primaria de nuestros problemas de hoy. Hoy estos dos hombres están muertos, pero sus envenenados legados perduran.
Son palabras duras que deben justificarse. Pero permítaseme advertir a los lectores que mi larga y variada experiencia en historia económica me ha convertido en un centrista incurable. Peor que eso: he aprendido por las malas a ser incurablemente ecléctico.
Fui un estudiante brillante en la conservadora Universidad de Chicago desde 1932 hasta 1935. Mis profesores de Economía mundialmente famosos me encantaban, y me colmaron de notas altas. Pero. Pero. Siempre que miraba al exterior por las ventanas de la universidad veía tasas de desempleo cercanas al 50%. (La situación en la Alemania prehitleriana era más o menos la misma). Nada de eso cuadraba con lo que se escribía en los libros de texto que me mandaban leer.
¿Por qué pasé mis cuatro vacaciones de verano universitarias en la arenosa playa del lago Michigan? Mi familia no era pobre, pero tampoco asquerosamente rica. Por aquel entonces no había ningún trabajo. Ninguno significa eso, ninguno. Prácticamente todos los bancos de Indiana, Illinois y Wisconsin habían quebrado.
¿Cómo se las apañaron el benévolo presidente Roosevelt y el pérfido Adolf Hitler para restaurar casi el pleno empleo en los seis largos años que siguieron a 1933?
Lo que finalmente resolvió el problema fue un enorme gasto deficitario que aumentó la deuda pública. Esta historia, tal y como yo acabo de contarla, no se encuentra en casi ninguna de las tesis doctorales de las grandes universidades privadas después de 1970. (Evidentemente, la ciencia mejora y desmejora).
Mis frases conectan con el desconcertante futuro de las iniciativas de rescate que están teniendo lugar en los cinco continentes.
Primero, aclaremos quién tiene la culpa de que la estabilidad y el crecimiento que se produjeron en torno a 1995 se convirtieran en el caos de 2008.
1. No olvidemos nunca las idioteces que ha hecho George Bush en geopolítica. La historia futura documentará ese aspecto.
2. Desde que Ronald Reagan fue elegido para ocupar la Casa Blanca, en 1980, Estados Unidos se ha ido convirtiendo gradualmente en un país de derrochadores en los planos familiar, empresarial y público, como buenos derechistas radicales partidarios de la oferta. En una fecha futura incierta, cuando se produzca un ataque mortal y desordenado contra el dólar como divisa, los gestores de fondos de cobertura que sobrevivan en Estados Unidos serán los principales vendedores al descubierto de dólares. Esos legados de Reagan habrán desempeñado una función crucial.
3. Los programas de "conservadurismo compasivo (sic)" prometidos por George Bush resultaron ser un programa de enormes recortes tributarios exclusivamente para gente como mis prósperos vecinos.
4. El fomento deliberado de la desigualdad no aceleró la productividad total de los factores en Estados Unidos. Por el contrario, la obscena subida de los emolumentos de los altos directivos volvió disfuncional todo el sistema de gobernanza empresarial. Los directores generales de carrera se lo montaron muy bien contando mentiras sobre los verdaderos beneficios de las empresas. Incluso después de que los descubriesen, se fueron al banco con una sonrisa de oreja a oreja.
De hecho, los candidatos de Bush para la Comisión de Control del Mercado de Valores, como el primer presidente que nombró, Harvey Pitt, fueron elegidos sólo porque liberalizarían el sistema, en lugar de mantener una sensata regulación centrista. Pitt fue escogido principalmente porque había sido abogado de las cuatro empresas contables principales, que a su vez estaban fabricando nuevas formas engañosas de medir la verdadera rentabilidad.
5. Pongan a estos contables en el estrado de los testigos. Les pagan aquellos a quienes se supone que deben vigilar, un caso flagrante en el que la vigilancia y la reglamentación son una necesidad fundamental.
6. Dejen sitio en el juzgado para las tres grandes agencias de clasificación: Fitch, Moody's y S&P-McGraw Hill. Se supone que sólo dan aprobaciones AAA al material seguro. Pero si una de las tres se volviera objetivamente veraz, las otras dos se quedarían con todo el negocio. Eso apesta a conflicto de intereses. Que tome nota el Congreso.
7. Por ahorrar espacio, pasaré a los nuevos "diabólicos monstruos Frankenstein" de la nueva "ingeniería financiera". Puede que yo y otros compañeros del MIT de Chicago, de Wharton, Penn y otras universidades, lo pasemos mal cuando nos enfrentemos a san Pedro en las puertas del cielo.
¿Cuál es el problema? Es verdad que los derivados y los créditos recíprocos pueden proporcionar un reparto racional del riesgo y, por consiguiente, reducir el riesgo total, pero también pueden destruir por completo cualquier transparencia.
Durante décadas he participado en consejos directivos sin ánimo de lucro con directores generales desde Nueva York hasta California. Ninguno de ellos entendió nunca nada de las fórmulas de Black, Scholes y Merton para valorar activos. Todo lo que sabían, o pensaban que sabían, era que los nuevos y maravillosos centros de beneficios libres de riesgo habían invadido sus despachos. Era mejor que la alquimia que convertía el estiércol en oro.
Por lo visto, nadie aprendió la lección de 1998, cuando Long Term Capital Management (LTCM) estuvo a punto de quebrar y necesitó un rescate pactado por parte del Banco de la Reserva Federal de Nueva York. La ingeniería financiera es lo que nos permite pasar del apalancamiento cero hasta, pongamos, un apalancamiento de 50 a 1. Y cuando el riesgo acumulado resultante explota, de nuevo todo lo que ocurre es que el director general y el director financiero se van al banco partiéndose de risa por el camino.
Bear Stearns convirtió de la noche a la mañana a sus multimillonarios en millonarios.
El emperador Nerón tocaba la lira mientras Roma ardía. El jefe de Bear Stearns jugaba torneos de bridge mientras sus accionistas quedaban hechos polvo. Teniendo en cuenta que ésta era una de las casas de corretaje que manejaban muchas de las transacciones de LTCM, ¿no debería haber aprendido lo letal que es el hiperapalancamiento?
Lo primordial es que la mayoría de las pérdidas será permanente, como entre 1929 y 1932. Sin embargo, si la Reserva Federal y el Tesoro de EEUU crean suficiente dinero nuevo, la recuperación y la estabilidad serán posibles.
De haber seguido la línea intermedia de Roosevelt, Truman, Kennedy y Clinton, podrían haberse evitado el caos y las quiebras de hoy. Los académicos siguen debatiendo si Colón introdujo la sífilis en el Nuevo Mundo o fue al revés. Pero no cabe duda de que la crisis mundial de 2008 lleva en su etiqueta las palabras made in USA.
Desde Islandia hasta la Antártida, niños aún por nacer aprenderán a temblar ante los nombres de Bush, Greenspan y Pitt. Por supuesto, estoy exagerando pero sólo un poco.

27.10.08

El Sueño de Polifilo

Acabo de leer “El Sueño de Polifilo”, un libro que llevaba mucho tiempo esperando en mi biblioteca y no por falta de ganas de enfrascarme vorazmente en su lectura, porque hay libros (pocos desgraciadamente) cuya lectura resulte un largo viaje interior lleno de obstáculos pero también de momentos inolvidables. Y este es uno de ellos, sin lugar a duda.
La "Hypnerotomachia Poliphili" o "El sueño de Polífilo", como se titula finalmente esta obra, fue impresa 1499 y aunque el libro guarda celosamente el misterio de su autor, algunos indicios señalan a la autoría del fraile veneciano Francesco Colonna.
El Sueño de Polifilo, es una de las obras literarias más hermosas y controvertidas del Renacimiento y es un verdadero monumento hermético.
Comentaré brevemente el argumento.
En la primera parte del libro, Polifilo, el protqagonista, cae en un sueño febril y hace un complicado viaje, a través de regiones y construcciones alegóricas en busca de su amada Polia.
En la segunda mitad se enmarca dentro del mismo sueño, pero esta vez es Polia quién cuenta su historia y la de Polifilo.
Cuando la narración de Polia termina, Polifilo despierta y maldice la luz del día por haberle arrancado a su amor.
A primera vista, El sueño de Polifilo, parecería una burda historia de amor, pero tras esta pantalla, se oculta un profundo y complejo tratado sobre la mística del Renacimiento, ya que sin duda alguna, esta obra fue un intento desesperado de los Humanistas por proteger y preservar de la destrucción toda su sabiduría.
El mismo nombre de Polifilo, nos revela el primer misterio descubierto.
Poli significa sabiduría al igual que Polia y Filo: amor.
Polifilo es el amante de la sabiduría (Polia), y su sueño simboliza el viaje del hombre en busca del conocimiento trascendental. Una búsqueda tortuosa de un hombre que ya ha concluido todas sus batallas terrenales y busca una ascensión espiritual y un conocimiento, más allá de lo humano, para lo que tiene que despojarse de todo lo material y mundano, para alcanzar la espiritualidad absoluta.
La reputación que tuvo en su época como libro erótico por un lado, y su fama de texto ilegible por otro, condenaron este texto casi al olvido del público en general aunque, según se desprende de un artículo que en 1881 Grasset d'Orcet en la 'Revue Britannique' se rehabilitó este texto gracias a la desconocida pero influyente Sociedad de la Niebla, que en Francia "atrapaba" en sus filas a pintores tan notables como Delacroix y Poussin, novelistas como Alejandro Dumas, George Sand, Gerard de Nerval, Julio Verne, su editor Hetzel o el fotógafo Nadar, inmortalizado por el propio Verne como Ardan en su primera novela 'Cinco semanas en Globo'.
Probablemente fueron Dumas y Hetzel los responsables de muchas de esas relaciones y de la difusión de las claves de lectura de 'El Sueño de Polifilo' entre autores franceses como el propio Gerard de Nerval, quien inspiró algunas de sus obras -en especial la titulada 'Angelique'- en el texto de Colonna.
Rabelais, por su parte, se interesará abiertamente por 'El Sueño de Polifilo' copiando en su libro 'Gargantúa' algunos de los métodos empleados por Colonna para encubrir información sobre sus andanzas amorosas.
En su libro 'Julio Verne, iniciado e iniciador', Michel Lamy encuentra ecos de 'El Sueño de Polifilo' en novelas como 'El Castillo de los Carpatos' o 'Viaje al centro de la Tierra'.
De todos los personajes vernianos sin duda es Philéas Fogg, protagonista de su famosa novela 'La vuelta al mundo en 80 días', el que más se aproxima al ideal de Polifilo.
Etimológicamente (como sucedía con el capitán Panfilo de Dumas), Philéas puede descomponerse en eas -que en griego significa todo y es el equivalente de poli, convirtiéndose este personaje en un nuevo Polifilo.
No quisiera olvidarme de las espléndidas ilustraciones que acompañan la edición (cuya paternidad tampoco está del todo clara) y que permiten al lector captar de un sólo vistazo la intensa mente rica complejidad hermética de emblemas, monumentos, edificios, estelas, inscripciones y escenarios en los que se desenvuleve la obra. Una gozada que me hizo recordar la lectura ya hace unos años de “El Misterio de las Catedrales” y de “las Moradas Filosofales” de Fulcanelli.
En definitiva, un libro total e inclasificable que debiera leer cualquier amante del simbolismo y que no puedo dejar de recomendar a cuantos lean este post.

