El pasado sábado, bien entrada la madrugada, un buen
amigo (masón sin mandil), llamémosle Mabuse, tal y como yo le llamo y él se reconoce, me dijo que visitara la web de Rino Stefano Tagliafierro, un realizador experimental que, utilizando técnicas digitales,
había "dado vida" a obras de la pintura clásica y que no me lo podía
perder.
Estuvimos hablando por
teléfono bastante rato y yo le manifesté que era bastante reticente a los "tejemanejes" informáticos para crear realidades virtuales. Que soy un tipo antiguo, vaya.
No obstante, buen conocedor de quien os escribe (y no sé si es por la amistad de tantos años o por los aquelarres de absenta y marihuana que hemos compartido juntos), insistió en que visionara el vídeo de marras y si no quería hacerlo por su consejo lo hiciera al menos en honor a mis admirados Poe, Wilde o Machen y que si lo hacía, estaba convencido de que aquella noche, no podría dormir.
Hice la prueba y el malvado Mabuse no se equivocaba.
Resultado de mi
experiencia, os paso el vídeo del "maudit" Rino Stefano Tagliafierro,
que utilizando las técnicas más avanzadas (supongo, porque no sé nada de
informática, ni me interesa a no ser que la necesite para fines profanos), consiguió despertar en mí un estado de inquietud y vacío cósmico como el que debió sentir Heráclito al sentarse ante el río y observar su permanente fluir, o Poe, al escribir "El Retrato Oval" o el perversamente bello Dorian Gray, al contemplar con horror su propia imagen en el maldito retrato.
La sensación que sentí fue enfrentarme con algo extraño, irreal, inhumano.
Os puede parecer idiota, pero fue así.
No soy capaz de expresar lo que sentí, por lo cual prefiero citar a mi admirado Arthur Machen en "El Pueblo Blanco", del cual me declaro devoto, para que él hable por mí. Lo cito textualmente y aconsejo su lectura antes de ver el vídeo:
"Ambrosio dijo: Brujería y santidad, he aquí las únicas
realidades, Y prosiguió: la magia tiene su justificación en sus criaturas; comen
mendrugos de pan y beben agua con una alegría mucho más intensa que la del
epicúreo.
¿Os referís a los santos?
Si, y también a los pecadores, creo que vos caéis en el error frecuente
de los que limitan el mundo espiritual a las regiones del bien supremo.
Los seres extremadamente perversos forman parte también del mundo
espiritual. El hombre vulgar, carnal y sensual no será jamás un gran santo. Ni
un gran pecador. En nuestra mayoría somos simplemente criaturas de barro
cotidiano, sin comprender el significado profundo de las cosas, y por esto el
bien y el mal son en nosotros idénticos: de ocasión sin importancia.
¿Pensáis, pues que el gran pecador es un asceta lo mismo que el gran
santo?
Los grandes, tanto en el bien como en el mal, son los que abandonan las
copias imperfectas y se dirigen a los originales perfectos. para mí no existe
la menor duda, los más excelsos entre los santos jamás hicieron ‘una buena
acción’, en el sentido común de la palabra. Por el contrario existen hombres que
han descendido hasta el fondo de los abismos del mal, y que en toda su vida, no
han cometido lo que vosotros llamáis una ‘mala acción’.
Se ausentó un momento de la estancia, Cotgrave se volvió a su amigo y
le dió las gracias por haberle presentado a Ambrosio.
Es formidable, dijo. Jamás había visto a un chalado de esta clase
Ambrosio volvió con una nueva provisión de whisky y sirvió a los dos
hombres con largueza. Criticó con ferocidad la secta de los abstemios, pero se
sirvió un vaso de agua. Iba a reanudar su monólogo cuando Cotgrave le atajó.
Vuestras paradojas son monstruosas. ¿Puede un hombre ser un gran
pecador sin haber hecho nunca nada culpable? ¡Vamos hombre!
Os equivocáis completamente, dijo Ambrosio, pues soy incapaz de
paradojas: ¡ojala pudiera hacerlas! He dicho simplemente que un hombre puede
ser un gran conocedor de vinos de Borgoña sin haber entrado jamás en una taberna.
Esto es todo, y ¿no os parece más una perogrullada que una paradoja?.
Vuestra reacción revela que no tenéis la menor idea de lo que puede ser
el pecado.
