4.10.09

Del enfermo de Europa, de encuestas electorales y de la necesidad de un cambio



He leído con mucha atención las encuestas electorales publicadas hoy en La Vanguardia y El País.
En resumen: de celebrarse hoy elecciones, el PP ganaría los comicios por un abultado margen de 4 puntos al PSOE y obtendría 169 diputados frente a los 151 de los socialistas y podría formar gobierno con el apoyo de CiU gracias a los 9 escaños que le adjudica el sondeo, a pesar del estancamiento que registran sus expectativas electorales, al igual que las del PNV.
Izquierda Unida, se recupera y obtendría más del 5% de los sufragios, aunque la injusta ley electoral que prima los partidos nacionalistas sólo le aportaría 2 escaños más.
La ínclita Rosa Díez (la Zhirinovsky española) multiplica por cuatro su tasa de voto y su número de escaños, mientras que ERC tiene un leve ascenso y Coalición Canaria, se queda más o menos con sus 2 escaños tal y como estaba.
Las encuestas son eso, solo encuestas, aunque marcan una tendencia.
La respuesta errática del Gobierno ante la crisis le está pasando factura y es palpable el deterioro de la imagen del presidente, que ha asumido, cual Sarkozy ibérico, el liderazgo absoluto del ejecutivo, con todo lo que esto implica.
Nada menos que un 47% de los consultados, apuesta por el adelanto electoral, frente a un 51% que rechaza la disolución de las Cámaras. Incluso uno de cada cuatro votantes del PSOE o Izquierda Unida se inclina por anticipar el calendario electoral.
En otro artículo publicado en La Vanguardia, Enric Juliana acertaba al calificar a España como el nuevo “enfermo de Europa” y lo cierto es que los datos de la evolución económica y las expectativas de salir de la crisis, son datos objetivos que avalan este análisis.
El gobierno, sin ser culpable de la crisis (lo son las letales políticas neoliberales que nos han llevado a todos al desastre), está pagando la factura y esto es motivo de la desafección de sus votantes, mientras que el PP, pese a estar corrompido hasta la médula y ser, sin duda alguna, la peor derecha de Europa, mantiene fidelizados a sus electores, razón que explica sus buenas expectativas electorales, aun cuando Rajoy continua hundido en el lodazal (su popularidad sigue en caída libre), hasta con los suyos propios.
Hasta un 73% de los consultados consideran mala o muy mala la coyuntura, e incluso un 55% de los electores del PSOE enjuicia negativamente la situación política. Es para preocuparse, presidente.
El Gobierno parece haber perdido su capacidad de comunicación con la sociedad y (lo que es peor en estos momentos), el rumbo para sacar al país de la crisis.
No ha calado la idea de que la subida de impuestos la van a pagar los más ricos, y es que vistas las medidas fiscales aprobadas, lo que queda claro (y ya lo dije en otro post), que el impacto del aumento de impuestos va a más a las rentas medias y bajas. No hay que ser un lince para darse cuenta de ello, vaya.
En fin, que nos encontramos en un momento en que, si las cosas no se arreglan, y creo que de aquí a las elecciones, mal vamos, podemos encontrarnos de nuevo con el PP en el poder. Un partido que, en un país normal, con lo que le está cayendo en cuanto a corrupción se refiere, debería tener sus expectativas de voto por los suelos.
Y no, no me olvido del PSOE. En un país normal, debería experimentar también un castigo por parte de los electores, que se empieza a percibir ya por la desafección de sus votantes y que, más allá de las encuestas (que repito, son solo encuestas), empieza a calar hondo.
En medio de este panorama, los nacionalistas, volverán a ser decisivos. La nacional-populista-neocentralista Rosa Diez volverá a pescar en los caladeros del PSOE y del voto de protesta e Izquierda Unida, pese a su crecimiento, volverá a quedarse con una escuálida representación parlamentaria.
En mi opinión, hay que corregir ya esta ley electoral porque ya no sirve y porque mantiene es statu-quo de los dos grandes partidos dejando escaso margen a la renovación política y consolidando la imposibilidad de la emergencia de una tercera fuerza demócrata, progresista laica y liberal que permita centrar la política española y de una izquierda crítica, que sea algo más que un voto inútil.
El carácter decisorio que siempre acaban teniendo los partidos nacionalistas es fruto de nuestra realidad histórica y territorial pero también de la ley electoral y creo que distorsiona el juego entre mayorías y minorías para formar gobiernos. Por eso insisto, es imprescindible modificar la ley electoral para dar a cada partido la representación que se merece en función de los sufragios obtenidos.
Y aunque no sé si el país está por la labor, creo que hoy más que nunca se hace necesaria la emergencia de la tercera fuerza a la que antes me refería, la de un partido demócrata, progresista, laico y liberal que oxigene la política española y canalice muchos de los votos de electores que están hartos de votar en blanco y negro y que ante la desorientación del PSOE y la podredumbre del PP, de la certeza de que votar a Izquierda Unida es tirar el voto, de que con los nacionalistas la alternativa es el “quien da más” o la fantástica alternativa de otorgar su papeleta a esa populista de tres al cuarto de Rosa Díez, el día de las elecciones prefieren quedarse en casa.

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