26.10.08

Crisi s'escriu amb V, amb O o amb L?

Fa uns quants dies, Nouriel Rubini, professor d'Economia de la Stern School of Economics de la Universitat de New York, que té com a principal mèrit el d'haver previst la crisi financera que va esclatar amb les hipoteques subprime, va dir que més que parlar de recessió hauriem d'emprar un altre terme per comprendre el procés en que es troba tot just entrant l'economia mundial: el de depressió.
Escriu Roubini: "No podem descartar un fracàs sistèmic ni una depressió global. Es corre el risc d'un esfondrament del mercat, un desastre financer i una depressió mundial".
Rubini planteja que més que una conjuntura en forma de V (caiguda i ràpida recuperació) estem en una altra en forma d'O (caiguda en la qual l'economia es manté un temps, per a després ascendir), o potser en forma de L (caiguda i letargia a llarg termini).
Crash i depressió es retroalimenten i en la situació actual hi ha moltes coses que s'asemblen a la Gran Depressió del 29.
L'ensulsiada de les subprime que es generalitzarà a partir de mitjans del 2007, ha suposat un terrabastall brutal pel sistema financer internacional tal i com l'haviem conegut des de fa uns trenta anys i són tants i tan brutals els canvis que aquest procés està provocant, que possiblement res del que coneixiem torni a ser igual a partir d'ara.
La banca d'inversió ha mort. Les institucions econòmiques i financeres internacionals, immerses en un absolut estat d'estupefacció com la cosa se'ls ha escapat de les mans i són incapaces de prendre la iniciativa perquè no saben ben bé que està passant. Les agencies de qualificació del risc i els organismes reguladors nacionals han perdut tota credibilitat i veiem com prestigioses entitats financeres han hagut de ser nacionalitzades a corre-cuita pels governs per evitar la debacle.
I l'economia real?.
Doncs encara pitjor. L'activitat econòmica està aturada, la demanda i el consum s'han contret, la inversió es nul·la, els bancs han tancat l'aixeta del crèdit, moltes empreses s'enfronten d'avui per demà a la suspensió de pagaments i l'amenaça del creixement de l'atur a nivells exponencials, no és cosa de ciència ficció sinó una amenaça real i propera.
De tot això, ja ho deia un un altre post n'és el culpable (l'únic culpable!!!) el neoliberalisme, fonamentat en l'absurda creença que el mercat ho arregla tot per sí sol i que l'Estat només fa nosa. Si la cosa no fós tan greu, em faria un fart de riure veient com els campions del neoliberalisme s'han afanyat a demanar ajut a l'Estat perquè els salvi del desastre a les mínimes de canvi.
I on ha quedat la vostra fe en el dogma del Déu-Mercat, ignorants?
L'última acció suicida dels talibans neoliberales va ser deixar caure el que era quart banc de negocis nord-americà, Lehman Brothers i després d'aquest harakiri gratuït, tot se'n va anar a fer punyetes i els neoliberals van correr a posar una espelma a Sant Keynes.
Ara bé, el mal ja estava fet i el pànic s'havia apoderat de l'Economia.
Començava la caiguda lliure i l'onada d'intervencions públiques per salvar el Sistema d'un col·lapse segur que evités l'esfereidor espectacle global de milions de persones anant a les seves entitats financeres per treure els seus diners i trobant-se amb les portes tancades. Calia evitar l'Apocalipsi de totes totes.
Ara bé, en aquest punt em faig una pregunta. La Pregunta, diria jo: tots aquests diners aportats pels Estats es traslladaran del sistema financer al conjunt de les empreses amb immediatesa?
Veiem com la situació financera comença a estabilitzar-se poquet a poquet però l'economia real està entrant en recessió o està a punt de fer-ho, i només cal mirar les dades econòmiques dels països de l'OCDE per veure les dimensions del greu problema amb que ens enfrontem, per no parlar de l'efecte contagi que tot això està tenint, i tindrà més encara, en les economies dels països emergents i de tot aquells grans oblidats del món que mai no poden emergir del pou de la misèria en que es troben.
A tall d'exemple de com està la cosa, fa pocs dies deia el Fòrum Econòmic Mundial: "La crisi financera afecta ja a l'economia real en un nivell alt i el risc d'una profunda i perllongada recessió creix".
Bé, podria també parlar de les previsions que ha fet el FMI no fa ni 15 dies, quan encara preveia per al 2009 un lleuger creixement de les economies avançades i del 6% per a les emergents, però sabeu que, no m'agrada perdre el temps amb collonades ni dedicar ni mig minut a prendre en consideració les prediccions d'uns tios que tenen una credibilitat nul·la en la matèria.
Més ens valdria a tots plegats, en cas que volguem saber que li espera a l'economia mundial per al 2009 acudir amb urgència al gabinet d'una tarotista del tres al quart que no pas llegir-nos els informes del FMI que, tal i com han anat les coses, no valen ni el paper en el que estan escrits.
I doncs, en quin punt ens trobem?.
Bé, hauriem d'anar preparant l'enterrament del neoliberalisme (que no es mereix ni una miserable corona de flors, o en tot cas, si ha de ser, que sigui d'ortigues) i donar pas a un nou cicle en el que Keynes torna a situar-se en el centre de l'escenari com a actor únic i única esperança per sortir del caos i escapar-nos del manicomi.
L'any 1936, escribia Keynes en la seva Teoria General: "Les idees justes o falses dels filòsofs de l'economia i de la política tenen més importància del que en general es pensa. Francament, elles dirigeixen gairebé exclusivament el món. Els homes d'acció que es creuen plenament eximits de les influències doctrinals són normalment esclaus d'algun economista del passat".
Cada cicle ideològic en economia està provocat per una crisi i com ja va passar l'any 29, quan el pensament neoclàssic va portar l'economia a la debacle, va ser les receptes de Keynes les que el van salvar. I va ser també el keynesianisme el constructor i el motor ideològic del Welfare State i del llarg període de prospertiat de la post-guerra, i ara toca, com sempre solucionar l'estat de fallida catastròfica en que els neoliberals han deixat el món.
Es imprescindible articular un nou Breton Woods i refundar el capitalisme de dalt a baix, no em cansaré de repetir-ho.
Però com deia molt encertadament Karl Polanyi en 1943 en el seu llibre “The Great Transformation”, la “Ma Invisible” que ordena els mercats i n'encarrila de manera naural els seus desajustaments, no existeix, sino que aquests es regulen per l'acció de l'Estat.
Ens cal ara adaptar la tesi de Polanyi al context global en que vivim i reconstruir el Sistema sobre un nou paradigma basat en el realisme i el sentit comú.
No crec que la crisi s'escrigui amb V, ni potser amb O.
La catastròfica herència neoliberal em porta a pensar que més aviat caldrà escriure-la amb L, tot i que si els que han de prendre les decisions per redreçar la situació cometessin l'error de construïr el nou sistema econòmic global amb les mateixes receptes i les mateixes cares que l'han portat a la debacle, potser hauriem d'inventar una nova lletra de l'alfabet per escriure la paraula crisi.

25.10.08

LOU REED A BCN AMB OBAMA



En Lou Reed és patrimoni de la meva joventut.
Recordo encara amb tendresa aquelles nits alhocòliques, lletraferides, porreres i de sexe fàcil (quan les ties volien, of course) quan ens deixavem anar moguts pel camí sense retorn del "Walking in the Wild Side" (per a mi encara un himne i tota una declaració de principis), en les que pensavem que, en l'arriscada suposició que Déu existís, el seu nom seria, sense cap mena de dubte, Lou Reed.
I ara em trobo, 30 anys després (massa temps pel meu gust, collons!!!), que el meu Déu dels vuitanta votarà Obama en les properes eleccions yankees del mes de novembre.
Jo ja sabia, que el meu geni, no em fallaria.
I no ho ha fet.
Avui se que fa 30 anys vaig fer la tria adequada i no la vaig cagar. Digueu-me vident!!!
Avui en Lou ofereix un recital de poetes catalans a BCN.
No hi podré anar perquè he arribat tard a casa i no m'ho he pogut montar per anar-hi amb els meus vells amics i amigues (tots i totes divorciats i divorciades... mantinguem la igualtat de gènere, valga'm Déu!!!) però hi seré de cos present.
En el marc incomparable dels actes de Kosmopolis, en Lou Reed ens deixa un missatge molt clar: "Si no guanya Obama, haurem de venir a Barcelona".
Bé, no vull tant de mal pels USA, però si el republicà McCain guanyés, jo m'ofereixo a acollir-lo a casa meva en el seu exili barceloní amb un entusiasme desbordant.
Potser això seria una bona estratègia per tornar a recuperar el contacte amb alguns vells amics "maudits" i... perquè no... reemprende alguna íntima relació amb alguna estimada amiga del meu pretèrit imperfecte gràcies a Barack Obama (ai, L., amor meu, sàpigues que malgrat els anys no t'he oblidat ni t'oblidaré mai !!!).
I com molt bé diu el candidat demòcrata a la presidencia dels USA (i em permetreu que jo apliqui aquest lema electoral al terreny més pràctic i pensant només amb mi mateix... perquè sé que vosaltres, estimats lectors m'entendreu...)...
"YES, WE CAN!!!!"

23.10.08

EL NEOLIBERALISME HA MORT! VISCA EL SENTIT COMÚ!


