Un estudio
realizado por los neurocientíficos Mario Beauregard y Vincent Paquette, de la Universidad de Montreal en 2006, utilizó la técnica de imágenes de resonancia magnética,
que permite registrar la actividad cerebral, para identificar los cambios en el
cerebro cuando un individuo atraviesa una experiencia mística.
Durante la investigación, se midió la actividad cerebral de un grupo de
monjas carmelitas cuando éstas se sentían en un estado
subjetivo de unión con Dios.
Se descubrió así que la experiencia implicaba diversas partes del cerebro, como la corteza orbitofrontal central, el lado derecho de la corteza temporal media, los lóbulos parietales inferior y superior derechos, la corteza izquierda prefrontal media o la corteza cingulada anterior izquierda, entre otras.
Se descubrió así que la experiencia implicaba diversas partes del cerebro, como la corteza orbitofrontal central, el lado derecho de la corteza temporal media, los lóbulos parietales inferior y superior derechos, la corteza izquierda prefrontal media o la corteza cingulada anterior izquierda, entre otras.
Según informó al respecto Scientific American en
su edición del 3 de octubre, de este estudio se desprende que los estados
místicos profundos, o la experiencia religiosa, implican una amplia gama de
regiones cerebrales.
La investigación tenía como principal objetivo verificar una hipótesis
formulada en la Universidad de California en San Diego hace una década,
conocida como "punto de Dios". Esta hipótesis situaba la experiencia
mística en el lóbulo temporal y se basa en el estudio de numerosos enfermos de
epilepsia del lóbulo temporal, que con frecuencia relatan experiencias
místicas.
Según la investigación de Beaugerard, sin embargo, el "punto de
Dios" no existe en el cerebro, ya que cuando una persona vive una
experiencia mística, todo su cerebro se ve implicado, señala Nature, si bien queda de
manifiesto que el cerebro tiene la capacidad de vivir experiencias místicas y
que por tanto cualquier persona, independientemente de si comparta o no una fe
religiosa, es susceptible de vivir estas experiencias
Durante el experimento con las carmelitas, fueron recogidas imágenes de
resonancia magnética de cortes transversales del cerebro cada tres segundos, y
del cerebro completo cada dos minutos. Una vez registrada la actividad
cerebral, los científicos compararon los patrones de activación en las
distintas situaciones (el recuerdo social y el místico), descubriendo las áreas
del cerebro que se activaban con más fuerza durante la experiencia mística que
en los otros casos.
De esta forma descubrieron que la memoria espiritual vigoriza varias
regiones cerebrales durante estos recuerdos, como el núcleo caudado, que es la
región del centro del cerebro relacionada con el aprendizaje, la memoria o el
enamoramiento (de ahí, tal vez, la sensación de amor incondicional a la que
aluden los místicos).
También descubrieron otra zona cerebral activada, la corteza insular, vinculada a las emociones y a los
sentimientos, y que podría estar en el origen de las emociones agradables que
suelen asociarse a las conexiones con lo divino.
Por último constataron que también se activó el lóbulo parietal del cerebro
(relacionado con la conciencia espacial), lo que podría explicar la sensación
de hallarse inmerso en algo mucho mayor que nosotros mismos típica de este tipo
de experiencias.
Según los investigadores, la cantidad (una docena) y diversidad de regiones
cerebrales implicadas apunta a que el fenómeno de la espiritualidad es
altamente complejo en el ser humano. De hecho, estos estados se producen
gracias a una red neuronal que se encuentra distribuida por todo el cerebro,
asegura Beauregard.
Beauregard explica sobre los resultados de su investigación que anteriores
estudios neurológicos se han centrado en la relación entre la meditación y la
oración, pero no sobre la experiencia mística en sí misma, por lo que eligieron
a las monjas carmelitas contemplativas debido a su tradición mística. Los
estudios neurológicos anteriores sobre estos procesos se han desarrollado con
monjes budistas, practicantes de la meditación, y franciscanos, practicantes de
la oración, por lo que la investigación de Beaugerard constituye un desarrollo
de las investigaciones anteriores.
El interés por definir el papel del cerebro en la experiencia mística ha
ido aumentando con la llegada de nuevas tecnologías de medición de la actividad
de las neuronas. Conocer lo que sucede durante la oración o la meditación o
durante episodios inspirados de fervor religioso a nivel neuronal podría
ayudar, señalan los científicos, a inducir este tipo de experiencias de manera
artificial, dado el efecto positivo que parecen tener en el ser humano.
Por otro lado, a los científicos les resulta importante comprender mejor
las bases neuronales de un fenómeno que ha jugado siempre un papel central en
todas las culturas y tiempos, de la misma forma que les interesa conocer las
bases neuronales de la emoción, la memoria o el lenguaje.
Se han realizado asimismo estudios que implicaban ejercicios de meditación
profunda, basada en el uso de imágenes mentales, o de oraciones, dando lugar a
una nueva ciencia denominada neuroteología, que estudia la neurología del
sentimiento religioso y de la espiritualidad. Voluntarios de diversas
confesiones religiosas han sido analizados en sus momentos de meditación, en
investigaciones realizadas por especialistas como James austin (del Massachussets Technological Institute o Andrew Bewberg y Eugene D'Aquili, de la Universidad de Pensylvania.
Estos últimos descubrieron por ejemplo que, en el estado de meditación
profunda, se desactivan regiones del cerebro reguladoras de la construcción de
la propia identidad, lo que permite que el sujeto pierda durante su práctica el
sentido del propio yo individual, que establece la frontera entre él mismo y
todo lo demás, y se sienta así integrado en una totalidad única transcendente.
Asimismo, las imágenes cerebrales obtenidas por medio de la tomografía
computerizada por emisión de un solo fotón (SPECT), sobre voluntarios en
meditación, han revelado una actividad inusual de la región prefrontal
dorsolateral y un decaimiento de la actividad del área de orientación del
lóbulo parietal, que procesa la información sobre el espacio y la ubicación del
cuerpo en el mismo: determina dónde termina el propio cuerpo y comienza el
espacio exterior.
En conclusión, de este conjunto de investigaciones, que se desprende que el cerebro alberga la capacidad de conectar con una realidad que transciende la de los objetos, tanto físicos como mentales, percibida habitualmente, lo que confirma una experiencia común descrita por las diferentes tradiciones religiosas.
En conclusión, de este conjunto de investigaciones, que se desprende que el cerebro alberga la capacidad de conectar con una realidad que transciende la de los objetos, tanto físicos como mentales, percibida habitualmente, lo que confirma una experiencia común descrita por las diferentes tradiciones religiosas.
Al mismo tiempo, estas investigaciones ponen de manifiesto únicamente lo
que realmente podemos saber, es decir, las reacciones cerebrales ante
determinadas experiencias, pero en ningún caso establecer el carácter
espiritual o místico de estas experiencias, ni mucho menos explicar o demostrar
una realidad trascendente más allá de la percibida ordinariamente.
Fuentes:
Tendencias21.net
Fuentes:
Tendencias21.net
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