Quien escribe es un ferviente europeísta
que tiene la mala costumbre de informarse antes de tomar posición o de
pronunciarse sobre sus filias y sus fobias.
Y hoy, cumplidos estos requisitos ya hace
algún tiempo, y buen conocedor (por razones profesionales) del intríngulis burocrático
del laberinto institucional y burocrático de la Unión Europea, me gustaría
bucear en un asunto inquietante y desconocido pero que es imprescindible tener
en cuenta para entender lo que hoy significa para todos, como Ciudadanos, la propia esencia de la Unión Europea tal y
como la entendemos y tal y como la sufrimos los Ciudadanos Europeos.
La historia oficial nos ha contado que el proyecto de unidad europea
se forjó tras la Segunda Guerra Mundial para que actuara como antídoto definitivo a
una nueva debacle bélica global resultado de las rivalidades nacionalistas entre los
países europeos de tal modo que con las instituciones supranacionales, los
Estados Europeos quedarían unidos por la pertenencia común a unas instituciones
transnacionales que evitarían definitivamente que una nueva y futura guerra
volviera a devastar el Viejo Continente.
Pero, en la inexorable y sana búsqueda de la
verdad, hay que ir más allá de lo que el relato oficialmente contado.
La idea oficialmente contada de que a idea
original de la unificación europea fue posterior a la II Guerra Mundial es
rotundamente falsa. Al contrario, la idea y la arquitectura de la Unión Europea
que hoy conocemos (y sufrimos) fue cuidadosamente trazada durante la Guerra por
parte de los regímenes nazi-fascistas, que bajo la férula de la supremacía del
modelo alemán, diseñaron sofisticados programas de integración política y
económica de la Europa que ellos creyeron que resultaría tras su victoria en el
conflicto.
Empecemos por el principio.
Cuando estalla la Primera Guerra Mundial,
Alemania no llevaba, como Estado, más de 50 años unificada.
La obra de la Unificación Alemana supuso una
loca carrera en la que el nuevo Estado pasó rápidamente de un modelo feudal a
otro de capitalismo industrial avanzado sin solución de continuidad y de forma
vertiginosa.
Una vez edificado internamente el nuevo
modelo, los dirigentes de la nueva Alemania se autoconvencieron de que la
estructura del nuevo Estado Federal-Capitalista Alemán era exportable en
igualdad de condiciones a su zona de influencia geopolítica, con lo cual se
consagraron a la exportación de su propio modelo ya fuera convenciendo o
venciendo a los reticentes.
El Pangermanismo resultante supuso para la
Europa de aquel entonces un paradigma de cambio dramático ya que supondría para
los países afectados hacer un salto en el tiempo desde el
sistema feudal al industrial.
Mucho antes de llegar al poder, en 1932, el
dirigente nazi Alfred Rosenberg ya asistió a un Congreso de Europa en Roma.
Luego Hitler y todos sus secuaces hicieron
frecuentes referencias a Europa.
Hay varias compilaciones, entre ellas un libro
profusamente ilustrado, titulado "Simplemente Europa", cuya introducción escribió
Von Ribbentrop.
En 1937, por ejemplo, declaró en el mitin del
partido nazi en Nüremberg que "quizá
estemos más interesados en Europa de lo que otros países necesitan estarlo. Nuestro
país, nuestro pueblo, nuestra cultura y nuestra economía han surgido de
condiciones europeas generales. En consecuencia, debemos ser enemigos de
cualquier intento de introducir elementos de discordia y destrucción en esta
familia europea de pueblos".
Poco después, en 1938, Rudolf Hess organizó
una presentación en el Congreso del partido Nazi, llamada La lucha por el
destino de Europa en el Este, que explicaba por qué la colonización alemana de
Rusia llevaría la civilización europea a los bárbaros eslavos.
Por todo ello, en el diseño político del
proyecto de Unidad Europea en tiempos del gobierno nacionalsocialista de
Hitler, el objetivo de la propaganda del proyecto de integración europea
"a la alemana" pasaba por el principio de que en la Nueva Europa no
habría ni amos ni siervos, sino que cada Estado mantendría su soberanía aunque
la edificaría en base al modelo alemán.