Mentre el món es debat entre l'estupefacció i el vertígen d'una crisi econòmica de naturalesa sistèmica, a mi em vé al cap aquell paradoxal mot xinès que representa alhora crisi i oportunitat.
El cert és que, com a resultat de la fal·lacia neoliberal que va constituïr una veritable dictadura del pensament des dels anys vuitanta, ara estan pagant justos per pecadors els efectes d'una crisi que té la seva única raó de ser en la ingenua però letal idea de que el mercat s'autorregula per sí mateix i que la intervenció dels poders públics en l'Economia és l'orígen i la causa de tots els mals, passats, presents i futurs, reals o imaginaris.
I fa una certa gràcia de veure com els portestandarts del Neoliberalisme Global, acollonits davant la fallida d'un Sistema sostingut en un paradigma que no aguantava cap anàlisi racional i que només es sostenia per la força coercitiva dels defensors del Nou Ordre Mundial, s'han reconvertit ràpidament a una mena de keynesians de dreta, però keynesians en definitiva.
Es tracta de sobreviure, i quan els defensors de la dictadura del mercat veuen que el seu coll perilla, no esperen que els salvi la “Ma Invisible” sino que corren a protegir els seus interessos al redós de la intervenció pública. Coses de la vida, però això és el que hi ha.
Tothom és conscient que el paradigma neoliberal està mort i enterrat per sempre més.
Ha mort fruit de la seva pròpia dinàmica de funcionament, però no cal saber un borrall d'economia per adonar-se'n que marginant l'economia productiva, primant l'especulació desenfrenada i fent un acte de fe en una creeença de pa sucat amb oli, la cosa acabaria com ha acabat.
L'altre dia vaig sentir una frase genial respecte a la fe dels neoliberals en la capacitat taumatúrgica del mercat. Més o menys deia que la “ma invisible” és allò que mai no veus però que sents l'hostia quan te la fot. I la “ma invisible” ens ha fotut a tots plegats una bona hostia.
Quan escrit aquestes notes, l'economia mundial fa la sensació de ser una mena de Titànic i tots estem pendents de la Cimera Financera dels G-20 prevista pel proper 15 de novembre a Washington.
No se que en treure'm d'aquesta Cimera. Potser poca cosa perquè és una mica sorprenent que per apagar el foc de la crisi de sistema es reuneixin el socis del sindicat de piròmans (i en especial aquest geni de la política que tenen els americans per President i que presidirà la reunió, toca't els collons!!!) i també aquells que des de diversos posicionaments polítics han estat còmplices amb el seu silenci de l'extensió de la plaga del neoliberalisme arreu del món i que ens han fet combregar amb rodes de molí deconstruïnt l'Estat del Benestar pedra a pedra durant els darrers trenta anys.
Una cosa sí que és certa. Tothom és conscient que cal “Refundar el Capitalisme” i com ha dit avui el President Sarkozy (que no és precisament sant de la meva devoció i que va arribar a l'Elisi prometent als francesos que quan fóssin grans serien com els americans o els britanics) “ha mort la dictadura del mercat i la de la impotència de l'esfera de lo públic”.
Sarkozy ha afirmat que l'actual crisi financera internacional ha posat ja de relleu "el retorn de la política" a l'esfera econòmica i advertia en la seva intervenció del risc d'una revolta popular mundial si la Cimera de Washington acaba en un no-res, i demanava a la Unió Europea que deixés de ser ingenua amb la lliure competència.
Em sap greu dir-ho però el Sarko aquest cop l'ha encertada i espero que tant els que es reuniran el 15-N a Washington com els líders europeus (de la Vella europa), que en general són una colla de capcigranys incapaços de posar-se d'acord en les coses més bàsiques i que es deixen presionar (o sotmetre al xantatge, per ser més exactes) dels dirigents dels països de l'Europa de l'Est (la “cinquena columna” de Washignton a Europa), tinguin ben present la necessitat de donar un cop de timó a aquest desori i que les coses no podran ja tornar a ser com eren. Afortunadament per a tots.
També s'ha dit aquests dies que la solució de la crisi ha de sortir d'Europa. A veure si és veritat, perquè Europa encara representa una illa més o menys entenimentada enmig d'aquest infern econòmic global, malgrat això sí, els britànics, els socis de l'Est i el centredreta europeu, que ha oblidat les seves arrels de conservadurisme social que va contribuïr positivament conjuntament amb la socialdemocràcia a construïr l'Estat del Benestar de la postguerra.
Ai, Oloff Palme i Konrad Adenauer, quina falta que ens feu en aquests moments!!!
Per que això sigui possible, mancarà més esperit europeïsta, avançar seriosament en la definició d'una política exterior i de seguretat comunes i d'unes comunes polítiques industrials, comercials, tecnològiques i fiscals.
Se que la Unió Europea és una mena de paquiderm mancat de reflexos on posar-se d'acord és més difícil que per a l'Esglesia reconeixer que la van cagar amb Galil·leu o que demani perdó de genolls per la Inquisició, però penso que no tindran més collons que posar-se a pencar i a prendre decissions perquè si s'apliquen la doctrina del “laissez faire, laissez passer” i del “qui dies passa, anys empeny”, anirem tots a una catàstrofe global anunciada i en la qual, molts experts conicideixen en afirmar que tot just hi estem entrant. I jo, sense ser cap expert, també ho crec.
Em crea una mica d'escrúpols tornar a citar el Sarko, però quin remeï. Si l'ha encertada, és que l'ha encertada. Quan el marit de la Bruni deia avui que “no tenim el dret de fracassar perquè això significarà que el món que sortirà de la crisi serà pitjor que el d'abans", tenia tota la raó, perquè això que tenim no té solució possible. Tanmateix, m'agradaria dir el que realment pensava quan ha fet aquest avís per a navegants: “nois, o ens espabilem i girem el mitjó però ja, o ens anirem tots a la merda sense remissió”.
Què necessitem per sortir de la crisi?
Primer de tot, reconèixer que tenim una malaltia provocada per l'adicció a substàncies estupefaents (en aquest cas l'adicció al neoliberalisme”, després rescatar l'economia del domini corruptor i cancerígen de la Khrematistica (ai, quanta raó tenia Aristòtil i què diria si aixequés el cap!!!), introduïr criteris de transparència i responsabilitat social en el quefer econòmic, repensar des de zero la filosofia, el funcionament, el rol i la raó de ser de les institucions econòmiques i financeres internacionals i sobretot tornar a situar el paper regulador dels poders públics en l'economia (d'on no hagués d'haver sortit mai) i reconstruïr els malmesos pilars de l'Estat del Benestar en una perspectiva global. En definitiva retornar a l'Economia al terreny de la Política.
Keynes torna i la Socialdemocràcia també. Això és bo des del meu punt de vista, però el més important i el millor de tot és que torna, inexorablement, imparablement, el Sentit Comú.
La llàstima és que aquest despropòsit ens costarà sang, suor i llàgrimes i que dissortadament els innocents en pagaran les plats trencats.
Espero que els culpables d'aquest desastre (si, ho he dit bé, culpables) paguin la seva condemna a les urnes o a la presó, segons el cas, i que el murri de Don Fabrizio Corbera, Principe de Salina, no pugui dir un altre cop, des de la seva residència de Donafugatta allò de que “alguna cosa ha de canviar perquè res no canviï”.

20.10.08

A Su Eminencia el cardenal Rouco Varela


Article de Paolo Flores d'Arcais. Filòsof. Publicat a El Pais (18/10/2008)

El cardenal Antonio María Rouco Varela, presidente de la Conferencia Episcopal Española, en sus palabras ante el Sínodo Mundial de los Obispos, ha vuelto a acusar al laicismo de querer hacer realidad "la dictadura del relativismo ético". El aspecto más grave de esta verdadera dictadura laicista sería, en palabras suyas, el "tratamiento legal dado al derecho a la vida, como si el Estado pudiera disponer ilimitadamente de él".Evidentemente, a Su Eminencia se le escapa que sólo se puede hablar de dictadura cuando a los ciudadanos se les obliga a aceptar, contra su voluntad, las decisiones de un poder autoritario. Por ejemplo, si un Estado obligase a todas las mujeres, independientemente de su voluntad, a abortar siempre que ya tengan un hijo, sería (incluso si estuviera justificado por motivos gravísimos de explosión demográfica) un caso de dictadura, aunque el Estado en cuestión fuera democrático. Ahora bien, el famoso relativismo laicista no pretende jamás obligar a nadie. Al contrario, en los lugares en los que, hasta ahora, ha logrado prevalecer, ese relativismo -que es lo mismo que el carácter pluralista de una sociedad abierta- ha permitido que cada mujer escoja con libertad si quiere llevar a término su embarazo o no. Lo cual es todo lo contrario de una obligación impuesta y sancionada por el Estado.
El derecho del Estado "a disponer ilimitadamente de la vida" se hace realidad, en todo caso, en otras ocasiones: en la guerra, cuando hay un servicio militar obligatorio, en la pena de muerte o, peor aún, en la legalización de la tortura a los detenidos. Pero Su Eminencia Rouco Varela sabe a la perfección que la Iglesia católica no ha condenado hasta hace muy pocos años, y con una formulación ambigua, la pena de muerte (que estuvo en vigor en la Ciudad del Vaticano hasta 1969), y también sabe que la introducción del derecho a la objeción de conciencia para no hacer el servicio militar es, precisamente, una de las grandes batallas laicas en las que la Iglesia católica NO ha participado.
La amenaza totalitaria se hace realidad tan sólo cuando una institución pretende decidir en lugar del ciudadano cómo debe ser su vida. Porque, ¿quién puede disponer sobre la vida salvo quien la vive? Entre dos seres humanos, tú y yo, ¿qué aberración justifica que yo pueda decidir sobre tu vida? Y lo de menos es que ese yo que pretende decidir de forma totalitaria tu vida sea un individuo, sea el Estado o sea la Iglesia.
Confío en que Su Eminencia el cardenal Antonio María Rouco Varela no responda que el que dispone sobre mi vida, como de la vida de cualquiera, no es quien la vive sino Dios. Porque Dios no habla, sino que son siempre seres humanos los que hablan en su nombre (cosa que, aparte de todo, es una forma de delirio de omnipotencia).
En segundo lugar, porque Dios existe para unos pero no para otros, y todos son ciudadanos, por lo que Dios, en una democracia, no puede convertirse en argumento, ya que ello discriminaría manifiestamente a los no creyentes.
En tercer lugar, porque cada uno tiene su propio Dios, que impone distintos derechos y obligaciones (el dios judío otorga el derecho al divorcio, el dios cristiano ordena el matrimonio indisoluble, el dios islámico da derecho a tener cuatro esposas... Y, sobre asuntos como el aborto y la eutanasia, cada una de las iglesias tiene un punto de vista diferente).
Y, por último, porque la vida es un regalo, y un regalo se puede rechazar; si no, se llama condena.
En resumen, el derecho de cada uno a decidir sobre su propia vida (hasta la eutanasia) es un derecho primordial e inalienable que constituye la base de todos los demás.
Su Eminencia está a favor de "un diálogo sincero entre fe y razón" que "haga presente en la vida pública la verdad de Dios Creador y Redentor del hombre: del Dios que es amor". Pero esta verdad de fe no puede ser una verdad de razón, porque, de ser así, cada ateo sería un minus habens desde el punto de vista psíquico.
El diálogo sincero, por consiguiente, implica que la Iglesia del cardenal Antonio María Rouco Varela renuncie a forzar a quien no es creyente a aceptar decisiones sobre su vida, su nacimiento y su muerte, a través de la violencia que representa una imposición de Estado, que es lo que trata de hacer la Iglesia católica en España y en Italia, en Polonia y en Irlanda, y en cualquier lugar en el que se siente suficientemente fuerte.
Lo irónico es que se hable de "un Dios que es amor" para obligar a los condenados a muerte por una enfermedad terminal a sufrir horas, días, semanas e incluso meses una tortura a la que su libertad desearía poner fin. Es un amor verdaderamente extraño éste que se atribuye a Dios.
Si no fuera porque, al atribuir a Dios una crueldad semejante, demuestran ser los herederos -claramente no arrepentidos-, no de Francisco de Asís, sino del inquisidor Torquemada.

