13.10.09

Ágora, Alejandro Amenábar e intolerancia católica

Article de Gustavo Vidal Manzanares publicat a El Plural.com (12/10/09)



“La libertad de prensa es uno de los mayores males que amenazan a la sociedad moderna” declaró reiteradas veces el cardenal Pedro Segura al New York Herald Tribune. Sin embargo esta afirmación del purpurado no es original, tan solo recoge el sentir real del catolicismo.
Así, el Papa León XIII ya había manifestado que “es ilegal demandar, defender o conceder libertad de pensamiento, palabra, prensa o culto, como si éstos fueran derechos que la naturaleza ha dado al hombre”. En la misma línea la Enciclopedia Católica (1911) enseñaba que “la Iglesia contempla la intolerancia dogmática no solo como derecho, sino como un deber sagrado”.
No menos inquietantes se ciernen las palabras de otro Papa, Pío VII: “Se propuso una vez que todas las doctrinas religiosas deberían ser libres y sus ceremonias ejecutadas en público. Nosotros los católicos hemos rechazado este artículo como contrario a la ley canónica católica romana.” Obviamente, basta una simple mirada imparcial para advertir que la historia del catolicismo es una cruel sinfonía de fanatismo, odio, intolerancia, superstición, muerte y atraso… Las cruzadas, la Inquisición, la prohibición y quema de libros, la sumisión y denigración de la mujer, la promoción del racismo, el retraso de siglos en la ciencia durante el oscurantismo, el genocidio de pueblos prehispánicos en nombre de la religión, el saqueo del nuevo mundo, el solapamiento de las atrocidades nazis, el encubrimiento de miles de pederastas, la financiación (según muchos) de grupos radicales y terroristas en Polonia durante la guerra fría… en todos estos acontecimientos terribles podremos descubrir la participación de la iglesia católica.
Por consiguiente, poco puede extrañarnos la agitación de sotanas y escapularios conspirando contra la magistral película “Ágora” de Alejandro Amenábar ya que a lo largo de sus escenas bullen dos mundos contrapuestos: la razón y la ciencia encarnadas en Hipatia, la protagonista, y el fanatismo y el odio de aquella religión, mal llamada cristiana.
Sin duda, va a escocer mucho esta película, en ambientes vaticanos, toda vez que desde la butaca veremos desfilar ante nuestras retinas la desigual lucha entre la razón y el fanatismo, la ciencia y la superstición. Desgraciadamente, resulta ingenuo suponer que la iglesia de Roma ha cambiado. Nada más lejos de la realidad. Simplemente se adapta y, agazapada, espera el momento de volver a atacar. A día de hoy, el banderín de enganche lo constituye su oposición al derecho a la interrupción voluntaria del embarazo alegando “la defensa de la vida”.
Pero no hay más que examinar su historia para percatarnos de que la vida les importa un comino. La imagen de algunos Papas (Pío XII, por ejemplo) bendiciendo las ametralladoras, tanques y cañones que arrasarían la vida de miles de hombres y mujeres nos evidencia la hipocresía de tales planteamientos.
En realidad, todavía hoy asistimos a una lucha entre el pensamiento y el sentimiento más visceral; entre la seguridad espuria que deriva de la superstición y la saludable angustia que, no pocas veces, emana del librepensamiento; entre la tolerancia y el fanatismo; entre la integración de los débiles y diferentes o su destrucción; entre la hipocresía y la sinceridad; entre manifestaciones por derechos fundamentales y charlotadas en la plaza de Colón… En suma, entre la joven Hipatia y los ancianos Ratzinger y Rouco Varela.

Agora. De Alejandro Amenabar

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