¡Oh! naturalmente existe una relación entre el Pecado con mayúscula y
los actos considerados como culpables: asesinato, robo, adulterio, etc.
Exactamente la misma relación que existe entre el alfabeto y la poesía genial.
Vuestro error es casi universal: os habéis acostumbrado como todo el
mundo a mirar las cosas a través de unas gafas sociales. Todos pensamos que el
hombre que nos hace daño a nosotros o a nuestros vecinos es un hombre malo. Y
lo es desde el punto de vista social. ¿Pero no podéis comprender que el Mal, en
su esencia, es una cosa solitaria, una pasión del alma?. El asesino corriente, como
tal asesino, no es en modo alguno un pecador en el verdadero sentido de la
palabra. Es sencillamente una bestia peligrosa, de la que debemos librarnos
para salvar nuestra piel. Yo lo clasificaría mejor entre las fieras que entre
los pecadores.
Todo esto me parece un poco extraño.
Pues no lo es, el asesino no mata por razones positivas, sino
negativas, le falta algo que poseen los no-asesinos. El Mal por el contrario es
totalmente positivo. Pero positivo en el sentido malo. Y es muy raro. Sin duda
hay menos pecadores verdaderos que santos. En cuanto a los que llamáis
criminales, son seres molestos, desde luego, y de los que la sociedad hace bien
en guardarse; pero entre sus actos antisociales y el Mal existe un abismo.
¡Creedme!.
(…). ¿Opináis pues que no comprendemos la verdadera naturaleza del Mal?
Lo sobrestimamos. O bien lo menospreciamos. Por una parte, llamamos
pecado a las infracciones de los reglamentos de la sociedad de los tabúes
sociales. Es una exageración absurda. Por otra parte atribuimos una importancia
tan enorme al ‘pecado’ que consiste en meter mano a nuestros bienes o a
nuestras mujeres que hemos perdido absolutamente de vista lo que hay de
horrible en los verdaderos pecados.
Entonces ¿qué es el pecado?, dijo Cotgrave
Me veo obligado a responder a su pregunta con otras preguntas. ¿Que
experimentaría si su gato o su perro empezaran a hablarle con voz humana? ¿Y si
las rosas de su jardín se pusieran a cantar? ¿Y si las piedras del camino
aumentaran de volumen ante sus ojos? Pues bien, estos ejemplos pueden darle una
vaga idea de lo que realmente es el pecado.
(…). Me asombra usted, dijo Cotgrave. Jamás había pensado en todo esto.
Si realmente es así hay que volverlo todo al revés. Entonces según usted la
esencia del pecado sería…
Querer tomar el cielo por asalto, respondió Ambrosio. El pecado
consiste en mi opinión, en la voluntad de penetrar de manera prohibida en otra
esfera más alta. Esto explica que sea tan raro. En realidad pocos hombres
desean penetrar en otras esferas, sean altas o bajas, y de manera autorizada o
prohibida. Hay pocos santos. Y los pecadores, tal como yo los entiendo, son todavía
mas raros. Y los hombres de genio (que a veces participan de aquellos dos)
también escasean mucho… Pero puede ser más difícil convertirse en un gran
pecador que en un gran santo.
¿Porque el pecado es esencialmente naturaleza?
Exacto. La santidad exige igualmente un esfuerzo igualmente grande, o
poco menos, pero es un esfuerzo que se realiza por caminos que eran antaño
naturales. Se trata de volver a encontrar el éxtasis que conoció el hombre
antes de la caída. En cambio el pecado es una tentativa de obtener un éxtasis y
un saber que no existen y que jamás han sido dados al hombre y el que lo
intenta se convierte en demonio.
Ya le he dicho que el simple asesino no es necesariamente un pecador.
Esto es cierto, pero el pecador es a veces asesino. Pienso en Gilles de Rais,
por ejemplo. Considere que, si el bien y el mal están igualmente fuera del
alcance del hombre contemporáneo, del hombre corriente, social y civilizado, el
mal lo está en un sentido mucho más profundo.
El santo se esfuerza en recobrar un don que ha perdido; el pecador
persigue algo que no ha poseído jamás. En resumidas cuentas reproduce la Caída.
(….). Pero ¿es que no sentiríamos a despecho de todo un cierto horror,
este horror, de que me hablaba hace un momento al invitarme a imaginar unas
rosas que rompiesen a cantar?