19.10.08

¿Quién era Milton Friedman?



Paul Krugman.

Profesor de Economía en la Universidad de Princeton y premio Nobel de Economía 2008.

New York Times Service, 2008.


La historia del pensamiento económico en el siglo XX es algo parecida a la del cristianismo en el XVI. Hasta que John Maynard Keynes publicó su Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero en 1936, la ciencia económica -al menos en el mundo anglosajón- estaba completamente dominada por la ortodoxia del libre mercado. De vez en cuando surgían herejías, pero siempre se suprimían. La economía clásica, escribía Keynes en 1936, "conquistó Inglaterra tan completamente como la Santa Inquisición conquistó España".
Y la economía clásica decía que la respuesta a casi todos los problemas era dejar que las fuerzas de la oferta y la demanda hicieran su trabajo. El mundo necesita ahora una contra-contrarreforma contra el absolutismo del libre mercado.
Pero la economía clásica no ofrecía ni explicaciones ni soluciones para la Gran Depresión.
Hacia mediados de la década de 1930, los retos a la ortodoxia ya no podían contenerse.
Keynes desempeñó la función de Martín Lutero, al proporcionar el rigor intelectual necesario para hacer la herejía respetable. Aunque Keynes no era ni mucho menos de izquierdas -vino a salvar el capitalismo, no a enterrarlo-, su teoría afirmaba que no se podía esperar que los mercados libres proporcionaran pleno empleo, y estableció una nueva base para la intervención estatal a gran escala en la economía.
El keynesianismo constituyó una gran reforma del pensamiento económico. Inevitablemente, le siguió una contrarreforma. Diversos economistas desempeñaron un papel importante en la gran recuperación de la economía clásica entre los años 1950 y 2000, pero ninguno fue tan influyente como Milton Friedman. Si Keynes era Lutero, Friedman era Ignacio de Loyola, el fundador de los jesuitas. Y al igual que los jesuitas, los seguidores de Friedman han actuado como una especie de disciplinado ejército de fieles y provocado una amplia, pero incompleta, retirada de la herejía keynesiana. A finales de siglo, la economía clásica había recuperado buena parte de su anterior hegemonía, aunque ni mucho menos toda, y a Friedman le corresponde buena parte del mérito.No quiero llevar demasiado lejos la analogía religiosa.
La teoría económica aspira al menos a ser ciencia, no teología; se ocupa de la tierra, no del cielo. La teoría keynesiana se impuso en un principio porque era mucho mejor que la ortodoxia clásica a la hora de dar sentido al mundo que nos rodea, y la crítica de Friedman a Keynes adquirió tanta influencia porque supo detectar los puntos débiles del keynesianismo.
Y sólo a modo de aclaración: aunque este artículo sostiene que Friedman estaba equivocado en algunos aspectos, y a veces parecía poco sincero con sus lectores, le considero un gran economista y un gran hombre.Milton Friedman desempeñó tres funciones en la vida intelectual del siglo XX.
Estaba el Friedman economista de economistas, que escribía análisis técnicos, más o menos apolíticos, sobre el comportamiento de los consumidores y la inflación. Estaba el Friedman emprendedor político, que pasó décadas haciendo campaña en nombre de la política conocida como monetarismo y que acabó viendo cómo la Reserva Federal y el Banco de Inglaterra adoptaban su doctrina a finales de la década de 1970, sólo para abandonarla por inviable unos años más tarde. Por último, estaba el Friedman ideólogo, el gran divulgador de la doctrina del libre mercado.
¿Desempeñó el mismo hombre todas estas funciones?
Sí y no.
Las tres estaban guiadas por la fe de Friedman en las verdades clásicas de la economía del libre mercado. Además, su eficacia como divulgador y propagandista descansaba en parte en su merecida fama de profundo economista teórico.
Pero hay una diferencia importante entre el rigor de su obra como economista profesional y la lógica más laxa y a veces cuestionable de sus pronunciamientos como intelectual público. Mientras que la obra teórica de Friedman es universalmente admirada por los economistas profesionales, hay mucha más ambivalencia respecto a sus pronunciamientos políticos y en especial su trabajo divulgativo. Y debe decirse que hay serias dudas respecto a su honradez intelectual cuando se dirigía a la masa de ciudadanos.
Pero dejemos de lado por el momento el material cuestionable y hablemos de Friedman en cuanto teórico económico. Durante la mayor parte de los dos siglos pasados, el pensamiento económico estuvo dominado por el concepto del Homo economicus.
El hipotético Hombre Económico sabe lo que quiere; sus preferencias pueden expresarse matemáticamente mediante una función de utilidad, y sus decisiones están guiadas por cálculos racionales acerca de cómo maximizar esa función: ya sean los consumidores al decidir entre cereales normales o cereales integrales para el desayuno, o los inversores que deciden entre acciones y bonos, se supone que esas decisiones se basan en comparaciones de la utilidad marginal, o del beneficio añadido que el comprador obtendría al adquirir una pequeña cantidad de las alternativas disponibles.
Es fácil burlarse de este cuento. Nadie, ni siquiera los economistas ganadores del Premio Nobel, toma las decisiones de ese modo. Pero la mayoría de los economistas, yo incluido, consideramos útil al Hombre Económico, quedando entendido que se trata de una representación idealizada de lo que realmente pensamos que ocurre.
Las personas tienen preferencias, incluso si esas preferencias no pueden expresarse realmente mediante una función de utilidad precisa; por lo general toman decisiones sensatas, aunque no maximicen literalmente la utilidad.
Uno podría preguntarse por qué no representar a las personas como realmente son.
La respuesta es que la abstracción, la simplificación estratégica, es el único modo de que podamos imponer cierto orden intelectual en la complejidad de la vida económica. Y la suposición del comportamiento racional es una simplificación especialmente fructífera.
La cuestión, sin embargo, es hasta dónde se puede llevar. Keynes no atacó de lleno al Hombre Económico, pero a menudo recurría a teorías psicológicas verosímiles y no a un cuidadoso análisis de qué haría una persona que tomara decisiones racionales.
Las decisiones empresariales estaban guiadas por impulsos viscerales (animal spirits); las decisiones de consumo, por una tendencia psicológica a gastar parte, pero no la totalidad, de un aumento de la renta; los acuerdos salariales, por un sentido de la equidad, y así sucesivamente.
¿Pero era realmente una buena idea reducir tanto la función del Hombre Económico?
No, decía Friedman, que en un artículo de 1953 titulado The methodology of positive economics [La metodología de la economía positiva] sostenía que las teorías económicas no deberían juzgase por su realismo psicológico, sino por su capacidad para predecir el comportamiento. Y los dos mayores triunfos de Friedman como economista teórico procedieron de aplicar la hipótesis del comportamiento racional a cuestiones que otros economistas habían considerado fuera del alcance de dicha hipótesis.
En un libro de 1957 titulado Una teoría de la función del consumo -no exactamente un título que agradara a las masas, pero sí un tema importante-, Friedman sostenía que el mejor modo de entender el ahorro y el gasto no es, como había hecho Keynes, recurrir a una teorización psicológica laxa, sino, por el contrario, pensar que los individuos hacen planes racionales sobre cómo gastar su riqueza a lo largo de la vida.
Ésta no era necesariamente una idea antikeynesiana; de hecho, el gran economista keynesiano Franco Modigliani planteó de manera simultánea e independiente el mismo argumento, incluso con más cuidado, al considerar el comportamiento racional, en colaboración con Albert Ando.
Pero sí señalaba un retorno a los modos de pensar clásicos, y funcionaba. Los detalles son un poco técnicos, pero la "hipótesis de la renta permanente" planteada por Friedman y el "modelo del ciclo vital" de Ando y Modigliani resolvían varias paradojas aparentes sobre la relación entre renta y gasto, y todavía hoy siguen constituyendo las bases de cómo estudian los economistas el gasto y el ahorro.
El trabajo sobre el comportamiento de los consumidores habría forjado por sí solo la fama académica de Friedman. Sin embargo, obtuvo un triunfo al aplicar la teoría del Hombre Económico a la inflación. En 1958, el economista neozelandés A. W. Phillips señalaba que existía una correlación histórica entre el desempleo y la inflación, de modo que la inflación iba asociada a un bajo desempleo y viceversa. Durante un tiempo, los economistas trataron esta correlación como si fuera una relación fiable y estable. Esto provocó un debate serio sobre qué punto de la curva de Phillips debería escoger el Gobierno.
¿Debería Estados Unidos, por ejemplo, aceptar una tasa de inflación más alta para alcanzar una tasa de desempleo más baja?
En 1967, sin embargo, Friedman pronunciaba ante la Asociación Económica Estadounidense una conferencia presidencial en la que sostenía que la correlación entre inflación y desempleo, aun siendo visible en los datos, no representaba una verdadera compensación, al menos no a largo plazo. "Siempre hay", decía, "una compensación temporal entre inflación y desempleo; no hay una compensación permanente".
En otras palabras, si los políticos intentaran mantener el desempleo bajo mediante una política de generar mayor inflación, sólo conseguirían un éxito temporal. Según Friedman, el desempleo acabaría por aumentar de nuevo, incluso con una inflación elevada. En otras palabras, la economía sufriría la situación que Paul Samuelson más tarde denominaría "estanflación".
¿Cómo llegó Friedman a esta conclusión? (Edmund S. Phelps, premio Nobel de Economía de este año, había llegado de manera simultánea e independiente al mismo resultado).
Como en el caso de su trabajo sobre el comportamiento de los consumidores, Friedman aplicó la idea del comportamiento racional. Sostenía que después de un periodo de inflación sostenido, las personas introducirían las expectativas de inflación futura en sus decisiones, lo cual anularía cualquier efecto positivo de la inflación sobre el empleo. Por ejemplo, una de las razones por las que la inflación puede aumentar el empleo es que contratar a más trabajadores se vuelve más rentable cuando los precios suben más que los salarios. Pero en cuanto los trabajadores comprenden que el poder de adquisición de sus salarios se verá erosionado por la inflación, exigen por adelantado acuerdos de subida salarial más elevados, para que los salarios alcancen el mismo nivel que los precios.
En consecuencia, cuando la inflación se mantiene durante un tiempo, ya no proporciona el mismo impulso al empleo que al principio. De hecho, se producirá un aumento del desempleo si la inflación no cumple las expectativas.En el momento en que Friedman y Phelps propusieron sus ideas, Estados Unidos tenía poca experiencia con la inflación sostenida. De modo que ésta fue verdaderamente una predicción, en lugar de un intento de explicar el pasado. Sin embargo, en la década de 1970, la inflación persistente puso a prueba la hipótesis de Friedman-Phelps.
