29.4.13

Triste España sin Ventura

Una absoluta delicia de Juan del Encina
Muy antigua, pero absolutamente actual dados los Tiempos de Tribulación que nos están tocando vivir.


28.4.13

España está en Guerra




Artículo de José Antonio Pareja. Publicado en "elplural.com" (28/04/13)

Con más de seis millones de personas que no pueden ganarse la vida, con miles de refugiados económicos fuera de nuestras fronteras, con niños que no tienen la posibilidad de comer tres veces al día, con personas que comienzan a morir por falta de atención médica, España está, indefectiblemente, en estado de guerra.
No ha sido ésta una declaración de guerra tradicional, los tiempos han cambiado también en esto, pero sigue teniendo el mismo objetivo final de todas las contiendas: apropiarse de los bienes del invadido. No se trata, por supuesto, de un conflicto armado, eso queda reservado para los enfrentamientos entre países del llamado Tercer Mundo. En nuestro mundo, en el occidental, las guerras hace mucho tiempo que se libran sin que los invasores tengan que mancharse las manos más que de tinta de impresora.
Acostumbrados a las imágenes de guerra tantas veces repetidas en las películas bélicas, ahora somos incapaces de identificar la que estamos viviendo como tal. Pero, salvo las escenas de los tanques enemigos paseándose por el centro de nuestros pueblos y ciudades, cumple uno por uno todos los elementos que definen un enfrentamiento. Y, por si no se habían dado cuenta todavía, estamos perdiendo.
Por supuesto, que aunque la guerra afecta a todo el territorio de lo que hemos venido en llamar España, no lo hace por igual a todos los españoles, incluso los hay que, estando con los invasores, participan de los beneficios de la victoria. Son los que a partir de ahora denominaremos (las nuevas guerras necesitan de nueva terminología) como “partidarios de los datos macroeconómicos”. Por si usted tiene aún dificultades en clasificarse en vencedor o vencido, sólo debe averiguar si su bienestar crece o decrece al ritmo de los datos macroeconómicos.
El Consejo de Ministros del pasado viernes, en su parte de guerra semanal, aseguró que los datos macroeconómicos eran positivos. Esta mejora de la prima de riesgo, la deuda pública o la productividad, es inversamente proporcional a la de los datos microeconómicos. Es decir, cuando el mercado (que es, por si no lo habían adivinado todavía, lo que en las viejas guerras se conocía como invasor) gana, usted y yo y la mayoría de nuestros vecinos, perdemos. Es ley de guerra.
El mercado se alimenta de los datos macroeconómicos. Cada euro que se rebaja en pensiones, sanidad o educación, es un euro que pasa a engordar el botín (qué bromas gasta el lenguaje) del mercado. ¿Y porqué el Gobierno, se preguntarán ustedes, no nos incita a luchar contra el enemigo? Pues, como habrán adivinado, porque el Gobierno nos lo ha impuesto el enemigo. Mariano Rajoy es el mariscal Petain de una España invadida.
De la misma manera que el traidor mariscal intentó convencer a los franceses de que lo mejor era acceder a las peticiones nazis para evitar males mayores, el Gobierno de Mariano Rajoy nos pide, viernes tras viernes, que renunciemos a un salario digno, a una pensión justa, a una sanidad pública, a una educación igualitaria, a un hogar, porque de lo contrario el invasor se puede molestar y nos quitará…¿qué más nos puede quitar?
Mariano Rajoy está al frente de un gobierno descaradamente colaboracionista, como lo demuestra el que al frente de de Economía haya colocado a un antiguo oficial del ejército enemigo. 
Mientras Churchill pedía a cara descubierta a sus compatriotas el esfuerzo y sacrificio necesarios para vencer al enemigo; Rajoy, como hizo Petain, se esconde avergonzado por su traición. Como le ocurrió a Petain, puede que algún día su Consejo de Ministros acabe convirtiéndose en un Consejo de Guerra.

P.D. de Prometeo: Cierto y sin ninguna duda, estamos en guerra y algún día habrá que exigir que los Enemigos del Pueblo que nos gobiernan (y los que pugnan por gobernarnos, también), tengan su Juicio de Nüremberg y que la sentencia esté a la altura de sus crímenes contra la Humanidad.

La locura de la austeridad europea



Articulo de Paul Krugman. Publicado en "El País" (30/9/2012)

