Por su contribución a la lucha social por la Dignidad de la Persona, reproducimos la entrevista realizada por eldiario.es (28/04/2015) al periodista Pedro Simón, autor de la novela "Peligro de Derrumbe".
Pedro Simón ha dedicado los últimos años a contar la crisis. Sus reportajes en el
diario El Mundo (que le han permitido ganar el Premio Ortega y Gasset 2015) se han dedicado a dar voz a esos
invisibles de la depresión económica. A los que han perdido el trabajo, se han
quedado sin ayudas o les escamotearon el dinero ahorrado. También ha dado
espacio al que ha cruzado el mar en busca de un futuro de fantasía y a los
villanos del día a día que han querido redimirse.
Tras
una vida dedicada a esas historias, el periodista ha ficcionado algunos de los
testimonios que conservaba en su archivo personal para escribir Peligro
de Derrumbe (La Esfera de los Libros). Una novela que relata las
tribulaciones personales de nueve personas que esperan en una sala a la
entrevista con un director de recursos humanos cruel para un posible trabajo
basura.
Escrita entre madrugones para no interferir en la cotidianidad de su
familia. Simón confiesa que no ha vuelto a leerla "porque me duele".
Y que está cansado de la promoción de la misma. Aunque ya sabe, como le dijo
Rafael Chirbes, que "mi libro sería más importante que yo".
Las
historias que cuenta en el libro son de personajes reales que han hablado con
usted. ¿Cuánto hay de realidad y de ficción en los capítulos?
La
novela está compuesta por materia prima que he utilizado para hacer reportajes.
Lo que me ha contado gente que he conocido en la vida personal o en la
profesional. Creo que es como se escriben todas las novelas, ya que siempre hay
mucho de biográfico, que puedes moldear. La ventaja de los periodistas es que
trabajamos con gente y con historias poderosas. Ha sido como tener hecho
previamente el trabajo de recolectar. Más de la mitad de lo que hay en el libro
son cosas que he tocado, sentido o sufrido. De hecho, hay dos capítulos que
empiezan exactamente igual que dos reportajes que hice. Luego ya la ficción va
por otro lado.
¿Por
qué usar el formato de novela y no hacer un gran reportaje?
Los
reportajes ya estaban hechos y contados. Me sugirieron hacer una novela y veía
toda una materia prima que no se había utilizado y que podría tener sentido.
Este es un libro de ficción, pero de no ficción. El periodismo ya estaba hecho.
¿Lo
que publica en la novela es lo que se ha callado en sus reportajes?
No,
creo que son caminos diferentes. Es más bien lo que he intuido que podría venir
después del reportaje. Lo que creía que sucedería una vez que apagaba la
grabadora y me iba a escribir el reportaje. Lo que he fabulado que hay detrás
de esa vida con la que he estado un día o unas horas. Y como escritor, lo que
me apetecía que pasara. He jugado con ello.
¿Es
consciente de que el que lea este libro puede pasarlo mal?
Sí.
Tengo una persona muy cercana cobrando 426 euros al mes, con tres hijos, y que
sé que ha sufrido leyéndolo. No es un libro nada complaciente, es muy cabrón y
te araña. También te hace ponerte en la piel del otro, al ver que hay una línea
muy delgada para que tú o yo podamos ser como alguien que está en peligro de
derrumbe. Algunos personajes te hacen pensar en gente que conoces.
¿Cuál
considera que es la historia más dura de las que cuenta?
Sería
complicado apostar por una. Puede haber un infierno cotidiano en simplemente un
chaval de 29 años que lleva seis buscando curro y al que ni le han respondido
tras enviar su currículum. Eso puede ser lo suficientemente violento. Quizá las
que más me impactaron fueron las de personas que han estado muy arriba y ahora
están absolutamente abajo. Gente que decía que quien no trabajaba en España era
porque no quería y que ahora ve que no pueden trabajar aunque quieren.
¿Es
posible empatizar con esa gente?
Yo
tiendo a empatizar hasta con Jack el Destripador (risas). Es la única manera de
explicárselo a la gente. Es fácil, ya que somos poliédricos. Quién no ha
pensado alguna vez algo como "pues ese cabrón no trabaja porque no
quiere". Cuidado con eso, porque hay que conocer las circunstancias.
