Artículo de José Antonio Pareja. Publicado en "elplural.com" (28/04/13)
Con más de seis millones de personas que no pueden ganarse la vida, con miles de refugiados económicos fuera de nuestras fronteras, con niños que no tienen la posibilidad de comer tres veces al día, con personas que comienzan a morir por falta de atención médica, España está, indefectiblemente, en estado de guerra.
No ha sido ésta una declaración de guerra tradicional, los tiempos han cambiado también en esto, pero sigue teniendo el mismo objetivo final de todas las contiendas: apropiarse de los bienes del invadido. No se trata, por supuesto, de un conflicto armado, eso queda reservado para los enfrentamientos entre países del llamado Tercer Mundo. En nuestro mundo, en el occidental, las guerras hace mucho tiempo que se libran sin que los invasores tengan que mancharse las manos más que de tinta de impresora.
Acostumbrados a las imágenes de guerra tantas veces repetidas en las películas bélicas, ahora somos incapaces de identificar la que estamos viviendo como tal. Pero, salvo las escenas de los tanques enemigos paseándose por el centro de nuestros pueblos y ciudades, cumple uno por uno todos los elementos que definen un enfrentamiento. Y, por si no se habían dado cuenta todavía, estamos perdiendo.
Por supuesto, que aunque la guerra afecta a todo el territorio de lo que hemos venido en llamar España, no lo hace por igual a todos los españoles, incluso los hay que, estando con los invasores, participan de los beneficios de la victoria. Son los que a partir de ahora denominaremos (las nuevas guerras necesitan de nueva terminología) como “partidarios de los datos macroeconómicos”. Por si usted tiene aún dificultades en clasificarse en vencedor o vencido, sólo debe averiguar si su bienestar crece o decrece al ritmo de los datos macroeconómicos.
El Consejo de Ministros del pasado viernes, en su parte de guerra semanal, aseguró que los datos macroeconómicos eran positivos. Esta mejora de la prima de riesgo, la deuda pública o la productividad, es inversamente proporcional a la de los datos microeconómicos. Es decir, cuando el mercado (que es, por si no lo habían adivinado todavía, lo que en las viejas guerras se conocía como invasor) gana, usted y yo y la mayoría de nuestros vecinos, perdemos. Es ley de guerra.
El mercado se alimenta de los datos macroeconómicos. Cada euro que se rebaja en pensiones, sanidad o educación, es un euro que pasa a engordar el botín (qué bromas gasta el lenguaje) del mercado. ¿Y porqué el Gobierno, se preguntarán ustedes, no nos incita a luchar contra el enemigo? Pues, como habrán adivinado, porque el Gobierno nos lo ha impuesto el enemigo. Mariano Rajoy es el mariscal Petain de una España invadida.
De la misma manera que el traidor mariscal intentó convencer a los franceses de que lo mejor era acceder a las peticiones nazis para evitar males mayores, el Gobierno de Mariano Rajoy nos pide, viernes tras viernes, que renunciemos a un salario digno, a una pensión justa, a una sanidad pública, a una educación igualitaria, a un hogar, porque de lo contrario el invasor se puede molestar y nos quitará…¿qué más nos puede quitar?
Mariano Rajoy está al frente de un gobierno descaradamente colaboracionista, como lo demuestra el que al frente de de Economía haya colocado a un antiguo oficial del ejército enemigo.
Mientras Churchill pedía a cara descubierta a sus compatriotas el esfuerzo y sacrificio necesarios para vencer al enemigo; Rajoy, como hizo Petain, se esconde avergonzado por su traición. Como le ocurrió a Petain, puede que algún día su Consejo de Ministros acabe convirtiéndose en un Consejo de Guerra.
P.D. de Prometeo: Cierto y sin ninguna duda, estamos en guerra y algún día habrá que exigir que los Enemigos del Pueblo que nos gobiernan (y los que pugnan por gobernarnos, también), tengan su Juicio de Nüremberg y que la sentencia esté a la altura de sus crímenes contra la Humanidad.
P.D. de Prometeo: Cierto y sin ninguna duda, estamos en guerra y algún día habrá que exigir que los Enemigos del Pueblo que nos gobiernan (y los que pugnan por gobernarnos, también), tengan su Juicio de Nüremberg y que la sentencia esté a la altura de sus crímenes contra la Humanidad.
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