Adiós a la complacencia. Hace tan solo unos días, la creencia popular era que Europa finalmente tenía la situación bajo control. El Banco Central Europeo (BCE), al comprometerse a comprar los bonos de los Gobiernos con problemas en caso necesario, había calmado los mercados. Todo lo que los países deudores tenían que hacer, se decía, era aceptar una austeridad mayor y más intensa —la condición para los préstamos de los bancos centrales— y todo iría bien.
Pero los abastecedores de creencias populares olvidaron que había personas afectadas. De repente, España y Grecia se ven sacudidas por huelgas y enormes manifestaciones. Los ciudadanos de estos países están diciendo, en realidad, que han llegado a su límite: cuando el paro es similar al de la Gran Depresión y los otrora trabajadores de clase media se ven obligados a rebuscar en la basura para encontrar comida, la austeridad ya ha ido demasiado lejos. Y esto significa que puede no haber acuerdo después de todo.
Muchos comentarios indican que los ciudadanos de España y Grecia simplemente están posponiendo lo inevitable, protestando en contra de unos sacrificios que, de hecho, deben hacer. Pero la verdad es que los manifestantes tienen razón. Imponer más austeridad no va a servir de nada; aquí, quienes están actuando de forma verdaderamente irracional son los políticos y funcionarios supuestamente serios que exigen todavía más sufrimiento.
Pensemos en los males de España. ¿Cuál es el verdadero problema económico? Esencialmente, España sufre las consecuencias de una enorme burbuja inmobiliaria que provocó un periodo de auge económico e inflación que hizo que la industria española se volviese poco competitiva respecto a la del resto de Europa. Cuando la burbuja estalló, España se encontró con el complejo problema de recuperar esa competitividad, un proceso doloroso que durará años. A menos que España abandone el euro —una medida que nadie quiere tomar—, está condenada a años de paro elevado.
Si Alemania quiere salvar el euro, debería dejar actuar al BCE sin exigir más sufrimiento inútil
Pero este sufrimiento, posiblemente inevitable, se está viendo tremendamente magnificado por los drásticos recortes del gasto, y estos recortes del gasto solo sirven para infligir dolor porque sí.
En primer lugar, España no se metió en problemas porque sus Gobiernos fuesen derrochadores. Al contrario: justo antes de la crisis, España tenía de hecho superávit presupuestario y una deuda baja. Los grandes déficits aparecieron cuando la economía se vino abajo y arrastró consigo los ingresos, pero, aun así, España no parece tener una deuda tan elevada.
Es cierto que España tiene ahora problemas para financiar sus déficits. Sin embargo, esos problemas se deben principalmente a los temores existentes ante las dificultades más generales por las que pasa el país (entre las que destaca la agitación política debida al altísimo paro). Y el hecho de reducir unos cuantos puntos el déficit presupuestario no hará desaparecer esos temores. De hecho, una investigación realizada por el Fondo Monetario Internacional (FMI) da a entender que los recortes del gasto en economías profundamente deprimidas reducen la confianza de los inversores porque aceleran el ritmo del deterioro económico.
En otras palabras, los aspectos puramente económicos de la situación indican que España no necesita más austeridad. No está para fiestas, y, de hecho, probablemente no tenga más alternativa (aparte de la salida del euro) que soportar un periodo prolongado de tiempos difíciles. Pero los recortes radicales en servicios públicos esenciales, en ayuda a los necesitados, etcétera, son en realidad perjudiciales para las perspectivas de un ajuste eficaz del país.
Un informe del FMI defiende que los recortes del gasto en  plena recesión reducen la confianza de los inversores 
¿Por qué, entonces, se exige todavía más sufrimiento?
Una parte de la explicación se encuentra en el hecho de que en Europa, al igual que en Estados Unidos, hay demasiadas personas muy serias que han sido captadas por la secta de la austeridad, por la creencia de que los déficits presupuestarios, no el paro a gran escala, son el peligro claro y presente, y que la reducción del déficit resolverá de algún modo un problema provocado por los excesos del sector privado.
Aparte de eso, en el corazón de Europa —sobre todo en Alemania— una proporción considerable de la opinión pública está profundamente imbuida de una visión falsa de la situación. Hablen con las autoridades alemanas y les describirán la crisis del euro como un cuento con moraleja, la historia de unos países que vivieron por todo lo alto y ahora se enfrentan al inevitable ajuste de cuentas. Da igual que eso no sea en absoluto lo que sucedió (o el asimismo incómodo hecho de que los bancos alemanes desempeñasen una función muy importante a la hora de inflar la burbuja inmobiliaria de España). Su historia se limita al pecado y sus consecuencias, y se atienen a ella.
Y, lo que es aún peor, esto es también lo que creen los votantes alemanes, en gran parte porque es lo que los políticos les han contado. Y el miedo a la reacción negativa de unos votantes que creen, erróneamente, que les toca cargar con las consecuencias de la irresponsabilidad de los europeos del sur hace que los políticos alemanes no estén dispuestos a aprobar un préstamo de emergencia esencial para España y otros países con problemas a menos que antes se castigue a los prestatarios.
Naturalmente, no es así como se describen estas exigencias. Pero en realidad todo se reduce a eso. Y hace mucho que llegó la hora de poner fin a este cruel sinsentido. Si Alemania realmente quiere salvar el euro, debería permitir que el Banco Central Europeo haga lo que sea necesario para rescatar a los países deudores. Y debería hacerlo sin exigir más sufrimiento inútil.

26.4.13

HACIA LA INMORTALIDAD Y LA ETERNA JUVENTUD


El más desconocido de los hombres.