¿La
gente es consciente de que estar en "peligro de derrumbe" le puede
pasar a cualquiera?
Esto
es como lo de morirse. No pensamos que nos puede pasar mañana. O que podamos
tener un problema de salud que nos lleve a estar de baja un año en el trabajo,
y que cuando quieras volver te digan que te vayas a tu casa. La vida está llena
de estas cosas. El libro trata de recordar que toda esa gente sin trabajo está
muy cerca de nosotros. Se ha abierto una grieta, bastante insalvable. A un lado
está la balsa de piedra, que decía Saramago, que se aleja, mientras nosotros
pensamos que estamos en el lado bueno. Es como ese pensamiento judeocristiano
de que si no tienes trabajo es porque algo malo has hecho. Esa es la retórica
más hija de puta que conozco.
¿Cree
que hay gente que piensa de sí misma que si no tiene trabajo es porque se lo
merece?
Sí,
por la autoestima. Cuando llevas seis años sin que suene tu teléfono piensas
que eres una mierda y te lo llegas a creer. Entonces, empiezas a pensar que has
hecho cosas malas. Y como tienes mucho tiempo para pensarlo, la bola de nieve
no para de crecer. Nadie es tan autodestructivo como uno mismo.
En
el libro hay casos de hijos que odian a sus padres por estar en la miseria.
Ocurre
porque existe una grieta generacional que es complicada. Los niños son
maquinitas de incordiar y los padres, de confundirnos.
¿Podría
un niño leer lo que usted escribe? Sus hijos son un tema recurrente en sus
artículos.
En
mi caso es más fácil. Mi familia vive en un barrio obrero de Madrid, donde
llega menos la mano de lo público, y con mis hijos hay una pedagogía cotidiana.
Y en casa también hablamos. No somos ajenos a lo que sucede, ya que tenemos
ejemplos en la familia de gente que lo pasa mal. Les cuento que no todo el
mundo tiene la suerte de ellos. Y les digo que recuerden que en la vida, cuando
te caigas, te tienes que levantar. Tenemos que preparar a los niños en las
hostias que les van a poder dar. No en la burbuja, en la que tendemos a
aislarlos y protegerlos demasiado. Hay que educarlos en escenarios complicados.
Porque los tendrán, y su éxito o fracaso dependerán de cómo los afronten.
¿Por
qué dedicar una vida a escribir sobre temas tan desabridos y duros?
Supongo
que tiene que ver con lo que a uno le gusta hacer. A mí de pequeño me gustaba
contar historias en mi cuaderno, y me emocionaba leyendo. Está relacionado con
esa necesidad de contar y de emocionar que no se ha extinguido. El periodismo
ha de informar, entretener, investigar y pellizcar narices. Pero creo que
también debe emocionar. No vamos a cambiar el mundo, está claro. Pero sí
podemos cambiar pequeñas realidades. La de un vecino o un pequeño colectivo,
que un ministro tenga una mala noche con algo que ha leído... Creo que eso es
lo que le da sentido a nuestra profesión.
¿Ha
pensado en escribir de otras cuestiones?
Sí.
Se te pasa por la cabeza. Reconozco que a veces tengo una sobrecarga de mala
energía. A veces me gustaría escribir algo lúdico, pero luego no me satisface
demasiado. Me dura poco.
¿Qué
se ha quedado fuera del libro?
Muchísimas
historias. Algunas no las he metido porque creo que lo habrían hecho aún más
increíble de lo que es. Si llego a añadir a un personaje de la novela cosas que
he vivido, momentos que he visto o frases que he escuchado habría quien me
dijese que eso no hay quien se lo crea. La idea es que los personajes fuesen lo
más creíbles posibles, y eso que parecen no serlo. Pero más grado de
credibilidad no podía bajar.
¿Ha
vuelto a leer la novela?
No.
No me apetece. Me duele. La he hojeado y he abierto en alguna página aleatoria.
He leído algún párrafo y me he acordado de ciertas cosas, y no me apetece.
Esto
es como odiar lo que uno cuenta.
He
contado lo que me quedaba ahí dentro. Lo he echado fuera en el libro y ya está.
Insisto en que es una ficción, pero la gente me dice que le duele.