Los planes europeístas de Hitler pasaban por
el establecimiento de una sola y gran entidad política europea bajo el modelo
que se encontraba en la raíz de la existencia de la propia Alemania como
Estado.
El proyecto de Confederación Europea ideada
por el régimen Nazi pretendía asegurar que en los territorios de los Estados
adheridos a la Confederación no se cometieran actos incompatibles con la
solidaridad europea y las obligaciones europeas.
En 1940 Joseph Goebbels dijo: "Estoy
convencido de que dentro de cincuenta años la gente ya no pensará en términos
de países".
El siniestro Ministro Nazi de Propaganda
creía que el federalismo alemán podía ser un modelo para Europa porque la
absorción de los estados alemanes por parte del imperio alemán había
funcionado. Así los estados europeos se podían integrar armónicamente sin
atentar contra su identidad.
Y en este sentido dice el propio Goebbels: "Si nosotros, con nuestra perspectiva
de la Gran Alemania, no tenemos interés en atentar contra las peculiaridades
económicas, culturales o sociales de, por ejemplo, los bávaros y los sajones,
tampoco tenemos interés en atentar contra la individualidad económica, social o
cultural de, por ejemplo, el pueblo checo".
Y ya desde mediados de 1941 Goebbels comenzó
a intervenir más en la cuestión europea a la que dedicó numerosos discursos, mítines
y artículos periodísticos llenando las páginas de su semanario Das Reich con consignas Paneuropeístas.
En 1943 en una nota sobre la fundación de una
Confederación Europea, Cecil von Renthe-Fink, sostenía que las naciones europeas tenían
un desarrollo común; decía que Alemania deseaba unir a Europa sobre una base
federal; proclamaba que no había intención de inmiscuirse en los asuntos
internos de otros países y que lo único que se exigía a los Estados miembros de
la Confederación es que "Sean
miembros leales de la comunidad y colaboren voluntariamente en sus tareas. El
objeto de la cooperación europea será promover la paz, la seguridad y el
bienestar de todos los estados europeos y su población".
En pocas palabras, según la hoja de ruta del
proyecto Nazi, no se trataba de que un Estado o grupo de Estados dominara a
otros sino de que se estableciera una relación de alianza y lealtad mutua en
vez de los métodos imperiales de la era anterior.
En un tono similar, el nazi Werner Daitz declaraba que Europa no se puede administrar
de forma centralizada: se debe conducir de modo descentralizado.
Desde la óptica del proyecto
nacionalsocialista para la Unidad Europea, sus impulsores insistían en la idea
de su organización federal con el fin de encontrar una solución a la anterior
rivalidad entre las potencias imperialistas europeas que combinara los
principios de unidad e independencia pero bajo los parámetros que habían
permitido el advenimiento de Alemania como Estado.
El Nuevo Orden Europeo, el Lebensraum Nazi, no deja de ser una visión de una nueva
Europa.
Von Ribbentrop señalaba que la lucha contra el bolchevismo,
que unía a muchos pueblos del este de Europa, evidenciaba una creciente unidad
moral de Europa dentro del Nuevo Orden que nuestros grandes líderes han
proclamado y preparado para el futuro de las naciones civilizadas.
Este es pues, desde el prisma Nazi, el
sentido profundo de la guerra contra el bolchevismo: el signo de la
regeneración espiritual de Europa.
Los colaboracionistas europeos de los Nazis
también aceptaban que Alemania era un modelo: el colaboracionista noruego Vidkun Quisling declaró que: "la
Confederación Alemana podía servir como modelo para la cooperación con otros
estados europeos. Goebbels aseguraba que nunca hemos tenido la intención de
imponer por la fuerza este nuevo orden o reorganización de Europa. De ningún
modo debéis pensar que cuando los alemanes traemos un nuevo orden a Europa lo
hacemos con el propósito de sofocar a otros pueblos. A mi juicio la concepción
que una nación tiene respecto de su propia libertad se debe armonizar con los
hechos actuales y las simples cuestiones de eficiencia y propósito. Así como
ningún miembro de una familia tiene derecho a turbar la paz por motivos
egoístas, no se puede permitir que ninguna nación europea se interponga en el
camino de un proceso general de organización".