Así se describía Julio Verne a sí mismo, uno de los mayores enigmas literarios del siglo XIX y porque no decirlo, un misterio aún no desentrañado hoy en día.
Es difícil decir quien fue en realidad Julio Verne. Aquellos que hayan profundizado más en su vida y obra, nos dirán que fue un visionario, un profeta o un vidente, pero el Misterio Verne va, a mi modo de ver, muchísimo más allá.
Quiero centrarme en este post en el Verne desconocido.
En aquel que escribe, sobre todo al final de su vida, novelas crípticas y ciertamente visionarias, y así en 1898, casi con medio siglo de antelación y su conexión probada con Sociedades Iniciáticas.
Verne es famoso por mostrar en sus obras aparatos que aún no existían en su época y todo explicado e ilustrado con gran precisión.
Es evidente, que Verne, fue capaz de saltar las barreras del tiempo y quizás, buceando en las claves de la obra de H.G.Wells podríamos encontrar una pista que nos lleve a la respuesta al enigma.
En "20.000 leguas de viaje submarino" (1870), el Nautilus, es muy similar al primer submarino atómico construido por EE.UU en 1955. 
En dicha obra, su conocimiento sobre las criaturas marinas, cetáceos y diferentes especies de peces, aún desconocidas o creídas ya extinguidas, se han demostrado con la tecnología actual, que aún existen.
En su obra “Ante a la bandera“, (1896), Verne escribe; “este aparato estallaba, y su acción sobre las capas atmosféricas, era tan enorme, que toda construcción, ya fuera una fortaleza o un buque de guerra, debía quedar aniquilado dentro de una zona de 10.000 m2″, haciendo una clara referencia a la bomba atómica.
En “La Caza del Meteoro“ (1898), Verne avisa sobre el peligro y las consecuencias de la caída de un meteorito en la Tierra. En esa época, nadie imaginaba ni creía lo que Verne trataba de decir. Diez años más tarde,  sucedió el Evento de Tunguska, donde un meteoro de 80 metros de longitud arrasó toda aquella zona de Siberia.
En “Los Quinientos Millones de Begún" (1879), Verne nos anticipa el advenimiento del nazismo y la puesta en órbita de satélites artificiales.
En 1994 apareció una novela inédita de Verne escrita en 1863: París en el Siglo XX. Verne sitúa la trama de la novela en el futuro, exactamente un siglo después.
En este libro, Verne nos predice que en 1963 toda una red de trenes subterráneos discurrirá por la capital francesa. Nos habla también del fax, de las calculadoras y de internet, incluso de la silla eléctrica, también de coches que se mueven gracias a motores de explosión, o de una red eléctrica de alumbrado público que hará de la ciudad del Sena un bello espectáculo. Pero hay más: Verne sitúa un gigantesco faro en París, cerca del Sena, casualmente en el lugar en donde se encuentra ese faro está hoy la Torre Eiffel, cuyo proyecto de construcción no empezó a esbozarse hasta 20 años después de que concluyera su insólita y hasta ahora casi inédita novela.
Pero si hay una obra visionaria, inmortal y anticipatoria en Verne, esta es De la Tierra a la Luna.
En el libro, que forma parte de la saga "Viajes Extraordinarios", Verne escribió que, desde Cabo Town, (Florida), un gran cañón lanza un enorme proyectil a la Luna.
Las dimensiones y el peso imaginado por Verne para esa “bala”, eran prácticamente las mismas que las del Apolo XI, lanzado desde el Cabo Cañaveral (muy cerca de Cabo Town), 104 años después. Esa “bala” se llamaba Columbiad, llevando tres astronautas a bordo, igual que sucedió con el módulo Columbia de la misión Apolo. Verne decía que, dicho lanzamiento, sería observado por un gran telescopio situado en las Montañas Rocosas, como así ocurrió.
Los sistemas de regeneración del oxígeno, la comida deshidratada, el tiempo empleado en llegar a la Luna, el lugar del Océano Pacífico donde amerizó el módulo Columbia, con sus tres astronautas Aldrin, Collin y Amstrong (en un mar de 162.000.000 km2), fueron descritos de forma demasiado precisa para considerarlo una casualidad, y el lugar exacto solo difería en 4 millas de la situación descrita por Verne.
Fijó la velocidad de escape en 11.000m/s (velocidad mínima con la que debe lanzarse un cuerpo para que escape de la atracción gravitatoria de la Tierra o de cualquier otro astro), cuando la cifra real son 11.200 m/s (aprox. 40.320 km/h), en el caso del planeta Tierra.
¿Cómo es posible que Verne conociera con tanta precisión todas estas  cifras?
¿Era Julio Verne vidente?
Él aseguraba que no y siempre dijo lo mismo: “Yo lo único que hice fue documentarme muy bien, saber cómo era el espíritu de mi época, saber cómo eran los hombres de mi época, lo que pensaban, lo que querían hacer, y yo lo único que tuve que hacer es escribir eso, y lo plasme en un papel, y eso es lo que contaba… “.
Según se sabe, los fundamentos técnicos de de sus libros estaban reflejados en sus archivos, formados por decenas de miles de fichas y miles de criptogramas, y es que según dicen, en sus obras, Verne, incluyo numerosos mensajes cifrados, pero lo cierto es que sus fichas, sus secretos, en definitiva… todos sus archivos; los quemó poco antes de morir…
La estrecha relación de Verne con iniciados y esoteristas franceses del siglo XIX está hoy en día bien probada y su estudio es clave para desentrañar su misterio.
Incluso se ha averiguado el nombre del grupo oculto del que Verne formó parte: la  Sociedad de la Niebla.
Como nos cuenta el escritor especialista en sociedades iniciáticas y esoterismo, Michel Lamy, que en su libro "The Secret Message of Jules Verne: Decoding His Masonic, Rosicrucian, and Occult Writings": "Fue investigando la vida de Verne como llegué a encontrarme, por primera vez, con una sociedad secreta conocida como “la Niebla” o “Sociedad Angélica” a la que éste estuvo vinculado durante buena parte de su vida. Observando la evolución de las obras de Verne vi claramente cómo él fue orientando progresivamente sus novelas hacia temas más propios de grupos como la francmasonería, la Golden Dawn o los rosacruces, así que deduje que debía estar afiliado a alguna clase de grupo en Francia que le hubiera iniciado en todos esos temas".
En su investigación, Lamy descubre que esta sociedad había pasado por diferentes etapas desde que fuera fundada en el siglo XVI por un impresor de Lyon apodado Gryphe, quien (según comenta el esoterista Grasset d'Orcet) tomó su pseudónimo de una antigua sociedad griega llamada 'Néphès' y que significa niebla.
A la Sociedad de la Niebla habrían pertenecido renombrados escritores, artistas e intelectuales como Alejandro Dumas, George Sand, Gerard de Nerval o Eugene Delacroix así como otros tantos influyentes personajes de la escena cultural y social de la Francia del siglo XIX.
Desde un punto de vista estrictamente histórico, y dejando aparte otras consideraciones apuntadas por Lamy, parece que la ideología que alimentó la Sociedad de la Niebla fue tomada de la Francmasonería y que su objetivo principal fue el de llegar a conocer al Principio Universal estudiando la naturaleza y sus leyes, tal y como sostienen los Masones, los Gnósticos y los Rosacruces.
Pero hay más: una de sus principales fuentes de inspiración hay que buscarla en una sociedad fundada en el siglo XVIII por Adam Weishaupt y que recibió el nombre de los Iluminados de Baviera.
George Sand, sin ir más lejos, habla de una 'Secta de los Invisibles' en novelas como Consuelo y La Condesa de Rudolstadt, asegurando que está formada por "los instigadores de todas las revoluciones; están en las cortes, dirigen todas las cosas, deciden la guerra o la paz, castigan a los perversos y hacen temblar a los reyes en sus tronos". Curiosamente la protagonista de Consuelo será iniciada por esos Invisibles que defienden los ideales de Libertad, Fraternidad e Igualdad. Los tres pilares de la Francmasonería.
¿Mera coincidencia?
Los Invisibles de Sand, son aquellos iniciados que persiguieron desde sus inicios infiltrarse en sociedades literarias y enciclopedistas  para inculcar en los creadores de la cultura y del pensamiento de aquel entonces sus ideales de cambio social.