Sin duda, la correlación histórica entre inflación y desempleo se rompió exactamente como Friedman y Phelps habían predicho: en la década de 1970, mientras la tasa de inflación superaba el 10%, la tasa de desempleo era tan elevada o más que en las décadas de 1950 y 1960, unos años de precios estables. Al fin la inflación se controló en la década de 1980, pero sólo después de un doloroso periodo de desempleo extremadamente elevado, el peor desde la Gran Depresión.
Al predecir el fenómeno de la estanflación, Friedman y Phelps alcanzaron uno de los grandes triunfos de la economía de posguerra. Este triunfo, más que ninguna otra cosa, confirmó a Milton Friedman en su categoría de grande entre los economistas, independientemente de lo que pudiera pensarse de sus demás funciones.
Una interesante anotación: aunque avanzó mucho en la aplicación del concepto de racionalidad individual a la macroeconomía, también sabía dónde parar. En la década de 1970, algunos economistas llevaron más lejos aún el análisis de Friedman, llegando a sostener que no hay una compensación útil entre inflación y desempleo ni siquiera a corto plazo, porque los ciudadanos anticiparán las acciones del Gobierno y aplicarán esa anticipación, así como la experiencia pasada, al establecimiento de precios y a las negociaciones salariales.
Esta doctrina, conocida como las "expectativas racionales", se extendió por buena parte de la economía académica. Pero Friedman nunca la aceptó. Su sentido de la realidad le advertía de que esto era llevar demasiado lejos la idea del Homo economicus. Y así se demostró: la conferencia pronunciada por Friedman en 1967 ha superado la prueba del tiempo, mientras que las opiniones más extremas propuestas por los teóricos de las expectativas racionales en los años setenta y ochenta no la han superado."
A Milton todo le recuerda la oferta monetaria. Bien, a mí todo me recuerda el sexo, pero no lo pongo por escrito", escribía en 1966 Robert Solow, del MIT.
Durante décadas, la imagen pública y la fama de Milton Friedman se definieron en gran medida por sus pronunciamientos sobre la política monetaria y su creación de la doctrina conocida como monetarismo. Sorprende darse cuenta, por tanto, de que el monetarismo se considera en gran medida un fracaso, y que parte de lo dicho por Friedman sobre el dinero y la política monetaria -al contrario que lo que dijo acerca del consumo y la inflación- parece haber sido engañoso, y quizá de manera deliberada.
Para comprender de qué trataba el monetarismo, lo primero que hay que saber es que la palabra dinero no significa exactamente lo mismo en economía que en el lenguaje común. Cuando los economistas hablan de oferta monetaria [en inglés, money supply, oferta de dinero] no se refieren a riqueza en el sentido habitual. Sólo se refieren a esas formas de riqueza que pueden usarse de manera más o menos directa para comprar cosas.
La moneda -trozos de papel con retratos de presidentes muertos- es dinero, y también los depósitos bancarios contra los que se pueden extender cheques. Pero las acciones, los bonos y los bienes raíces no son dinero, porque hay que convertirlos en efectivo o en depósitos bancarios antes de poder usarlos para hacer compras.
Si la oferta monetaria constara sólo de moneda, estaría bajo el control directo del Gobierno, o más precisamente, de la Reserva Federal, un organismo monetario que, como sus homólogos los bancos centrales de muchos otros países, está institucionalmente un poco separado del Gobierno propiamente dicho.
El hecho de que la oferta de dinero incluya también los depósitos bancarios complica un poco la realidad. El banco central sólo tiene control directo sobre la base monetaria -la suma de moneda en circulación, la moneda que los bancos tienen en sus cámaras acorazadas y los depósitos que los bancos guardan en la Reserva Federal-, pero no sobre los depósitos que los ciudadanos tienen en los bancos.
En circunstancias normales, sin embargo, el control directo de la Reserva Federal sobre la base monetaria basta para darle también un control efectivo sobre la oferta monetaria total.Antes de Keynes, los economistas consideraban la oferta monetaria una herramienta primordial de la gestión económica.
Pero él sostenía que en condiciones de depresión, cuando los tipos de interés son muy bajos, los cambios en la oferta monetaria tienen pocas consecuencias sobre la economía. La lógica era la siguiente: cuando los tipos de interés son del 4% o del 5%, nadie quiere que su dinero quede ocioso. Pero en una situación como la de 1935, cuando el tipo de interés de las letras del Tesoro a tres meses era sólo del 0,14%, hay muy poco incentivo para asumir el riesgo de poner el dinero a trabajar.
El banco central podría tratar de estimular la economía acuñando grandes cantidades de moneda adicional; pero si el tipo de interés es ya muy bajo, es probable que el efectivo adicional languidezca en las cámaras acorazadas de los bancos o debajo de los colchones.
En consecuencia, Keynes sostenía que la política monetaria, un cambio en la oferta de dinero circulante para gestionar la economía, sería ineficaz. Y por eso, él y sus seguidores creían que hacía falta una política presupuestaria -en especial un aumento del gasto público- para sacar a los países de la Gran Depresión.
¿Por qué es esto importante?
La política monetaria es una forma de intervención pública en la economía altamente tecnocrática y en gran medida apolítica. Si la Reserva Federal decide aumentar la oferta monetaria, todo lo que hace es comprar unos cuantos bonos del Tesoro a bancos privados, y pagar los bonos mediante anotaciones en las cuentas de reserva de esos bancos: en realidad, todo lo que la Reserva Federal tiene que hacer es acuñar un poco más de base monetaria.
En cambio, la política presupuestaria supone una participación mucho más profunda del sector público en la economía, a menudo de un modo cargado de ideología: si los políticos deciden usar las obras públicas para promover el empleo, tienen que decidir qué construir y dónde.
Por tanto, los economistas con una inclinación al libre mercado tienden a querer creer que la política monetaria es todo lo que hace falta; los que desean un sector público más activo tienden a creer que la política presupuestaria es esencial.
El pensamiento económico tras el triunfo de la revolución keynesiana -como se refleja, por ejemplo, en las primeras ediciones del libro de texto clásico de Paul Samuelson- daba prioridad a la política presupuestaria, mientras que la política monetaria quedaba relegada a los márgenes. Como Friedman decía en la conferencia pronunciada en 1967 ante la Asociación Económica Estadounidense:"La amplia aceptación de las opiniones entre los profesionales de la economía ha hecho que durante dos décadas, prácticamente todos menos unos cuantos reaccionarios pensaran que los nuevos conocimientos económicos habían vuelto obsoleta la política monetaria. El dinero no importaba".
¿Aunque esto tal vez fuese una exageración, la política monetaria no estuvo muy bien considerada en las décadas de 1940 y 1950. Friedman, sin embargo, hizo una cruzada a favor de la propuesta de que el dinero también importaba, la cual culminó con la publicación en 1963 de A monetary history of the United States, 1867-1960, en colaboración con Anna Schwartz.
Aunque A monetary history of the United States es una gran obra de extraordinaria erudición, que abarca un siglo de desarrollos monetarios, su análisis más influyente y controvertido fue el relativo a la Gran Depresión. Friedman y Schwartz afirmaban que habían refutado el pesimismo de Keynes acerca de la eficacia de la política monetaria en condiciones de depresión.
"La contracción" de la economía, declaraban, "es de hecho un trágico testimonio de la importancia de las fuerzas monetarias".
¿Pero qué querían decir con eso?
Desde el principio, la posición de Friedman y Schwartz parecía un poco escurridiza. Y con el tiempo, la presentación que Friedman hacía de la historia se hizo más grosera, no más sutil, y acabó pareciendo -no hay otra forma de decirlo- intelectualmente corrupta.
Al interpretar los orígenes de la Gran Depresión es crucial distinguir entre la base monetaria (dinero más reservas bancarias), que la Reserva Federal controla directamente, y la oferta monetaria (dinero más depósitos bancarios).
La base monetaria aumentó durante los primeros años de la Gran Depresión, subiendo de una media de 6.050 millones de dólares en 1929 a una media de 7.020 millones en 1933.
Pero la oferta monetaria cayó drásticamente, de 26.600 millones a 19.900 millones de dólares. Esta divergencia reflejaba principalmente las consecuencias de la oleada de quiebras bancarias de 1930-1931: a medida que los ciudadanos perdían la fe en los bancos, empezaron a guardar su riqueza en efectivo y no en depósitos bancarios, y los bancos que sobrevivieron empezaron a tener grandes cantidades de efectivo a mano en lugar de prestarlo, para evitar el peligro de un pánico bancario.
La consecuencia fue que se hacían muchos menos préstamos y, por tanto, muchos menos gastos de los que habría habido si los ciudadanos hubieran seguido depositando el efectivo en los bancos, y los bancos hubieran seguido prestando los depósitos a las empresas.
Y dado que el desplome del gasto fue la causa próxima de la depresión, el deseo repentino tanto por parte de los individuos como de los bancos de poseer más efectivo empeoró sin duda la recesión.Friedman y Schwartz sostenían que la caída de la oferta monetaria había convertido lo que podría haber sido una recesión ordinaria en una depresión catastrófica, un argumento de por sí discutible.
Pero incluso poniendo por caso que lo aceptemos, cabe preguntar si puede decirse que la Reserva Federal, que al fin y al cabo aumentó la base monetaria, provocó la caída de la oferta monetaria total. Al menos inicialmente, Friedman y Schwartz no dijeron eso.
Lo que dijeron, por el contrario, fue que la Reserva Federal pudo haber prevenido la caída de la oferta monetaria, en especial acudiendo al rescate de los bancos en quiebra durante la crisis de 1930-1931.
Si la Reserva Federal se hubiera apresurado a prestar dinero a los bancos en apuros, la oleada de quiebras bancarias podría haberse evitado, y eso a su vez podría haber evitado la decisión de los ciudadanos de guardar el dinero en efectivo en lugar de depositarlo en los bancos, y la preferencia de los bancos supervivientes por acumular los depósitos en sus cámaras acorazadas en lugar de prestar esos fondos. Y esto, a su vez, podría haber evitado lo peor de la depresión.A este respecto, tal vez sea útil una analogía.
Supongamos que se desata una epidemia de gripe, y que análisis posteriores indican que una acción adecuada de los centros de control de enfermedades podrían haber contenido la epidemia. Sería justo culpar a las autoridades públicas de no tomar las medidas adecuadas. Pero sería un exceso decir que el Estado causó la epidemia, o usar el fallo de esos centros para demostrar la superioridad de los mercados libres sobre el sector público.
Pero muchos economistas, y todavía más lectores legos en la materia, han interpretado que la explicación de Friedman y Schwartz significa que de hecho la Reserva Federal causó la Gran Depresión; que la depresión es en cierto sentido una demostración de los males de un Estado excesivamente intervencionista.
Y en años posteriores, como he dicho, las afirmaciones de Friedman se volvieron más imprecisas, como si quisiera alimentar esta percepción errónea.
