El domingo pasado, en medio de una lluvia torrencial, fuimos a ver Malditos Bastardos, la última peli del Tarantino.
Debo decir que mi ánimo no era en exceso entusiasta y después de hacer cola bajo la lluvia un buen rato y sin paraguas, mi humor estaba para pocas hostias, pero tras la proyección, a Dior pongo por testigo que flipé y Yo Confieso que si el proyeccionista hubiera caído fulminado por un coma etílico y la hubiera pasado otra vez el muy bendito, me la habría tragado de nuevo, enterita, toda ella.
Si Pulp Fiction me dejó frío, si Jackie Brown me pareció pasable, si Reservoir Dogs se me antojó bien llevada (alabado sea el Cine Negro!) y si Kill Bill me divirtió (los comics son mi debilidad…), Malditos bastardos, me dejó pasmado, estupefacto, absolutamente incapaz de reaccionar y sin posibilidades de racionalizar mínimamente la hemorragia de genialidad que estaba viendo.
Malditos bastardos es el mejor ejemplo de que Tarantino es un absoluto genio freaky que hace y deshace lo que le sale de los cojones y llega al súmmum surrealista hasta permitirse la licencia de pasarse la Historia por el forro.
La utilización de la música, 10 sobre 10.
Debo decir que mi ánimo no era en exceso entusiasta y después de hacer cola bajo la lluvia un buen rato y sin paraguas, mi humor estaba para pocas hostias, pero tras la proyección, a Dior pongo por testigo que flipé y Yo Confieso que si el proyeccionista hubiera caído fulminado por un coma etílico y la hubiera pasado otra vez el muy bendito, me la habría tragado de nuevo, enterita, toda ella.
Si Pulp Fiction me dejó frío, si Jackie Brown me pareció pasable, si Reservoir Dogs se me antojó bien llevada (alabado sea el Cine Negro!) y si Kill Bill me divirtió (los comics son mi debilidad…), Malditos bastardos, me dejó pasmado, estupefacto, absolutamente incapaz de reaccionar y sin posibilidades de racionalizar mínimamente la hemorragia de genialidad que estaba viendo.
Malditos bastardos es el mejor ejemplo de que Tarantino es un absoluto genio freaky que hace y deshace lo que le sale de los cojones y llega al súmmum surrealista hasta permitirse la licencia de pasarse la Historia por el forro.
La utilización de la música, 10 sobre 10.
Pasando de todo, el tio nos mete la música del film El Álamo (de la versión de John Wayne), las sintonías más melifluas y almibaradas de Ennio Morricone y hasta una canción de David Bowie escrita para la versión de Cat People, en el contexto de un film sobre la ocupación nazi de Francia y la actuación de un genial grupo de élite mata-nazis formado por judíos americanos y un soldado alemán psicópata, encabezados por el pirado teniente Aldo Raine, un genial Brad Pitt, que se dedican a cortar las cabelleras de los nazis que liquidan, así, a la usanza apache.
Con una enorme cantidad de guiños, como el de que uno de los soldados de Raine se llame Hugo Stiglitz (director de series Z europeas), o que el cabo alemán, héroe de guerra se apellide Wicki (como Bernhard Wicki, responsable de unos cuantos filmes bélicos con pretensiones), que la protagonista femenina, la joven judia Shoshanah se haga llamar Mimieux (como la olvidada actriz Yvette Mimieux) y que en pleno delirio, uno de los miembros de la patrulla judeo-apache se haga pasar por Antonio Margheriti, un realizador todoterreno del cine europeo de los 50 y 60.
Detalles como el del soldado que incorpora el director Eli Roth (protegido de Tarantino en Hostel) destrozando cabezas nazis con un bate de béisbol o las reflexiones del mamonazo del héroe nacional del ejército alemán, el soldado-actor interpretado por Daniel Brühl, en torno a Max Linder y Charles Chaplin, no tienen pérdida.
Y por cierto, el actor Christoph Waltz, que protagoniza al pérfido, sádico e irónico hasta el vómito oficial de las SS Hans Landa, marca la pauta en toda la peli, desde el principio, con la pavorosa escena de la conversación entre el nazi y el campesino francés que tiene escondida en el sótano de su casa a una familia judía hasta el mismísimo final. Un actorazo de cojones!
Ah! y la escena de la venganza judía en el cine cuenta con una imagen poderosísima: la del rostro de mujer que cobra fantasmal vida emergiendo de una pantalla cinematográfica devorada por el fuego. Pura orgía de expresionismo alemán!. Bendito Sea!
En fin, que Malditos bastardos no tiene pérdida, vamos!
Es una absoluta y surrealista genialidad y es pecado mortal no ir a verla.
Con una enorme cantidad de guiños, como el de que uno de los soldados de Raine se llame Hugo Stiglitz (director de series Z europeas), o que el cabo alemán, héroe de guerra se apellide Wicki (como Bernhard Wicki, responsable de unos cuantos filmes bélicos con pretensiones), que la protagonista femenina, la joven judia Shoshanah se haga llamar Mimieux (como la olvidada actriz Yvette Mimieux) y que en pleno delirio, uno de los miembros de la patrulla judeo-apache se haga pasar por Antonio Margheriti, un realizador todoterreno del cine europeo de los 50 y 60.
Detalles como el del soldado que incorpora el director Eli Roth (protegido de Tarantino en Hostel) destrozando cabezas nazis con un bate de béisbol o las reflexiones del mamonazo del héroe nacional del ejército alemán, el soldado-actor interpretado por Daniel Brühl, en torno a Max Linder y Charles Chaplin, no tienen pérdida.
Y por cierto, el actor Christoph Waltz, que protagoniza al pérfido, sádico e irónico hasta el vómito oficial de las SS Hans Landa, marca la pauta en toda la peli, desde el principio, con la pavorosa escena de la conversación entre el nazi y el campesino francés que tiene escondida en el sótano de su casa a una familia judía hasta el mismísimo final. Un actorazo de cojones!
Ah! y la escena de la venganza judía en el cine cuenta con una imagen poderosísima: la del rostro de mujer que cobra fantasmal vida emergiendo de una pantalla cinematográfica devorada por el fuego. Pura orgía de expresionismo alemán!. Bendito Sea!
En fin, que Malditos bastardos no tiene pérdida, vamos!
Es una absoluta y surrealista genialidad y es pecado mortal no ir a verla.
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