En aquella época florecieron en Europa discretos colectivos de pensadores, místicos y políticos que propiciaron la emergencia de revolución silenciosa y que llevó a grupos de ese corte, como la Golden Dawn en Inglaterra o la Sociedad Teosófica en la India, a transformar el statu-quo y propiciar movimientos de emancipación intelectual, primero y de transformaciones políticas profundas, después.
La Sociedad de la Niebla es, en consecuencia, producto de ese afán revolucionario cuya ideología e influencia hay que rastrear tras un curioso texto renacentista titulado El Sueño de Polifilo (Hypnerotomachia Poliphili), que se atribuye a un monje dominico italiano del siglo XV llamado Francesco Colonna.
Se trata de un denso volumen dividido en dieciocho capítulos y en el que se enmascaran con todo tipo de argucias los amores profanos entre Colonna e Hipólita, donde se oculta una rara hermosura y un apasionado anhelo de perfección, sabiduría y belleza absolutas, bajo el signo del Amor.
La reputación que tuvo en su época como libro erótico por un lado, y su fama de texto ilegible por otro, condenaron este texto casi al olvido del público en general aunque, según se desprende de un artículo que en 1881 publicó el antes aludido Grasset d'Orcet en la Revue Britannique, gracias a La Niebla se rehabilitó este texto influyendo en aquella primera fase de la Sociedad a escritores como Miguel de Cervantes, Dante o Goethe y a otros artistas del Renacimiento que a lo largo de toda Francia e Italia diseñaron jardines (como los de Versalles en Francia, Bomarzo en Italia y el de la Isla en Aranjuez, España) cargados de símbolos extraídos de El Sueño de Polifilo.
Pero si las vinculaciones con la Niebla y con el texto en clave de Colonna son relativamente fáciles de rastrear en sus primeros momentos de influencia, entre los siglos XVI y XVIII, éstas resultan tantas o más evidentes en la Francia del siglo XIX.
Probablemente fue Alejandro Dumas padre quien reavivó la llama de la Sociedad de la Niebla al publicar en 1839 su novela El capitán Panfilo (de Pan que, como Poli, significa todo y Filo, hijo) y que describe las conversaciones que este nuevo Polifilo sostiene con la élite artística de París.
Y en este punto, nos damos cuenta de que Verne ya nos dejó las principales pistas de su pertenencia a La Niebla en sus escritos: el protagonista de una de sus más inmortales obras; La vuelta al mundo en ochenta días, se llama Phileas Fogg.  
Etimológicamente, Poliphili es el equivalente de Phileas, y Fog en inglés, significa niebla. Phileas Fogg es un personaje de la Orden Rosacruz y de la Sociedad de la Niebla. El lugar de encuentro y reunión de Phileas Fogg, llamado el Reform Club, contiene nuevamente las iniciales R+C (Rosa Cruz) y en su escudo, se puede observar la cruz y la rosa.
En la vinculación de Verne con la Sociedad de la Niebla, hay que destacar el papel clave jugado por Alejandro Dumas.
Siempre fue bien conocida la inclinación del Masón Dumas por el esoterismo, ya que contaba entre sus amistades con ocultistas tan conocidos como Papús o Eliphas Lévi e, incluso, en novelas suyas como Los Mohicanos de París no duda en evocar sociedades secretas políticas como la de los Carbonarios.
A pocos críticos literarios se les escapa que, además, fue Dumas quien (gracias a la mediación de d'Arpentigny, un famoso quiromántico de aquellos años) presentó al joven Julio Verne a su futuro editor Pierre-Jules Hetzel, masón que llegó a desempeñar cargos políticos de alto nivel y que incluso tuvo que exiliarse a Bélgica debido a sus ideas republicanas cuando Napoleón III llegó al poder en Francia.
El papel de Dumas y Hetzel en la trama de La Niebla es esencial. Mientras que Dumas captaba nuevos valores literarios y los iniciaba en la ideología progresista de la Sociedad iniciàtica, Hetzel editaba sus obras, las distribuía profusamente y les promocionaba a través de su revista.
Es sin duda una tesis arriesgada, pero no hay que olvidar que en torno a ambos se hicieron populares personajes de la vida cultural francesa como el anarquista, masón y fotógrafo Nadar (al que Verne inmortalizará como Ardan en su primera novela Cinco semanas en Globo), y cuyos retratos de los miembros de La Niebla forman parte por mérito propio de la protohistoria de la fotografía. 
Los lazos entre todos estos creadores son evidentes.
Probablemente fueron Dumas y Hetzel los responsables de muchas de esas relaciones y de la difusión de las claves de lectura de El Sueño de Polifilo entre autores franceses como el propio Nerval, quien inspiró algunas de sus obras (en especial una titulada Angelique) en el texto de Colonna.
También la antes aludida George Sand, pseudónimo que encubrió a la controvertida Aurore Dupin, se dejará influenciar por la Sociedad Angélica o de la Niebla utilizando para algunos de sus personajes fundamentales nombres como Ange en Spiridion y Angèle en Consuelo.
Rabelais, por su parte, se interesará abiertamente por El Sueño de Polifilo copiando en su libro Gargantúa algunos de los métodos empleados por Colonna para encubrir información sobre sus amores.
Sobre Rabelais existen suficientes evidencias que indican su pertenencia a la Rosa Cruz, además de a una extraña 'Sociedad Agla', que empleaba como emblema una "cifra de cuatro" como la que se cree que utilizaban los antiguos cátaros para reconocerse entre sí. En cualquier caso, Lamy cree que "Agla" no es sino otra forma más de definir a La Niebla.
De lo que no cabe duda es que los autores que hoy se vinculan a la Niebla transformaron el modo de pensar de millones de personas, moldeando su inconsciente y preparándolo para una nueva clase de sociedad que entonces apenas podía esbozarse. Verne influyó en muchas generaciones de jóvenes a sentirse fascinados por el progreso, mientras que las obras casi ocultistas de Nerval o de Dumas abrieron a sus lectores las puertas a vías de conocimiento heterodoxas, cuyas obras están cargadas de símbolos y claves que desafían a todo aquel que se asome a sus obras.
Verne murió el 24 de marzo de 1905 y sus restos fueron enterrados en Amiens.
El monumento funerario de Verne, encargado por el propio Verne a su amigo, el masón Albert Roze, está situado en el cementerio de La Madeleine (Amiens), es otro misterio que plasma perfectamente al Verne mágico, secreto, esotérico, iniciado e iniciador.
La tumba, esculpida en piedra y mármol, presenta a un hombre emergiendo del interior de la tierra y dirigiéndose al cielo: el propio Julio Verne.
Una rama de palmera, símbolo de la inmortalidad del “Phoenix” que resurge de sus cenizas; el “Etz Hajaím” o Árbol de la vida de los kabalistas.
Una estrella de seis puntas flotando sobre la palmera: la unión del fuego celeste y el agua para la reconstrucción interior, en palabras de Mario Satz, y que los cabalistas llaman “shamaim”.
Una cruz inscrita en un círculo, que alude a la “cuadratura del círculo”: el opus alquímico completo, acabado y realizado.
Una rama de olivo: “la paz del justo” (una versión bíblica del laurel olímpico).
Una lápida sepulcral pentagonal sobre las espaldas de ese Verne de mármol que ‘renace” de la tierra.
Una losa pitagórica, que nos recuerda la “salud microcósmica”. La propia leyenda funeraria, con cinco de sus letras “especial y estratégicamente” destacadas sobre el resto: “J”, “L”, “V”, “R” y “E” y que los expertos en cábala y numerología han descifrado como una “pista” más que nos habla de “resurrección”.
Una mano derecha alzada hacia el Oeste, con una muy específica posición de sus dedos (uno-tres-uno). Un rostro igualmente orientado hacia el oeste, hacia el rojo alquímico, hacia el “renacimiento”. Una mano izquierda firmemente asentada en la tierra. Un sudario que cubre la cabeza de este Verne “que no ha muerto”. Los siete abetos, formando un semicírculo, que guardan la tumba por su cara Este.
En el solsticio de verano, la sombra de la mano alzada, proyectada por el sol, oculta las dos cifras del año de su muerte, y las dos cifras del año de su nacimiento. 
Es un Julio Verne hacia la inmortalidad, hacia la eterna juventud.