En su alocución presidencial de 1967 declaraba que "las autoridades monetarias estadounidenses siguieron políticas altamente deflacionarias", y que la oferta monetaria cayó "porque el Sistema de la Reserva Federal forzó o permitió una reducción aguda de la base monetaria, al no ejercer las responsabilidades que tenía asignadas", una afirmación extraña dado que, como hemos visto, la base monetaria aumentó de hecho mientras la oferta monetaria caía. (Friedman tal vez se refiriese a dos episodios en los que la base monetaria cayó moderadamente por breves periodos, pero aun así su declaración es, como mínimo, muy engañosa).
En 1976, Friedman les decía a los lectores de Newsweek que "la verdad elemental es que la Gran Depresión se produjo por una mala gestión pública", una declaración que seguramente sus lectores interpretaron como que la depresión no se habría producido si el Estado se hubiera mantenido al margen, cuando de hecho lo que Friedman y Schwartz afirmaban era que el sector público debería haberse mostrado más activo, no menos.
¿Por qué los debates históricos sobre la función de la política monetaria en la década de 1930 importaban tanto en la de 1960?
En parte porque encajaban en el programa más amplio de Friedman en contra del sector público, del que hablaremos más adelante. Pero la aplicación más directa era su defensa del monetarismo. De acuerdo con esta doctrina, la Reserva Federal debía mantener el crecimiento de la oferta monetaria en una tasa baja y constante, por ejemplo, el 3% anual, y no desviarse de ese objetivo, con independencia de lo que ocurriese en la economía.
La idea era poner la política monetaria en piloto automático, eliminando cualquier poder por parte de las autoridades públicas.
El razonamiento de Friedman a favor del monetarismo era en parte económico y en parte político.
Sostenía que el crecimiento constante de la oferta monetaria mantendría una economía razonablemente estable. Nunca pretendió que siguiendo esta norma se eliminarían todas las recesiones, pero sí afirmaba que las variaciones en la curva de crecimiento de la economía serían suficientemente pequeñas como para ser tolerables, de ahí la afirmación de que la Gran Depresión no habría ocurrido si la Reserva Federal hubiera seguido una norma monetarista.
Y junto a esta fe con reservas en la estabilidad de la economía con un régimen monetario se daba su desprecio sin reservas hacia la capacidad de los directivos de la Reserva Federal para hacerlo mejor si se les daba poder para ello.
La demostración de la falta de fiabilidad de la Reserva Federal estaba en el inicio de la Gran Depresión, pero Friedman podía señalar otros muchos ejemplos de políticas que habían salido mal. "Un régimen monetario", escribía en 1972, "aislaría la política monetaria del poder arbitrario de un pequeño grupo de hombres no sujetos al control de los electores, y de las presiones a corto plazo de la política partidista".
El monetarismo fue una fuerza poderosa en el debate económico durante unas tres décadas a partir de que Friedman expusiera por primera vez su doctrina en Un programa de estabilidad monetaria y reforma bancaria, publicado en 1959.
Hoy, sin embargo, es una sombra de lo que era, por dos razones principales.En primer lugar, cuando Estados Unidos y Reino Unido intentaron poner en práctica el monetarismo a finales de los setenta, los resultados fueron decepcionantes: en ambos países, el crecimiento constante de la oferta monetaria no consiguió impedir recesiones graves.
La Reserva Federal adoptó oficialmente objetivos monetarios al estilo Friedman en 1979, pero los abandonó de hecho en 1982, cuando la tasa de desempleo superó el 10%.
Este abandono se hizo oficial en 1984, y desde entonces la Reserva Federal realiza precisamente el tipo de afinación discrecional que Friedman condenaba. Por ejemplo, en 2001 respondía a la recesión reduciendo los tipos de interés y permitiendo que la oferta monetaria creciese a ritmos que en ocasiones superaban el 10% anual. Cuando se convenció de que la recuperación era sólida, la Reserva Federal cambió el rumbo, subiendo los tipos de interés y permitiendo que el crecimiento de la reserva monetaria cayese a cero.
En segundo lugar, desde comienzos de la década de 1980, la Reserva Federal y sus homólogos de otros países han realizado un trabajo razonablemente bueno, debilitando la imagen que Friedman daba de los banqueros centrales, a los que consideraba chapuceros irredimibles.
La inflación se mantiene baja, las recesiones -excepto en Japón, país del que hablaremos enseguida- han sido relativamente breves y leves. Y todo esto ha ocurrido a pesar de las fluctuaciones de la oferta monetaria, que horrorizaban a los monetaristas y que los llevaron -incluso a Friedman- a predecir desastres que no llegaron a materializarse.
Como señalaba David Warsh, de The Boston Globe, en 1992, "Friedman despuntó su lanza prediciendo la inflación en la década de 1980, durante la que se equivocó profunda y frecuentemente".En 2004, el Informe Económico del Presidente, escrito por los muy conservadores economistas del Gobierno de Bush, podía no obstante hacer la altamente antimonetarista declaración de que "una política monetaria audaz", no estable ni constante, sino audaz, "puede reducir la profundidad de una recesión".
Ahora, unas palabras sobre Japón. Durante la década de 1990, Japón experimentó una especie de reproducción a pequeña escala de la Gran Depresión. La tasa de desempleo nunca llegó a los niveles de la Depresión, gracias a un enorme gasto en obras públicas que hizo que cada año Japón, con menos de la mitad de población, vertiese más cemento que Estados Unidos.
Pero las condiciones de tipos de interés muy bajos que se dieron en la Gran Depresión reaparecieron con fuerza. Hacia 1998, el tipo del dinero a la vista, los tipos de los préstamos a un día entre bancos, era literalmente cero.
Y en esas condiciones, la política monetaria resultó tan ineficaz como Keynes había afirmado que lo fue en los años treinta. El Banco de Japón, el equivalente japonés a la Reserva Federal, podía aumentar la base monetaria, y lo hizo. Pero los yenes añadidos se guardaban, no se gastaban.
Los únicos bienes de consumo duradero que se vendían bien, me dijeron por aquel entonces algunos economistas japoneses, eran las cajas fuertes. De hecho, el Banco de Japón se vio incapaz siquiera de aumentar la oferta monetaria tanto como deseaba. Puso en circulación enormes cantidades de efectivo, pero las medidas más generales de oferta monetaria crecieron muy poco. Por fin, hace dos años, iniciaba una recuperación económica, impulsada por una recuperación de la inversión empresarial para aprovechar las nuevas oportunidades tecnológicas.
Pero la política monetaria nunca consiguió arrancar.En efecto, Japón en los años noventa brindó una nueva oportunidad para poner a prueba las opiniones de Friedman y Keynes respecto a la eficacia de la política monetaria en condiciones de depresión. Y claramente los resultados respaldaban el pesimismo de Keynes y no el optimismo de Friedman.
En 1946, Milton Friedman debutó como divulgador de la economía del libre mercado con un panfleto titulado Roofs or Ceilings: The Current Housing Problema [Tejados o techos: el actual problema de la vivienda], escrito en colaboración con George J. Stigler, que más tarde se uniría a él en la Universidad de Chicago.
El panfleto, un ataque contra el control de los alquileres, que todavía era universal inmediatamente después de la II Guerra Mundial, se publicó en circunstancias bastante extrañas: era una publicación de la Fundación para la Educación Económica, organización que, como Rick Perlstein escribe en Before the Storm (2001), su libro sobre los orígenes del movimiento conservador actual, "difundía un evangelio libertario tan drástico que rondaba el anarquismo". Robert Welch, fundador de la John Birch Society, era miembro de su consejo directivo.
Esta primera aventura en la popularización del libre mercado anticipaba de dos maneras el curso de la evolución de Friedman como intelectual público a lo largo de las seis décadas siguientes.En primer lugar, el panfleto demostraba la especial voluntad de Friedman de llevar las ideas del libre mercado hasta sus límites lógicos.
Ni la idea de que los mercados son medios eficientes de asignar bienes escasos ni la propuesta de que los controles de precios crean escaseces e ineficacias eran nuevas. Pero muchos economistas, temiendo la reacción negativa contra una subida repentina de los alquileres (que Friedman y Stigler predecían que sería del 30% para el país en su conjunto), podrían haber propuesto una especie de transición gradual a la liberalización.
Friedman y Stigler quitaban hierro a esas preocupaciones.En décadas posteriores, esta tozudez se convertiría en uno de los sellos característicos de Friedman. Una y otra vez pedía soluciones de mercado a problemas -educación, atención sanitaria, tráfico de drogas ilegales- que en opinión de casi todos los demás exigían una intervención estatal extensa.
Algunas de sus ideas han sido objeto de aceptación generalizada, como sustituir las normas rígidas sobre contaminación por un sistema de permisos de contaminación que las empresas pueden comprar y vender. Otras, como los cheques escolares, tienen un amplio respaldo en el movimiento conservador, pero no han avanzado mucho políticamente. Y algunas de sus propuestas, como eliminar los procedimientos de concesión de licencia para los médicos y abolir la Administración de Alimentos y Medicamentos, las consideran estrambóticas incluso la mayoría de los conservadores.
En segundo lugar, el panfleto demostraba lo bueno que Friedman era como divulgador.
Está escrito de manera elegante y sagaz. No hay jerga; los argumentos se presentan con ejemplos del mundo real inteligentemente escogidos, desde la rápida recuperación de San Francisco tras el terremoto de 1906 hasta los problemas de un ex combatiente en 1946, recién licenciado del ejército, para encontrar un lugar decente donde vivir. El mismo estilo, mejorado por la imagen, marcaría la celebrada serie televisiva de Friedman en la década de 1980 Free to choose [Libre para elegir].
Hay muchas probabilidades de que la gran oscilación hacia las políticas liberales que se produjeron en todo el mundo a comienzos de la década de 1970 se hubiera dado aunque Milton Friedman no hubiese existido. Pero su incansable y brillantemente eficaz campaña a favor de los libres mercados seguramente ayudó a acelerar el proceso, tanto en Estados Unidos como en todo el mundo.
Desde cualquier punto de vista -proteccionismo frente a libre comercio; reglamentación frente a liberalización; salarios establecidos mediante convenio colectivo y salarios mínimos obligatorios frente a salarios establecidos por el mercado-, el mundo ha avanzado en la misma dirección que Friedman. E incluso más llamativa que su logro en lo referente a los cambios de la política real ha sido la transformación de la opinión general: la mayoría de las personas influyentes se han convertido hasta tal punto al modo de pensar de Friedman que simplemente se da por sentado que el cambio de políticas económicas promovido por él ha sido una fuerza positiva.
¿Pero lo ha sido?
