10.10.10

Cayetano Ripoll: la última víctima de la Inquisición




Las ideas sostenidas por la falacia y el engaño no pueden jamás valerse por sí mismas.
Aquellos que ejercen como guardianes de la mentira, no pueden permitirse jamás la sana confrontación con el pensamiento crítico, ya que el librepensamiento y la luz que de aquel emana, pulverizarán el dogma y la mentira, reduciendo a la nada las tinieblas y la ignorancia.
Esta es la razón por religiones "reveladas" a menudo recurren a la violencia religiosa contra los librepensadores que cuestionan los dogmas religiosos y las reivindicaciones formuladas por el religiones "reveladas".
Lo vemos hoy en muchos países islámicos donde es un delito castigado con azotes, lapidación o decapitación el cuestionar las enseñanzas en el Corán, pero del mismo modo, el Cristianismo (y desde su mismos orígenes, no nos confundamos) tan cercano a los fundamentalistas de todo pelaje que en todo tiempo han sido, ejerció de forma butal e implacable la represión contra todo aquel que se atreviera a cuestionar el dogma.
Una de las víctimas de la Santa Madre Iglesia Católica, Apostólica, Romana...así como Criminal, Mentirosa y Pedófila (¡y me quedo corto!) fue Cayetano Ripoll, a quien quiero rendir un pequeño homenaje con este post.
Cayetano Ripoll (1778-1826) era un hombre común.
Soldado durante la Guerra de la Independencia, fue capturado por los franceses y hecho prisionero.
En su estancia en Francia, Cayetano conoció el deísmo, filosofía que le llevaría a la muerte.
De vuelta a España, Cayetano Ripoll se estableció en Ruzafa como maestro de escuela, aunque no pudo ejercer sus funciones docentes durante mucho tiempo.
Alguien (siempre hay un alguien en la España Negra que ejerce como perro faldero de la Iglesia), le denunció a la Inquisición, restablecida por el ignominioso rey Fernando VII, tras el Trienio Liberal.
Las acusaciones eran muy graves. Se decía que cuando pasaba el Santo sacramento tomaba otra calle para no verlo, otros decían que no iba a misa y que no salía a la puerta de su escuela para saludar el paso del viático quitándose el sombrero, pero lo más grave de todo es que en vez de rezar el Ave María con sus alumnos se limitaba a saludar a Dios.
El 8 de octubre de 1824 fue detenido bajo tan graves acusaciones. Para ser juzgado fue entregado al Tribunal de la Santa Fe, trasunto de la Inquisición, que tanta gloria había proporcionado a la Iglesia, a la Corona y a la España Negra.
Cayetano Ripoll fue procesado y se convirtió en una víctima de la Iglesia Católica de la mano del arzobispo de Valencia, Simón López García, que quería convertir la condena del acusado en un acto ejemplarizante para todo librepensador contumaz.
Como todo juicio en la España Negra, el de Cayetano Ripoll fue una parodia de la justicia. Sin pruebas, con testigos anónimos y sin dar audiencia alguna al acusado, se dictó condena con pena de muerte, tras lo cual siguiendo el procedimiento habitual, el reo fue entregado al brazo secular (el Altar y el Trono, el Trono y el Altar...) para que ejecutara la sentencia.
No obstante, para asesinar a Cayetano Ripoll, había un grave problema. Entre los documentos de Ripoll no aparecía su certificado de bautismo, con lo cual la condena por herejía no podía ejecutarse si no se podía probar que el reo había abandonado la Iglesia habiendo formado antes parte de ella.
Y así se empezó la búsqueda febril del certificado de bautismo de Cayetano Ripoll que finalmente apareció en la parroquia de Solsona, su lugar de nacimiento.
Hallado este documento, todo encajaba. Se había probado la herejia del condenado y podía ya procederse a la ejecución de la sentencia Ad Majorem Gloriam Dei.
Y así se hizo el 26 de julio de 1826.
A pesar de que la condena como hereje le reservaba la hoguera, los jueces, con gran misericordia decidieron que sería mejor ahorcarle (las hogueras ya no estaban de modo en aquellos tiempos), aunque se instaló un tonel decorado con llamas al lado del cadalso para simular las llamas purificadoras.
Una vez ejecutado, el cuerpo de Cayetano Ripoll fue descuartizado, metido en el tonel y llevado al Cremador de la Inquisición, junto al puente de San José, en el río Turia, allí fue quemado y sus cenizas posiblemente aventadas en el río.
Hasta aquí la historia.
Esto sucedía en mismo año en que Nicephore Niepce producía la primera fotografía, en que Beethoven componía el Cuarteto de Cuerdas en Do sostenido menor y en que se publicaba " Bug-Jargal", la primera novela de Victor Hugo.

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