En el mismo tono, un funcionario del
ministerio nazi de Empleo declaró que Alemania podía afirmar que no estaba
luchando por sí misma, sino por Europa. Una versión del proyecto nazi de
Confederación Europea sostenía que el papel de Alemania en Europa consistía en
reconciliar los intereses particulares de los estados europeos con los
intereses de Europa en su conjunto. A esta aspiración se sumaba la opinión de
que los intereses y necesidades de Alemania están esencial e inseparablemente
ligados con los de Europa.
Con frecuencia los nazis enfatizaban que los
estados debían unirse voluntariamente a la nueva Europa bajo el liderazgo alemán, que no significaría dominación sino
protección externa y responsabilidad interna, era su consigna.
Hitler y Mussolini no querían sometimiento
sino cooperación sincera: "Todos los
pueblos europeos que se han probado históricamente son bienvenidos como
miembros de la nueva Europa. Su desarrollo nacional y cultural en libertad e
independencia está garantizado. Nuestro único requerimiento es que los estados
europeos sean miembros sinceros y entusiastas de Europa. Los imperialistas
alemanes creyeron encontrar, por fin, un nuevo modo de dirigir Europa sin
dominarla: La idea del liderazgo, que será el concepto dominante de la nueva
vida internacional de Europa, es la negación de los métodos imperialistas de
una época pasada: significa reconocimiento de la confiada cooperación de
estados menores e independientes para abordar las nuevas tareas
comunales".
Del mismo modo, el colaboracionista austríaco
Seyss-Inquart escribió: "Nuestro único deseo es que surja una Europa que sea realmente
europea y consciente de su misión europea".
Tras la invasión de la Unión Soviética, el semanario Signal, una revista de circulación masiva en la
Alemania Nazi escribía: "No habrá una Europa Alemana. En
realidad los soldados del Reich no solo defienden la causa de su patria sino
que protegen cada nación europea digna de ese nombre".
Una constante en la estrategia imperialista
nazi consistía en hablar de sus socios y vecinos y pregonar la idea de que la
búsqueda común de intereses compartidos había reemplazado a la rivalidad y la
competencia capitalistas.
Los Nazis también fueron los pioneros de la Globalización
y dedicaron mucha atención a asuntos como el sentido europeo de comunidad.
La publicación en 2007 de los miles de documentos concernientes a los juicios de Nüremberg contra los directivos del holding
del sector de la industria petroquímica y farmacéutico I.G. Farben (formado
por empresas tan conocidas como Bayer,
BASF y Hoechst y que al acabar la guerra
cambió su nombre por el BAYER), por su participación activa en la financiación
y el armamento de la máquina de guerra hitleriana y por su colaboración directa
en la comisión de crímenes de guerra y contra la Humanidad (recordemos que I.G.
Farben fue la "inventora" y suministradora del gas Ziklon-B), dejan bien claro el origen y filiación hitleriana
de la actual Unión Europea.
Anton Reithinger, gerente del monopolio I.G.
Farben, en
la conferencia de la Confederación Europea de 1942, hablaba del equilibrio
entre los diversos intereses de los socios del espacio económico europeo, por
una parte, y de los intereses comunes de todos los pueblos europeos, por la
otra afirmando que: "para poner estos intereses en práctica se requiere una creencia
en la idea europea y en la misión europea de Alemania".
Dentro del Ministerio del Exteriores del
Reich, estos interés culminaron con la creación de un Comité de Europa en el
otoño de 1942 integrado por funcionarios del Ministerio del Exterior y expertos
del Instituto para el Estudio de Países Extranjeros que tenían como impulsores
intelectuales personajes como el ya citado Werner Daitz o Franz Alfred
Six, director del Instituto de Asuntos
Exteriores, que había organizado en 1941 una conferencia llamada La Nueva
Europa.
