EVA PERUGA. Publicado en El Periódico (21/4/2013)
Nieves Bayo se declara «nieta de la revolución francesa». Pero aunque ella, la gran maestre de la Gran Logia Simbólica Española, dibuje así su árbol genealógico, la masonería emergió ya en la edad media. La definición de Bayo se alimenta de la divisa de la revolución de 1789, Libertad, igualdad y fraternidad, que asume su logia en la teoría y también en la práctica. No solo se trata de una logia mixta, sino que la dirige una mujer y la integran alrededor de un 40% de féminas porque la igualdad entre sexos es un hecho. Abierta y promotora del debate intelectual y social, los temas de la mujer también son objeto de reflexión individual y de intercambio entre las hermanas y los hermanos, fórmula elegida para referirse a los miembros de estas organizaciones.
Entre las muchas cosas que se desconocen de las logias, a pesar del esfuerzo de algunas por borrar de su perfil el secretismo, está una decisiva aportación en la defensa de los derechos de la mujer y la presencia de destacadas y destacados feministas en ellas. En vida de la masonería operativa, las mujeres de los gremios de la construcción estaban integradas. No eran muchas, claro, pero había ejemplos como el de Sabine de Pierrefonds, que esculpió algunas estatuas de Nôtre-Dame y de la imponente catedral de Estrasburgo.
El cambio a la masonería especulativa, que ya iba más allá de los gremios iniciales, representó para las féminas una pérdida dado que en ella se reflejó la desigualdad social, económica y política de las mujeres en esa época y, con fuerza, el poder del catolicismo. El apaño se llamó masonería de adopción, la tutela masculina sobre los grupos femeninos.
El cambio a la masonería especulativa, que ya iba más allá de los gremios iniciales, representó para las féminas una pérdida dado que en ella se reflejó la desigualdad social, económica y política de las mujeres en esa época y, con fuerza, el poder del catolicismo. El apaño se llamó masonería de adopción, la tutela masculina sobre los grupos femeninos.
En realidad, el carácter universal de la masonería y la unión de muchas personas librepensadoras a su alrededor chocan con la exclusión de las féminas de las logias.
Aunque las masonas actuaron en estas circunstancias estructurales adversas como lo han hecho las mujeres a lo largo de la historia. Desde sus posiciones defendieron los preceptos en los que creían más allá del lugar que las logias les destinaban, como sucedió con la princesa de Lamballe.
A partir de ahí proliferaron las hijas de la revolución francesa y los debates sobre la condición de desigualdad y subordinación. Muchas tampoco se conformaron con ser un remedo de las escuelas pitagóricas sino que formularon abiertamente decálogos feministas.
La audacia de abrir el ritual de la iniciación a una mujer no tuvo lugar hasta 1882 y la elegida tampoco fue una mujer cualquiera. María Deraismes, fundadora de la Asociación por los Derechos de la Mujer y defensora a ultranza de la escuela laica como única vía para dar una instrucción en igualdad de oportunidades a las niñas, pudo dar el paso gracias a las convicciones igualitarias de algunos masones y del apoyo a la emancipación femenina de hombres como Victor Hugo. «Es doloroso decir, en la civilización actual, que hay una esclava. La ley tiene eufemismos, lo que yo llamo esclava, ella la llama una menor; esta menor según la ley, esta esclava según la realidad, es la mujer».
La necesidad de defender estos derechos tiene ya una continuidad, que no solo se traduce en logias femeninas. Los masones y las masonas prefieren hablar del peso ejercido sobre la sociedad a través de la acción individual de cada uno de los miembros, es decir, descartando un práctica de lobby de su organización.
El resultado es que personas partidarias de la igualdad, como la masona Clara Campoamor, tuvieron suficiente peso como para lograr avances históricos. En este caso, la aprobación del sufragio femenino por primera vez en la historia de España.
No hay comentarios:
Publicar un comentario