Consideremos en primer lugar los resultados macroeconómicos de la economía estadounidense. Tenemos datos de la renta real -es decir, teniendo en cuenta la inflación- de las familias estadounidenses entre 1947 y 2005. Durante la primera mitad de ese periodo de 55 años, desde 1947 hasta 1976, Milton Friedman era una voz que predicaba en el desierto, cuyas ideas no eran tenidas en cuenta por los políticos.
Pero la economía, a pesar de todas las ineficacias que él denunciaba, mejoró enormemente el nivel de vida de la mayoría de los estadounidenses: la renta media real se duplicó con creces.
Por contraste, en el periodo transcurrido desde 1976, las ideas de Friedman se han ido aceptando cada vez más; aunque siguió habiendo intervención pública de sobra para que él pudiera quejarse, no cabe duda de que las políticas de libre mercado se generalizaron mucho más.
Pero el aumento del nivel de vida ha sido mucho menos fuerte que durante el periodo anterior: en 2005, la renta media real sólo era un 23% superior a la de 1976.Parte de la razón de que a la segunda generación de posguerra no le fuese tan bien como a la primera era la tasa total de crecimiento económico más lenta, un hecho que tal vez sorprenda a quienes suponen que la tendencia hacia el libre mercado ha aportado mayores dividendos económicos.
Pero otra razón importante del retraso en el nivel de vida de la mayoría de las familias es un incremento espectacular de la desigualdad económica: durante la primera generación de posguerra, el aumento de la renta se extendió ampliamente a toda la población, pero desde finales de la década de 1970, la mediana de la renta, la renta de la familia típica, sólo ha subido la tercera parte de la renta media, que incluye la gran subida experimentada por las rentas de la pequeña minoría situada en lo más alto de la pirámide.
Esto plantea una cuestión interesante. Milton Friedman solía asegurar a su público que no hacía falta ninguna institución especial, como el salario mínimo y los sindicatos, para garantizar que los trabajadores compartiesen los beneficios del crecimiento económico.
En 1976 les decía a los lectores de Newsweek que los cuentos de los perjuicios causados por los barones ladrones eran puro mito:"Probablemente no haya habido ningún otro periodo en la historia, en este o en cualquier otro país, en el que el hombre de a pie haya experimentado una mejora tan grande de su nivel de vida como en el periodo transcurrido entre la guerra civil y la I Guerra Mundial, cuando más fuerte era el individualismo desenfrenado".(¿Y qué hay del extraordinario periodo de 30 años posterior a la II Guerra Mundial, que abarcó buena parte de la trayectoria profesional del propio Friedman?).
Sin embargo, en las décadas que siguieron a ese pronunciamiento, mientras se permitía que el salario mínimo cayese por debajo de la inflación y los sindicatos desaparecían en gran medida como factor importante en el sector privado, los trabajadores estadounidenses veían cómo sus fortunas iban a la zaga del crecimiento de la economía en general.
¿Era Friedman demasiado optimista respecto a la generosidad de la mano invisible?
Para ser justos, hay muchos factores que afectan tanto al crecimiento económico como a la distribución de la renta, por lo que no podemos culpar a las políticas friedmanistas de todas las decepciones. Aun así, dada la suposición común de que el cambio a las políticas de libre mercado ha hecho grandes cosas por la economía estadounidense y por el nivel de vida de los estadounidenses corrientes, es asombroso el poco respaldo que los datos proporcionan a esa afirmación.
Dudas similares respecto a la falta de pruebas claras de que las ideas de Friedman funcionan de hecho en la práctica se pueden encontrar, todavía con más fuerza, en Latinoamérica. Hace una década era normal citar el éxito de la economía chilena, en la que los asesores de Augusto Pinochet, educados en Chicago, se habían pasado a las políticas del libre mercado después de que Pinochet se hiciera con el poder en 1973, como prueba de que las políticas inspiradas por Friedman mostraban la senda hacia un próspero desarrollo económico.
Pero aunque otros países latinoamericanos, desde México hasta Argentina, han seguido el ejemplo de Chile en la liberación del comercio, la privatización de empresas y la liberalización, la historia de éxito chilena no se ha repetido.Por el contrario, la percepción de la mayoría de los latinoamericanos es que las políticas neoliberales han sido un fracaso: el prometido despegue del crecimiento económico nunca llegó, mientras que la desigualdad de la renta ha empeorado.
No quiero culpar de todo lo que ha salido mal en Latinoamérica a la Escuela de Chicago, ni idealizar lo sucedido antes, pero hay un asombroso contraste entre la percepción que Friedman defendía y los resultados reales de las economías que se pasaron de las políticas intervencionistas de las primeras décadas de posguerra a la liberalización.
Centrándonos más estrictamente en el tema, uno de los principales objetivos de Friedman era la, en su opinión, inutilidad y naturaleza contraproducente de la mayor parte de la reglamentación pública.
En una necrológica para su colaborador George Stigler, Friedman elogiaba en concreto la crítica de Stigler a la normativa sobre la electricidad, y su argumento de que los reguladores normalmente acaban sirviendo a los intereses de los regulados y no a los de los ciudadanos.
¿Cómo ha funcionado entonces la liberalización?Empezó bien, comenzando con la liberalización del transporte por carretera y de las aerolíneas a finales de la década de 1970.
En ambos casos, la liberalización, aunque no contentó a todos, aumentó la competencia, en general bajó los precios, y aumentó la eficacia. La liberalización del gas natural también fue un éxito.Pero la siguiente gran oleada de liberalización, la del sector eléctrico, fue otra historia.
Al igual que la depresión japonesa de la década de 1990, demostraba que las preocupaciones keynesianas por la eficacia de la política monetaria no eran un mito; la crisis de la electricidad en California en 2000 y 2001 -en la que las compañías eléctricas y las distribuidoras de energía crearon una escasez artificial para hacer subir los precios- nos recordó la realidad que había tras los cuentos de los barones ladrones y sus depredaciones. Aunque otros Estados no sufrieron una crisis tan grave como la de California, en todo el país la liberalización de la electricidad supuso un aumento, no una disminución, de los precios, y unos beneficios enormes para las compañías eléctricas.
Aquellos Estados que, por la razón que fuera, no se subieron al vagón de la liberalización en la década de 1990 se consideran ahora afortunados. Y las más afortunadas son aquellas ciudades que por algún motivo no recibieron el memorando sobre los males del sector público y las bondades del sector privado, y siguen teniendo compañías eléctricas públicas. Todo esto demuestra que los argumentos originales a favor de la reglamentación eléctrica -la observación de que sin reglamentación las compañías eléctricas tendrían demasiado poder monopolístico- siguen siendo tan válidos como siempre.
¿Debería esto llevarnos a la conclusión de que la liberalización es siempre mala idea?
No. Depende de los detalles específicos. Deducir que la liberalización es siempre y en todas partes una mala idea sería incurrir en el mismo tipo de pensamiento absolutista que, se podría decir, fue el mayor defecto de Milton Friedman.
En la reseña de 1965 sobre Monetary history, de Friedman y Schwartz, el fallecido premio Nobel James Tobin acusaba levemente a los autores de ir demasiado lejos. "Considérense las siguientes tres proposiciones", escribía. "El dinero no importa. Sí que importa. El dinero es lo único que importa. Es demasiado fácil deslizarse de la segunda proposición a la tercera". Y añadía que "en su celo y euforia", eso es lo que muy a menudo hacían Friedman y sus seguidores.
La defensa del laissez-faire por parte de Milton Friedman parece haber seguido una secuencia similar. Después de la Gran Depresión, muchos empezaron a decir que los mercados nunca pueden funcionar. Friedman tuvo la valentía intelectual de decir que los mercados sí funcionan, y sus dotes teatrales, unidas a su habilidad para organizar datos objetivos, lo convirtieron en el mejor portavoz de las virtudes del libre mercado desde Adam Smith.
Pero caía con demasiada facilidad en la afirmación de que los mercados siempre funcionan y que son lo único que funciona. Es extremadamente difícil encontrar casos en los que Friedman reconociese la posibilidad de que los mercados pudieran funcionar mal, o de que la intervención pública podía ser útil.
El absolutismo liberal de Friedman ha contribuido a crear un clima intelectual en el que la fe en los mercados y el desdén por el sector público a menudo se imponen a los datos objetivos.
Los países en vías de desarrollo se apresuraron a abrir sus mercados de capitales, a pesar de las advertencias de que eso podría exponerlos a crisis financieras; después, cuando las crisis llegaron como era previsible, muchos observadores culparon a los Gobiernos de esos países, no a la inestabilidad de los flujos de capital internacionales.
La liberalización de la electricidad se produjo a pesar de las claras advertencias de que el poder de monopolio podría ser un problema; de hecho, al tiempo que la crisis de la electricidad en California seguía su evolución, la mayoría de los analistas quitaban importancia a las preocupaciones por el posible amaño de los precios alegando que no eran más que teorías de conspiración descabelladas. Los conservadores siguen insistiendo en que el libre mercado es la respuesta a la crisis sanitaria, frente a las abrumadoras pruebas en contra.
Lo extraño del absolutismo de Friedman respecto a las virtudes de los mercados y los vicios del Estado es que en su trabajo como economista teórico era de hecho un modelo de comedimiento. Como ya he señalado, hizo grandes contribuciones a la teoría económica al resaltar la importancia de la racionalidad individual, pero, a diferencia de algunos de sus colegas, sabía cuándo parar. ¿Por qué no mostró el mismo comedimiento en su papel de intelectual público?
La respuesta, sospecho, es que se vio atrapado en una función esencialmente política. Milton Friedman, el gran economista, sabía reconocer la ambigüedad y la reconocía.
Pero de Milton Friedman, el gran defensor de la libertad de mercado, se esperaba que predicase la verdadera fe, no que manifestase sus dudas. Y acabó desempeñando la función que sus seguidores esperaban. A consecuencia de ello, la refrescante iconoclasia de los primeros años de su carrera se convirtió con el tiempo en una rígida defensa de algo que se había convertido en la nueva ortodoxia.
A la larga, a los grandes hombres se les recuerda por sus virtudes y no por sus defectos, y Milton Friedman fue de hecho un hombre muy grande, un hombre de valentía intelectual que fue uno de los pensadores económicos más importantes de todos los tiempos, y posiblemente el más brillante comunicador de las ideas económicas a los ciudadanos en general que jamás haya existido.
Pero hay buenas razones para sostener que el friedmanismo, al final, fue demasiado lejos, como doctrina y en sus aplicaciones prácticas. Cuando Friedman inició su trayectoria como intelectual público, había llegado la hora de llevar a cabo una contrarreforma contra el keynesianismo, y todo lo que eso conllevaba. Pero lo que el mundo necesita ahora, diría yo, es una contra-contrarreforma.