En marzo de 1943, los Nazis habían trazado
planes muy avanzados para una confederación europea. Esos planes adoptaron la
forma de constituciones y tratados que delineaban las competencias y la
estructura de la futura confederación.
El 21 de marzo de 1943 Von Ribbentrop escribió
una nota que comienza así: "Soy de
la opinión de que, como ya le he propuesto al Führer en mis actas anteriores,
deberíamos proclamar cuanto antes, en cuanto hayamos alcanzado un éxito militar
significativo, la Confederación Europea en forma muy específica".
Lo único que paralizó a los nazis en la
proclamación oficial de su Confederación Europea fue que el éxito militar
significativo que Ribbentrop esperaba no se produjo y las tropas Nazis fueron aplastadas en Stalingrado.
El plan de Ribbentrop proponía invitar a los
jefes de los estados en cuestión (Alemania, Italia, Francia, Dinamarca,
Noruega, Finlandia, Eslovaquia, Hungría, Rumanía, Bulgaria, Croacia, Serbia,
Grecia y España) para firmar el instrumento que daría existencia a la
Confederación
Junto al memorándum había un borrador que
hablaba del destino común de los pueblos europeos y del objetivo de garantizar
que nunca estallen guerras entre ellos. También preveía la abolición de
barreras aduaneras entre los estados participantes.
En junio de 1943, un funcionario presentó los
elementos básicos de un plan para la Nueva Europa a un miembro del Comité de
Europa.
La organización económica de Europa prevista por la Dictadura
Hitleriana anticipaba un comercio basado en el principio de la preferencia
europea frente a los países no europeos, con el objetivo de llegar a una unión
aduanera europea, un centro de clearing europeo y tipos de cambio estables en
Europa, con miras a una unión monetaria europea y la armonización de las
condiciones laborales de los trabajadores europeos.
Este documento fue seguido en agosto de 1943
por una Nota sobre la fundación de una Confederación Europea.
En este punto, Renthe-Fink
escribiría: "En la tremenda lucha
por el futuro de Europa, los alemanes somos campeones de un nuevo y mejor orden
donde todos los pueblos europeos hallarán un lugar legítimo y digno. Hasta
ahora hemos evitado hacer una propuesta concreta en lo concerniente a la
cuestión europea Si ahora presentáramos la idea de una solución confederada,
basada en la libre cooperación entre naciones independientes, ella consolidaría
la confianza de los pueblos europeos en nuestra política y aumentaría su voluntad
de seguir nuestra guía y trabajar por nuestra victoria".
El borrador nazi de Constitución para la
Nueva Europa proclamaba el derecho de cada país a organizar su vida nacional
como considere adecuado, siempre que respete sus obligaciones hacia la comunidad
europea. Otros documentos repetían la misma idea.
La guerra era concebida también una lucha por la
unidad y libertad de Europa. A tal efecto, escribía Renthe-Fink: "Sus objetivos son crear y garantizar una paz duradera para los
países europeos. Eliminar las causas de las guerras europeas, sobre todo el
sistema de equilibrio de poder y superar el particularismo europeo mediante la
cooperación libre y pacífica entre los pueblos europeos. La lealtad a Europa no
significa sujeción sino cooperación franca basada en igualdad de derechos. Cada
pueblo europeo debe participar a su manera en la nueva Europa. El único
requerimiento es que los estados europeos sean francamente leales a Europa, de
la cual son miembros. Cada estado continental debe permanecer consciente de su
responsabilidad hacia la Comunidad Económica Europea".
Aunque los principios encarnados en el acto
constitutivo de la Confederación Europea anexos al memorándum especificaban que
la Confederación era una comunidad de estados soberanos que se garantizaban
mutuamente la libertad y la independencia, está claro que, bajo la batuta
hitleriana, la confederación ejercería un control casi total sobre los asuntos
internos de sus estados miembros: La economía europea será planificada
conjuntamente por los estados miembros según sus intereses comunes y
nacionales, decía el documento.