22.4.13

Libertad, igualdad (toda) y fraternidad




EVA PERUGA. Publicado en El Periódico (21/4/2013)

Nieves Bayo se declara «nieta de la revolución francesa». Pero aunque ella, la gran maestre de la Gran Logia Simbólica Española, dibuje así su árbol genealógico, la masonería emergió ya en la edad media. La definición de Bayo se alimenta de la divisa de la revolución de 1789, Libertad, igualdad y fraternidad, que asume su logia en la teoría y también en la práctica. No solo se trata de una logia mixta, sino que la dirige una mujer y la integran alrededor de un 40% de féminas porque la igualdad entre sexos es un hecho. Abierta y promotora del debate intelectual y social, los temas de la mujer también son objeto de reflexión individual y de intercambio entre las hermanas y los hermanos, fórmula elegida para referirse a los miembros de estas organizaciones.
Entre las muchas cosas que se desconocen de las logias, a pesar del esfuerzo de algunas por borrar de su perfil el secretismo, está una decisiva aportación en la defensa de los derechos de la mujer y la presencia de destacadas y destacados feministas en ellas. En vida de la masonería operativa, las mujeres de los gremios de la construcción estaban integradas. No eran muchas, claro, pero había ejemplos como el de Sabine de Pierrefonds, que esculpió algunas estatuas de Nôtre-Dame y de la imponente catedral de Estrasburgo. 
El cambio a la masonería especulativa, que ya iba más allá de los gremios iniciales, representó para las féminas una pérdida dado que en ella se reflejó la desigualdad social, económica y política de las mujeres en esa época y, con fuerza, el poder del catolicismo. El apaño se llamó masonería de adopción, la tutela masculina sobre los grupos femeninos.
En realidad, el carácter universal de la masonería y la unión de muchas personas librepensadoras a su alrededor chocan con la exclusión de las féminas de las logias. 
Aunque las masonas actuaron en estas circunstancias estructurales adversas como lo han hecho las mujeres a lo largo de la historia. Desde sus posiciones defendieron los preceptos en los que creían más allá del lugar que las logias les destinaban, como sucedió con la princesa de Lamballe.
A partir de ahí proliferaron las hijas de la revolución francesa y los debates sobre la condición de desigualdad y subordinación. Muchas tampoco se conformaron con ser un remedo de las escuelas pitagóricas sino que formularon abiertamente decálogos feministas. 
La audacia de abrir el ritual de la iniciación a una mujer no tuvo lugar hasta 1882 y la elegida tampoco fue una mujer cualquiera. María Deraismes, fundadora de la Asociación por los Derechos de la Mujer y defensora a ultranza de la escuela laica como única vía para dar una instrucción en igualdad de oportunidades a las niñas, pudo dar el paso gracias a las convicciones igualitarias de algunos masones y del apoyo a la emancipación femenina de hombres como Victor Hugo. «Es doloroso decir, en la civilización actual, que hay una esclava. La ley tiene eufemismos, lo que yo llamo esclava, ella la llama una menor; esta menor según la ley, esta esclava según la realidad, es la mujer»
La necesidad de defender estos derechos tiene ya una continuidad, que no solo se traduce en logias femeninas. Los masones y las masonas prefieren hablar del peso ejercido sobre la sociedad a través de la acción individual de cada uno de los miembros, es decir, descartando un práctica de lobby de su organización. 
El resultado es que personas partidarias de la igualdad, como la masona Clara Campoamor, tuvieron suficiente peso como para lograr avances históricos. En este caso, la aprobación del sufragio femenino por primera vez en la historia de España.

21.4.13

El Bosco y Patinir, Eros y Tánatos…


Reproduzco por su interés la entrada publicada en el Blog "La Placenta del Universo", de Carlos Olalla (30 enero, 2011), una página excelente.