Si fuésemos seres naturales, sí. Pero en la mayoría de nosotros,
los convencionalismos, la civilización y la educación han embotado y oscurecido
la naturaleza. A veces podemos reconocer el mal por el odio que manifiesta al
bien, y nada más, pero esto es puramente fortuito. En realidad, los Jerarcas
del Infierno pasan inadvertidos a nuestro lado.
¿Piensa que ellos mismos ignoran el mal que encarnan?
Así lo creo. El verdadero mal en el hombre es como la santidad y el
genio. Es un éxtasis del alma, algo que rebasa los límites naturales del
espíritu, que escapa a la conciencia. Un hombre puede ser infinitamente y
horriblemente malo, sin sospecharlo siquiera. Pero repito: el mal, en el
sentido verdadero de la palabra, es muy raro. Creo que incluso cada vez lo es
mas.
Procuro seguirle, dijo Cotgrave. ¿Cree usted que el Mal verdadero tiene
una esencia completamente distinta de lo que solemos llamar el mal?
Absolutamente. Un pobre tipo excitado por el alcohol vuelve a su casa y
mata a patadas a su mujer y a sus hijos. Es un asesino. Gilles de Rais es
también un asesino. Pero ¿advierte usted el abismo que los separa? La palabra
es accidentalmente la misma en ambos casos, pero el sentido es totalmente
distinto.
Cierto que el mismo débil parecido existe entre todos los pecados
sociales y los verdaderos pecados espirituales, pero son como la sombra y la
realidad. Si usted es un poco teólogo tiene que comprenderme.
Le confieso que no he dedicado mucho tiempo a la teología, observó
Cotgrave. Lo lamento; pero volviendo a nuestro tema ¿cree usted que el pecado
es una cosa oculta, secreta?
Si. Es el milagro infernal, como la santidad es el milagro
sobrenatural. El verdadero se eleva a un grado tal que no podemos sospechar en
absoluto su existencia. Es como la nota más baja del órgano, tan profunda que
nadie la oye. A veces hay fallo, recaídas, que conducen al asilo de locos o a
desenlaces todavía más horribles. Pero en ningún caso debe confundirlo con la
mala acción social. Acuérdese del Apóstol: hablaba del otro lado y hacia una
distinción entre las acciones caritativas y la caridad. De la misma manera que
uno puede darlo todo a los pobres y, a pesar de ello, carecer de caridad, puede
evitar todos los pecados y, sin embargo ser una criatura del mal.
¡He aquí una psicología singular!, dijo Cotgrave. Pero confieso que me
gusta. Supongo que según usted, el verdadero pecador podía pasar muy bien por
un personaje inofensivo, ¿no es así?. Ciertamente. El verdadero mal no tiene
nada que ver con la sociedad. Y tampoco el Bien, desde luego. ¿Cree usted que
se sentiría a gusto en compañía de san Pablo? ¿Cree usted que se entendería
bien con Sir Galahad?. Lo mismo puede decirse de los pecadores. Si usted
encontrase a un verdadero pecador y reconociese el pecado que hay en el sin
duda se sentiría horrorizado. Pero tal vez no existiría ninguna razón para que
aquel hombre le disgustara. Por el contrario es muy posible que si lograba
olvidar su pecado, encontrase agradable su trato.
¡Y sin embargo! ¡No! ¡Nadie puede adivinar cuan terrible es el
verdadero mal..! ¡Si las rosas y los lirios del jardín se pusieran a cantar
esta madrugada, si los muebles de esta casa empezaran a desfilar en procesión
como en el cuento de Maupassant…!
Celebro que vuelva a esta comparación, dijo Cotgrave, pues quería
preguntarle a que corresponden, en la humanidad estas proezas imaginarias de
las cosas que usted cita.
Repito: ¿que es pues el pecado? Quisiera que me diese un ejemplo
concreto.
Por primera vez Ambrosio vaciló:
Ya le he dicho que el verdadero mal es muy raro. El materialismo de
nuestra época que tanto ha hecho para suprimir la santidad, tal vez ha hecho más
aun para suprimir el mal. Encontramos la tierra tan cómoda, que no sentimos
deseos de subir ni de bajar. Todo ocurre como si un especialista del Infierno
realizase trabajos puramente arqueológicos".
Malvado Mabuse: eres el puto amo. Seas Por Siempre Alabado!.
PD: Tienes pagada una absenta en el lugar de siempre. Y gracias.
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