El objetivo era incrementar la prosperidad
material, la justicia social y la seguridad social en los estados individuales,
y desarrollar los recursos materiales y laborales de Europa para proteger
la economía europea de las crisis y las amenazas económicas externas. Sugería
que las barreras aduaneras que impiden aumentar el comercio entre los miembros
de la Confederación se eliminarán gradualmente y que el sistema intraeuropeo de
comunicaciones por ferrocarril, autopistas y vías fluviales y aéreas se
desarrollará de acuerdo con un plan unificado.
El plan europeo de integración de Renthe-Fink
preveía la necesidad de un Consejo Económico compuesto por representantes de
los estados miembros, el cual se dividiría en comités destinados al comercio,
la industria y la navegación, los asuntos de economía y moneda, las cuestiones
laborales y sociales, la alimentación, la agricultura y los bosques.
El documento repetía los objetivos
definitivos de la Confederación: "La
solución de los problemas económicos, con miras a la inmunidad frente a un
bloqueo; la regulación del comercio sobre la base de la preferencia por Europa
frente al resto del mundo, con miras a una unión aduanera europea y un mercado
libre europeo; un sistema central de clearing europeo y tasas de cambio
estables en Europa, con miras a una unión monetaria europea. Los objetivos
incluirían la estandarización y mejoramiento de las condiciones de empleo y
seguridad social, así como la planificación de largo plazo de la producción
industrial, agropecuaria y forestal".
Los documentos nazis también manifestaban que
la integración de Europa era inevitable a causa del desarrollo tecnológico.
Sostenían que la fragmentación de los
recursos económicos de Europa era un grave obstáculo para la prosperidad y el
progreso social de los diversos países, por lo cual se requería coordinación y
planificación económica con el objeto de alentar el comercio mutuo y crear un
gran mercado europeo, con lo cual se tendrían que eliminarán progresivamente
las aduanas y otras barreras entre los países miembros.
Otro proyecto nazi es lo que cincuenta años
después hemos venido a llamar como Redes Transeuropeas.
Según Renthe-Fink, "la experiencia ha mostrado que el
sistema de transportes de Europa era inadecuado para el aumento de la demanda,
por lo cual era imprescindible establecer su desarrollo a través de un plan
común supraeuropeo".
Volviendo a los documentos del juicio contra
la IG Farben en Nüremberg tras la derrota del Tercer Reich, podemos comprobar cómo
el diseño de la actual estructura de la Unión Europea fue trazada en 1957 por Walter Hallstein, un abogado nazi experto en
la creación de marcos legales con el fin de instaurar sistemas jurídicos en los
países “conquistados” que permitieran a las petroquímicas y a la mafia bancaria
campar a sus anchas en Europa.
Walter Hallstein fue profesor de Derecho
Internacional durante el régimen nazi y afiliado al Partido Nacional Socialista,
se convirtió tras la guerra en Secretario de Estado del Canciller Konrad
Adenauer y fue miembro del partido Unión Cristiano Demócrata (CDU)
(el partido de la actual Canciller Angela Merkel).
Hallstein fue uno de los principales autores
de los Tratados de Roma de 1957 en
virtud de los cuales se fundaban la Comunidad Económica Europea. En 1958, Hallstein se convirtió en el primer Presidente de la Comisión Europea,
cargo que ostentó hasta 1967, cuando dimitió por presiones del Presidente
Charles De Gaulle por el enfrentamiento entre la tesis de la Europa Federal
(sustentada por Hallstein frente a la idea de la Europa de los Estados
propuesta por De Gaulle).
En este enlace podéis
encontrar una reveladora fotografía sobre los "arquitectos alemanes del
proyecto de unidad europea" y de sus respectivas "hojas de
vida", de cuya lectura podréis fácilmente establecer "Liaisons dangereuses" existentes entre los
"padres" del proyecto europeo y el proyecto de Confederación Europea
diseñado por los nazis de la que Hallstein resultaría su más que eficiente
arquitecto y que llegaría a hacer realidad el sueño de Hitler de la dominación
geopolítica pangermánica de Europa tras una victoria en la guerra.