18.10.08

Principios de pedagogía masónica implícitos en sus Ritos y en sus símbolos


Publicado en el Blog Colectanea Masónica (4/10/2008)

1. El Mundo es una realidad dada, surgida de un principio creador, material o espiritual sobre el que la masonería no se pronuncia- natura naturans-, y es también un proyecto inconcluso, es un Mundo que el ser humano hace habitable humanizándolo.

2. La Masonería considera al hombre y a la mujer, constructores de sí mismos y del Mundo, en pie de igualdad.

3. A pesar de las incoherencias y del caos evidente del Mundo es posible ver una armonía, un orden subyacente con el que podemos colaborar y del que depende la felicidad del ser humano que es un ser llamado a la libertad propia y a contribuir a la generación de condiciones para la libertad de todos los seres humanos.

4. El ser humano –varón y mujer- es alguien inacabado, -que se hace mediante sus proyectos y actos- llamado a construirse permanentemente en compañía de otros con los que comparte amor y reconocimiento. El ser humano es un ser llamado a la búsqueda de la “Maestría” de sí mismo.
5. El masón debe ser una persona que continuamente se pregunta por sí mismo, por los demás y por los fenómenos que le rodean; es un viator en búsqueda del esclarecimiento.

6. Todo masón –mujer o varón- se debe a sí mismo el respeto a su originalidad, a esas condiciones que lo hacen singular, razón por la cual debe ser conocido y atendido de acuerdo con estas características, y debe ese mismo respeto a sus hermanos, y a todos los seres humanos.

7. Cada masón y masona se obliga a la búsqueda de la Sabiduría y al desarrollo de sus capacidades intelectuales, cualesquiera que estas sean, para alcanzar una mejor comprensión del mundo, de sí mismo y de los demás.

8. Cada masón y masona está comprometido, con toda la Fuerza moral de que sea capaz en la defensa y promoción de la dignidad humana proclamada en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que son también deberes mutuos.

9. La Belleza es un objetivo del trabajo masónico, y debemos valorar todos los esfuerzos del ser humano por alcanzarla y gozarla a través de todas las Artes; la masonería asume además que la existencia misma puede llegar a ser una obra de Arte.

10. Considera el Mundo desde una perspectiva positiva donde es posible el Amor, la Paz y la Alegría, pero no ignora que la realidad del mundo y del hombre es ambigua. Hay también un lado oscuro en la realidad y en el corazón del ser humano donde puede nacer odio, violencia y tristeza, por eso la conciencia del masón debe estar alerta para trabajar por las mejores posibilidades y no por las peores; tener una visión positiva no elimina la posibilidad del mal personal y social, por el cual tanto las personas, como el propio Mundo pueden ser destruidos moral y físicamente.

11. La masonería no nos obliga a una creencia religiosa positiva determinada, ni tampoco a la increencia, pero sí a considerar con espíritu crítico, respeto y pietas el enigma de la existencia.

12. El uso de los bienes materiales está también sometido a la Regla y Medida de la construcción masónica que nos debe hacer primar el Ser sobre el Tener.

Krugman sabe que no basta interpretar a la ingeniería financiera, hay que cambiarla




Publicat al blog Diario Itinerante (18/10/2008)


La Academia de Ciencias en Estocolmo y economistas de facultad en Estados Unidos insistieron en que el premio Nobel de Economía concedido a Paul Krugman es por su aportación a las ciencias económicas y no su periodismo. Pero, en un momento en el que la historia se acelera con la nacionalización de la banca internacional para salvar el sistema financiero mundial y un peligro grave de recesión larga y profunda, creo que Krugman se merece otro premio por su extraordinaria capacidad para unir teoría y periodismo activista.
Desde su poderosa columna que se publica todos los lunes en el 'New York Times', reproducida en cientos de diarios por Estados Unidos y el mundo, Krugman es un solitario ejemplo de los que Gramsci llamaría praxis. Es decir, como escribió Marx en su contundente reproche a los filósofos del siglo XIX, "No basta con sólo interpretar el mundo sino hace falta cambiarlo".
Y lo que hace falta ahora es imaginar un mundo en el que no existen los derivados financieros, los credit default swaps, las collateral debt obligations, ni los banqueros y especuladores que los usan para ganar billones y chantajear a gobiernos, ni los consejeros delegados que cobran 400 veces más que sus empleados. Para empezar.
Keynes hizo uso de su prosa elegante y mordaz para intervenir en el debate de la desastrosa entre guerra en brillantes fusiones de teoría y polémica desde las "Consecuencias económicas de la guerra" (1919) hasta "La teoría general" (1936) pasando por "The great slump" (1930). Keynes diseccionaba con bisturí la ortodoxia torpe del Tesoro británico en los veinte, al igual que Krugman hace con Henry Paulson.
Sin Keynes habría sido imposible el "New Deal" –la regulación de Wall Street que iniciaría un periodo de 50 años de redistribución económica- y es posible que Krugman aun pueda ayudar a crear un nuevo "New Deal" si sigue presionado cuando Obama esté en la Casa Blanca. Porque, para cambiar el mundo hace falta derribar los argumentos de intereses creados y poderosos. Y esto, como sabían Keynes y sabe Krugamn, requiere no sólo razón sino retórica e ironía.
También requiere una plataforma influyente que, en el caso de Krugman, ha sido aun más difícil en un mundo caótico de ideas e ideologías infinitas e información saturada. Pero ha creado quizás la columna más influyente del mundo en estos momentos, que leemos con hambre y satisfacción porque el gran teórico, la mente maravillosa, dice exactamente lo que sentimos con una indignación moral y espontánea respecto a las horrorosas injusticias económicas de nuestros tiempos.
Esta fusión de teoría rigurosa e indignación moral, me parece, puede ser la primera parte de la praxis de esta crisis. Ya veremos si la organización política y sindical pueden terminarlo en la calle y el lugar de trabajo. Pero si esta crisis financiera del 2008 marca el principio de una nueva era de capitalismo regulado, la vuelta del estado intervencionista, quizás hasta una radical redistribución de la renta y riqueza, Krugman es el economista más estrechamente identificado con este cambio.
Tras años en los que los premios iban año tras año a economistas conservadores de la Universidad de Chicago, el Nobel de Krugman refuerza la sensación -creada en el 2001 con la elección de Joe Stiglitz- de que se está produciendo un cambio importante en la orientación política de las ciencias económicas dominantes.
Sus libros desde "Pop internacionalismo" hasta "The Great unravelling" han movilizado teorías en el nombre de cambio político con una pluma didáctica e irónica como ningún economista desde Keynes.
Nacido en Long Island, estado de Nueva York, Krugman estudió ciencias económicas en el Massachusetts Institute of Technolgoy bajo la tutuela del brillante economista y teórico de comercio Ruddiger Dornbsuch. Curiosamente su primer trabajo de asesoramiento fue en el consejo de asesores económicos de la Casa Blanca, con Reagan, entre 1982 y 1983.
Pero ya tras la crisis financiera de las cajas de ahorro a finales de la década y la recesión posterior, todo fruto de una política ideológica de desregulación, empezó a defender públicamente un "New Deal" que fracasaría en los mercados de bonos al inicio de la nueva administración Clinton. 16 años después, en una situación muy parecida, Krugman propone un cambio de rumbo aun más radical, con un sistema de sanidad pública y políticas radicales de redistribución. Pasa a Obama por la izquierda. "Si Obama no puede encontrar la pasión en los asuntos económicos que le ha faltado, hasta le haría perder esta elección", escribió en agosto.
La fuerza con la que Krugman ha sacado las ciencias económicas de la facultad y el laboratorio de econometría para meterlas de lleno en el debate político, ha enfurecido a otros economistas. "Ha adquirido bastante enemigos", dijo Dani Rodrik de Harvard en declaraciones a Blommberg. "No está en la categoría de Keyens sino de Oprah Winfrey", dijo ayer el economista conservador Doland Luskin. Pero a Krugman –igual que a Keynes- no hay nada que le guste más que sacar de sus casillas a conservadores por debajo de su rango intelectual.