El Museo del Prado es, sin duda, uno de los mejores lugares donde uno puede perderse para encontrarse a sí mismo. 
Siempre se aprende algo nuevo al visitarlo, nunca defrauda, siempre hace que algo cambie en nuestro interior. Es tanta la belleza que hay entre sus paredes, que es imposible no salir reconfortado tras visitarlo. Pero no solo es la belleza la que habita entre esas paredes. 
El misterio, la magia, el surrealismo más avanzado hecho hace nada menos que quinientos años está ahí, esperándonos, invitándonos a entrar y a hacer todas las cábalas y las conjeturas posibles, porque, allí, expuestos, dialogando entre ellos más allá de la prisión del espacio y del tiempo o de la de nuestro pobre entendimiento, están dos de los cuadros más impresionantes que ha pintado el alma humana: “El jardín de las delicias”, de El Bosco y  “Caronte cruzando la laguna Estigia”, de Patinir. Ambos retratan el eterno encuentro entre eros y tánatos, el abrazo entre el impulso a la vida del erotismo y el insondable silencio de la muerte…
“El jardín de las delicias” de El Bosco nos ofrece un tríptico en el que vemos el llamado jardín de las delicias, o el mundo de los placeres mundanos donde el erotismo domina las escenas, flanqueado por  una representación del paraíso universal, a su izquierda, y otra del infierno, a su derecha. Pintura enigmática donde las haya, “El jardín de las delicias” encierra multitud de mensajes ocultos a veces y no ocultos las más. Es fabulosa la utilización del color que hace 
El Bosco, dejando que los suaves verdes y, sobre todo, los etéreos azules, prevalezcan en la tabla del paraíso y en la central, especialmente en su parte superior, mientras que en la tabla de la derecha, la que representa al infierno, son los ocres y negros los que se adueñan de la escena.  El primer mensaje que ofrece el cuadro parece muy claro: en función de lo que elijamos hacer en nuestra vida, en nuestro particular jardín de las delicias, iremos a la tranquila paz del paraíso o al violento terror del infierno. Sin embargo, cuando intentamos profundizar algo más en los mensajes que encierra este cuadro, entramos en un mundo plagado de símbolos, enigmas y misterios. En la representación de El Paraíso, por ejemplo, vemos a Dios presentando Eva a Adán, pero se trata de un Adán que, sorprendentemente, está despierto (en la mayoría de las representaciones de la época estaba dormido porque le habían quitado la famosa costilla). Si nos fijamos con mayor detalle, podemos ver que ese paraíso que ha pintado 
El Bosco no es tan idílico como nos lo habían presentado hasta ese momento: hay animales comiendo a otros animales, un león derribando a un  ciervo para comérselo, un ave que devora una rana, etc. 
En el panel central, el del jardín de las delicias, el erotismo domina por completo la escena. 
La carga erótica de esta tabla es impresionante y de una gran fuerza plástica. Todo en ella está relacionado con el sexo y la lujuria. Sin embargo, al analizar un poco más allá de lo obvio, enseguida notamos cosas que llaman la atención: si esa tabla representa el mundo, ¿cómo es que no hay niños ni viejos en él?, ¿Por qué el único personaje que aparece vestido en todo el cuadro mira directamente a los ojos del espectador, ajeno totalmente a la escena?, ¿Qué representan esas extrañas construcciones de cristal que, a veces, encierran a los seres humanos: la fragilidad  y lo efímero de los placeres mundanos quizá…?, ¿Por qué un pintor tan detallista como El Bosco rompe con todas las leyes de la proporcionalidad al representar a las aves, que son inmensas comparadas con el resto de las figuras?, ¿Qué representan las figuras humanas que, a lomos de extraños animales, vuelan en la parte superior del cuadro…? Y si la simbología que encontramos en las representaciones del paraíso y de los placeres mundanos es extraordinaria, la que vemos en la representación del infierno sobrepasa cualquier límite de la imaginación. 
No hay que olvidar que este cuadro está pintado hace… ¡quinientos años! En ese universo sombrío de ocres y negros, las figuras representadas presentan formas y acciones totalmente desencajadas, terroríficas, lúgubres y crueles. Dividida claramente en tres planos (el superior con la imagen de una ciudad en llamas, el medio, donde aparece la única figura que, enigmáticamente, mira a los ojos del espectador y que sostiene un plato en su cabeza sobre el que bailan figuras monstruosas y tiene el torax hueco, donde encontramos más seres extraaños, y la parte inferior, donde parecen estar representados todos los pecados capitales. 
Esta forma de dividir verticalmete el cuadro en tres partes claramente diferenciadas, puede obedecer a la importancia simbólica que el número tres tenía como representación de la perfección, de lo que está completo, de lo que todo lo abarca, de lo que incluye el principio y el fin. 
Del mismo modo, la elección de pintar este cuadro con una estructura de tríptico sugiere precisamente eso, la importancia del tres, sobre todo si tenemos también en cuenta la representación del mundo que aparece cuando cerramos las “puertas” del tríptico, que hace que el tres, la Santísima Trinidad, quede dentro del Uno, Dios. En la parte externa de esas puertas, la que no vemos cuando el cuadro está abierto, El Bosco ha pintado una extraña representación de la bola del mundo en la que sólo aparecen elementos vegetales y minerales, no animales ni humanos, y siempre en tonos grises, sin la luz de la luna ni la del sol, sugiriendo que se trata del tercer día de la creación, aunque hay quienes defienden que se trata del mundo tras el diluvio universal. 
En la parte superior izquierda, siempre superior e izquierda, aparece claramente la imagen de Dios creador, con una leyenda del Salmo 33 (de nuevo el 3, ¡cómo no!) que dice: “Él lo dijo y todo fue hecho; Él lo mandó y todo fue creado”. Lo cierto es que no conocemos el significado concreto de toda la simbología empleada por El Bosco y eso, en un pintor tan audaz e imaginativo como él, abre todo un mundo de infinitas posibilidades de intrepretación. Realmente El jardín de las delicias es un cuadro frente al que te puedes pasar horas y siempre descubres algo maravillosamente nuevo y  desconcertante.