Un dato más sobre Hallstein: poco tiempo
después de la reunión de Hitler con Mussolini en 1938, ya encontramos a
Hallstein en Roma juristas del régimen del Duce, organizando la estructura
legislativa y organizativa que debería tener la futura "Nueva
Europa", entendida a la manera nazi; es decir, como su Gran Grossraum.
Y en su empeño, el siniestro Hallstein se
focalizaba especialmente en su interés por la necesidad de legislar y armonizar
sobre "la protección de la propiedad intelectual” algo que en principio puede
parecernos inocuo o de segundo orden,
pero que en realidad lo que pretendía era hacerse con el control absoluto en
los ámbitos financiero, legal, policial, educativo, sanitario y de las patentes,
para lo cual Hallstein contó con la inestimable ayuda de otro nazi, Carl
Friedrich Ophüls, que había sido abogado del Tribunal de Patentes de Frankfurt
y experto en el expolio de patentes practicado por IG Farben en los países
ocupados.
Con todo lo dicho, ¿estamos diciendo que la
actual Unión Europea, que desde 1957 ha substituido la "guerra ruidosa"
(armas, tanques, bombardeos, masacres, devastación y genocidios) por una "guerra
silenciosa" (normativas, tratados, papeleos, comités, comisiones,
parlamentos, organismos) está gobernada por los Nazis?.
En modo alguno.
Lo que queremos decir es que los que en su
día les apoyaron y financiaron han conseguido imponernos el proyecto europeo de
Hitler más allá de su suicidio en el Bunker de la Cancillería del Reich aquel
venturoso día para la Humanidad del 30 de abril de 1945, como si nada hubiera
pasado y que la derrota del régimen Nazi y la muerte de más de 60 millones de
personas en el conflicto bélico no hubiese servido absolutamente para nada.
Hoy en esta Unión Europea en la que nos
encontramos (y sufrimos), se ha hecho realidad el sueño de la oligarquía que
hace ya muchos años apoyó a Hitler: se ha creado el “Grossraum” soñado por el
Tercer Reich, con 500 millones de personas sometidas a las órdenes dictadas en
Bruselas por un grupo selecto de tecnócratas (más de 54 mil), que no han sido
elegidos democráticamente sino que han sido nombrados desde la sombra con la
complicidad de los regímenes políticos democráticos de los Estados miembros.
Gracias al Tratado de Lisboa (2007), impuesto y no votado
por los ciudadanos europeos supone la culminación del proceso de asalto a la
Democracia y a la Soberanía Popular Europea que empezó su obra destructora en
1957 y que fue firmado por todos los presidentes electos de la Unión, consagró
la estructura antidemocrática del proceso de Construcción Europea.
Fruto de todo ello es que el Parlamento Europeo
es una puta pantomima y no tiene atribuciones legislativas ni de control al
Ejecutivo algunas y que hoy, en la Unión Europea, todo se decide en la Comisión Europea, el
supra-gobierno europeo (que a su vez está bajo el control del Consejo Europeo) y en la que los Comisarios no
son elegidos democráticamente sino nombrados por las élites oligárquicas industriales
y financieras que los dirigen desde las sombras y a espaldas (o al margen, como
queráis) de la Ciudadanía Europea con el visto bueno de nuestros gobiernos.
Hoy la Unión Europea es esto y nada más que
esto.
La Unidad Democrática y Social de la Europa
de los Ciudadanos es un objetivo político esencial para construir un mundo más justo para dejarlo en manos de unos burócratas y de unos intereses bastardos al
servicio de la pesadilla distópica del Neoliberalismo, que es lo que más cerca
está de la ideología expansionista, globalista, eugenésica y genocida del
Nacional-Socialismo en el siglo XXI.
¡Despertemos!
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