El Bosco fue uno de los pintores que mas influyó en la pintura de Joachim Patinir,contemporáneo suyo, aunque algo más joven. Uno de sus cuadros más representativos, también perteneciente al Museo del Prado, es “Caronte cruzando la laguna Estigia”, que representa el mito relatado por Virgilio en la Eneida y luego por Dante, del paso de las almas en la barca de Caronte hacia su destino final, el cielo, a la izquierda del cuadro, o el infierno, celosamente guardado por Cerbero, el terrible perro guardián de tres cabezas que vigila su puerta (curiosamente un mito tan poético como éste ha sido empleado hoy en día para nombrar a los porteros de fútbol, a los que, recordando este mito, se les llama cancerberos). Son muchas las similitudes de este cuadro con El jardín de las delicias de El Bosco. La idea de que estamos de paso, bien en el mundo de los placeres de El Bosco o bien en el del alma hacia la muerte de Patinir; la de encontrar el cielo, el paraíso, a la izquierda del cuadro y el infierno a la derecha; los tonos azules y verdes que dominan en la parte izquierda del cuadro y los ocres y negros de la derecha; la división en tres partes verticales de la pintura, claramente expresada en El Bosco y tan típica de Patinir, con los colores más claros en la parte superior, los intermedios en la central y los más oscuros en la inferior, propiciando así la sensación de lejanía en los ojos del espectador; la desporporción de las figuras (el tamaño de Caronte es muy superior al del alma que lleva en su barca); las extrañas construcciones de cristal que hay en el paraíso y la predominancia de los ríos y del agua frente al fuego del infierno…
Hace cuatro años el Museo del Prado tuvo la brillante iniciativa de organizar la exposición más importante que se ha realizado jamás de JOACHIM PATINIR, considerado por muchos como el “inventor” del paisaje, ya que fue el primero en considerar al paisaje como parte fundamental de su temática pictórica, conviertiéndolo en protagonista de sus cuadros. Veintidós de los veintinueve cuadros existentes en el mundo atribuidos a él estaban presentes en aquella inolvidable exposición.
La vida de Patinir es un enigma. Desconocemos todo o casi todo de él. Al parecer nació en lo que hoy sería el sur de Bélgica entre 1.480 y 1.485. Nada sabemos de su formación, sólo que trabajó en la ciudad de Amberes a partir de 1.515 y que murió en esa ciudad en 1.524.
Estar frente a un cuadro de Patinir es dejarse llevar a un universo de sensaciones, a un viajeiniciático a través del azul, de todos los azules, y del misterio insondable de la poesía. Aceptar su invitación a recorrer el solitario camino que conduce a la luz y al silencio supone una de las experiencias más maravillosas que podamos vivir frente a la inmensidad de un paisaje o de una obra de arte. Seis veces tuve la oportunidad de visitar aquella exposición. Mi primer encuentro frente a estos cuadros hizo que empezaran a resbalar algunas lágrimas por mis mejillas; en el segundo no pude evitar que volvieran a caer… Nunca había visto una explosión de belleza como aquella. ¿Qué extraña fuerza tiene la mano de este pintor que, más allá del tiempo y del espacio, es capaz de llegar a lo más hondo de un ser humano que habita este mundo quinientos años después que él?
Los paisajes de Patinir desbordan poesía, silencio, soledad, luz y misterio. Sus azules sonuna promesa del mundo perdido, de ese paraíso del que fuimos expulsados un día y al que podemos regresar si nos atrevemos a seguir el sinuoso camino que conduce a él, ese camino estrecho y serpenteante presente en los cuadros de Patinir que conduce a las cimas blancas y azules en las que vive la luz. Sus paisajes son una metáfora del mundo, están cargados de símbolos y alegorías que nos recuerdan por qué estamos aquí. Las figuras que pueblan esos paisajes suelen ser grandes místicos, como San Jerónimo, San Antonio Abad o la Sagrada Familia en la huida de Egipto.
Volviendo a Caronte atravesando la laguna Estigia, una de las cosas que más me impactaron fue la desgarbada figura de Caronte portando una desvalida alma desnuda en su barca, que es una de las pocas figuras de los cuadros de Patinir que mira directamente a los ojos del espectador (exactamente como ocurría con El Bosco en El jardín de las delicias), recordándonos que, tarde o temprano, también nosotros ocuparemos esa barca, esa barca que él guiará hasta el más allá que nosotros hayamos escogido al vivir nuestra vida. Las aguas de la laguna están revueltas, son tan peligrosas como la vida. Difíciles y angostos son los caminos y los meandros que conducen al hombre al paraíso perdido; planos, atractivos, fáciles y despejados los que le alejan de él. En el silencio verde y azul del paraíso Patinir sitúa a algunos ángeles y a un puñado de hombres; el infierno, por el contrario, está lleno de gente (de nuevo exactamente igual que en El jardín de las delicias de El Bosco). En el paraíso se alza la fuente de la vida de la que brotan los cuatro ríos, una fuente etérea y luminosa nacida más allá del tiempo, capaz de aplacar nuestra sed más intensa; en el infierno sólo reinan la oscuridad y el dolor, la oscuridad del que se sabe perdido y el dolor del que confundió el placer con la felicidad. El paraíso de Patinir está guardado por un ángel que nos señala el camino invitándonos a entrar; a la puerta del infiernoel terrible Can Cerbero, con sus amenazantes tres cabezas, no permite la vuelta atrás… Realmente son muchos los símbolos que viven, ocultos o no, en los paisajes de Patinir. También sus frondosos árboles pueden ofrecer infinidad de jugosos frutos o, como el del bien y del mal, estar resecos por la deliberada acción del hombre… Y dentro de toda esta simbología mística, los cuadros de Patinir ofrecen una característica verdaderamente inusual: escondida en el paisaje siempre es posible ver la pequeña figura de un hombre defecando (como el famoso cagané de los belenes catalanes). Hay quien dice que los pintaba para obligar a los espectadores a fijarse en los detalles de sus cuadros, porque Patinir es el pintor del detalle, de lo pequeño y nimio que convierte una obra en grande. Lo vemos en los cuidados detalles con los que pinta los lejanos paisajes que utiliza como fondos de sus cuadros, en las cuidadas hojas de los árboles que siempre encontramos en su pintura… Pero, como siempre, ésa no es la única explicación: también hay quien defiende que es la representación del diablo, que siempre está escondido, al acecho, inmerso en la vida cotidiana y apestando, como en la mitología popular siempre apesta el diablo.
Recorriendo los paisajes de Patinir reviví el viaje que un par de años antes había hecho a Dharamsala, ese Shangri-La del norte de la India donde viven los tibetanos en el exilio liderados por el Dalai Lama. 
Desde ese paraíso reencontrado situado a dos mil metros de altura rodeado de abetos y enormes rododendros de intensos verdes se ve, a nuestros pies, el Kangra Valley, una inmensa planicie verde donde viven todos los azules, y a nuestra espalda, solitarias e inmensas, las nevadas cumbres de los Himalayas que sobresalen sobre un puñado de nubes blancas. 
Son muchas las reminiscencias de Patinir que se pueden encontrar en la realidad de Dharamsala: lo angosto del camino para llegar hasta allí, la intensidad de sus verdes y sus azules, el silencio, la poesía, el misterio, el misticismo y la luz, sobre todo la luz, esa luz que ilumina el camino que nos lleva a lo más hondo de nosotros mismos…


La Depresión del Excel

Artículo de Paul Krugman publicado en El País 21-04-2013




¿Puede un error en una hoja de cálculo haber destruido casi por completo la economía de Occidente?

En esta era de la información, los errores matemáticos pueden llevar al desastre. La Mars Orbiter de la NASA se estrelló porque los ingenieros olvidaron hacer la conversión a unidades del sistema métrico; el plan de la ballena de Londres de JPMorgan Chase salió mal en parte porque quienes hicieron los modelos dividieron por una suma en lugar de por una media. De modo que, ¿fue un error de codificación de Excel lo que destruyó las economías del mundo occidental? Esta es la historia hasta la fecha: a principios de 2010, dos economistas de Harvard, Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff, divulgaron un artículo, Growth in a time of debt (Crecimiento en una época de endeudamiento), que pretendía identificar un umbral crítico, un punto de inflexión, para la deuda pública. Una vez que la deuda supera el 90% del producto interior bruto, afirmaban, el crecimiento económico cae en picado.
Reinhart y Rogoff tenían credibilidad gracias a un libro anterior admirado por todo el mundo sobre la historia de las crisis financieras, y el momento escogido era perfecto. El artículo se publicó justo después de que Grecia entrase en crisis y apelaba directamente al deseo de muchos funcionarios de virar del estímulo a la austeridad. En consecuencia, el artículo se hizo famoso inmediatamente; seguramente era, y es, el análisis económico más influyente de los últimos años.
El hecho es que Reinhart y Rogoff alcanzaron rápidamente un estatus casi sagrado entre los autoproclamados guardianes de la responsabilidad fiscal; la afirmación sobre el punto de inflexión se trató no como una hipótesis controvertida, sino como un hecho incuestionable. Por ejemplo, un editorial de The Washington Post de principios de este año advertía contra una posible bajada de la guardia en el frente del déficit porque estamos “peligrosamente cerca de la marca del 90% que los economistas consideran una amenaza para el crecimiento económico sostenible”. Fíjense en la expresión: “los economistas”, no “algunos economistas”, y no digamos ya “algunos economistas, a los que contradicen enérgicamente otros con credenciales igual de buenas”, que es la realidad.
Porque lo cierto es que el texto de Reinhart y Rogoff se enfrentó a críticas considerables desde el principio y la controversia aumentó con el tiempo. Nada más publicarse el artículo, muchos economistas señalaron que una correlación negativa entre la deuda y el comportamiento económico no significaba necesariamente que la deuda elevada fuese la causa de un crecimiento lento. Podría ocurrir perfectamente lo contrario, y que el mal comportamiento económico condujese a una deuda elevada. De hecho, este es evidentemente el caso de Japón, que se endeudó enormemente después de que su crecimiento se hundiese a principio de los noventa.
Con el tiempo, surgió otro problema: otros investigadores, usando datos de deuda y crecimiento aparentemente comparables, no fueron capaces de replicar los resultados de Reinhart y Rogoff. Lo habitual era que encontrasen cierta correlación entre la deuda elevada y el crecimiento lento (pero nada que se pareciese a un punto de inflexión en el 90% ni, de hecho, en ningún nivel concreto de deuda).
Finalmente, Reinhart y Rogoff permitieron que unos investigadores de la Universidad de Massachusetts analizasen la hoja de cálculo original; y el misterio de los resultados irreproducibles se resolvió. En primer lugar, habían omitido algunos datos; en segundo lugar, emplearon unos procedimientos estadísticos poco habituales y muy cuestionables; y finalmente, sí, cometieron un error de codificación de Excel. Si corregimos estos errores y rarezas, obtenemos lo que otros investigadores han descubierto: cierta correlación entre la deuda elevada y el crecimiento lento, sin nada que indique cuál de ellos causa qué, pero sin rastro alguno de ese umbral del 90%.
En respuesta a esto, Reinhart y Rogoff han admitido el error de codificación, han defendido sus demás decisiones y han afirmado que nunca aseguraron que la deuda provoque necesariamente un crecimiento más lento. Esto es un tanto insincero porque repetidamente dieron a entender esa idea aunque evitasen formularla expresamente. Pero, en cualquier caso, lo que realmente importa no es lo que quisieron decir, sino el modo en que se ha interpretado su trabajo: los entusiastas de la austeridad anunciaron a bombo y platillo que ese supuesto punto de inflexión del 90% era un hecho probado y un motivo para recortar drásticamente el gasto público incluso con un paro elevadísimo.
Por eso debemos situar el fiasco de Reinhart y Rogoff en el contexto más amplio de la obsesión por la austeridad: el evidentemente intenso deseo de los legisladores, políticos y expertos de todo el mundo occidental de dar la espalda a los parados y, en cambio, usar la crisis económica como excusa para reducir drásticamente los programas sociales.
Lo que pone de manifiesto el asunto de Reinhart y Rogoff es la medida en que se nos ha vendido la austeridad con pretextos falsos. Durante tres años, el giro hacia la austeridad se nos ha presentado no como una opción sino como una necesidad. Las investigaciones económicas, insisten los defensores de la austeridad, han demostrado que suceden cosas terribles una vez que la deuda supera el 90% del PIB. Pero las investigaciones económicas no han demostrado tal cosa; un par de economistas hicieron esa afirmación, mientras que muchos otros no estuvieron de acuerdo. Los responsables políticos abandonaron a los parados y tomaron el camino de la austeridad porque quisieron, no porque tuviesen que hacerlo.
¿Servirá de algo que se haya hecho caer a Reinhart y Rogoff de su pedestal? Me gustaría pensar que sí. Pero preveo que los sospechosos habituales simplemente encontrarán algún otro análisis económico cuestionable que canonizar, y la depresión no terminará nunca.
Paul Krugman es profesor de Economía de Princeton y premio Nobel 2008.