Uno
de los capítulos cuenta el calvario de un inmigrante que se metió en una
patera. ¿Por qué se asocia desde algunos sectores inmigración a invasión?
Eso
viene de los poderosos que no sueltan la brida. Es curioso cómo 40 alemanes
borrachos en Mallorca asaltando una piscina es turismo y 40 subsaharianos
tratando de saltar una valla son una invasión. Qué curioso el lenguaje. Solo
por el color de la piel. De las víctimas de Germanwings hemos conocido sus
caras, su trabajo, sus familias. Uno por uno. A los inmigrantes los
cosificamos. No sé absolutamente nada de los que han muerto. Si tenían hijos,
si les gustaba leer a Poe, sus aficiones... No he visto ni una pierna de un
inmigrante. Es sospechoso.
¿Esta
crisis ha descubierto nuevos límites para las personas? ¿O son los mismos más
acentuados?
Creo
que los españoles han descubierto su capacidad de resistencia. Me sigue
sorprendiendo que alguien no haya cogido un arma y haya cometido una
barbaridad. Hablamos de gente a la que le han saqueado la cuenta corriente
mientras otros se llevaban la pasta a Suiza. Los grandes patriotas con la
pulsera de la bandera de España. Cada uno ha comprobado su propio límite.
Recuerdo
un pueblo gallego de 2.000 habitantes, donde cerca del 70% de los habitantes
habían caído en las preferentes. Hay un caso paradigmático. Una familia, una
pareja ya mayor con una hija discapacitada llamada Rosiña. Ella tiene
macrocefalia y otros problemas. Nunca se habían ido de vacaciones, eran muy
humildes y todo el dinero que habían ahorrado era para Rosiña. Pues a ella la
caja gallega le mamoneó todos los ahorros de sus padres. Que esos padres no
hayan hecho justicia por su cuenta me reconcilia con la capacidad de
resistencia. Se suele decir que los españoles somos gente de sangre caliente.
No lo tengo claro. Afortunadamente, porque no sería bueno que la gente fuese
por los bancos pegando trabucazos.
¿Por
qué cree que se aguantan esas situaciones?
Nos
estamos conformando. Tiene su lado bueno porque no matamos a nadie. Pero tiene
el malo, por el que estamos condenados a perder.
Y
después de perder, ¿qué le queda a la gente de sus historias?
La
derrota es una muerte en sí. El que pierde y se conforma ya está muerto. Cuando
te conformas, se acabó.
¿Se
le puede decir algo al que lo está pasando mal? ¿A un parado que no cobra
ayudas y que tiene gente a su cargo?
Solo
les diría una cosa: que no lean Peligro de Derrumbe.
¿Se
está acabando la crisis?
Para
nada. Ha venido y se ha quedado. No se va a ir nunca. El que piense que esto se
va a ir, que va a poder volver a vender su casa por cuatro veces más, se
equivoca. El que ahora está cobrando 850 euros y ahora cobra 2.000 y crea que
con el tiempo cobrará 2.600 está fallando. Es un cambio de modelo, no es una
crisis. Tiene que ver con el capitalismo financiero, con que los mercados se
han embridado definitivamente a la clase política. Es la depauperización global
de la clase media.
¿Se
está acostumbrando la sociedad a vivir en ese modelo?
Desde
luego. Del grifo sigue saliendo agua. No tenemos que meter el codo para coger
comida de los contenedores. También llegamos a final de mes y tendremos comida
en la nevera. Pero el modelo es otro. Somos menos ricos que antes, tenemos
menos medios. Y por eso tenemos más miedo.
En
estos años tan intensos, ¿hay gente que haya conocido en sus reportajes que
haya podido salir del pozo?
Sería
injusto decir que no. Pero también lo sería no decir que ha habido otra nueva
que ha caído al mismo pozo. El otro día me contó una mujer con una hija, que
fue jefa de ventas, que había logrado un trabajo de teleoperadora en el que le
daban 670 euros. Me decía "no sé por qué estoy tan feliz, si no llego a
final de mes". Esa persona que tiene nombres y apellidos es un dígito más
en las cifras del Gobierno de la gente que ha conseguido empleo. La pregunta
sería qué empleo.
¿Ha
llegado el convencimiento de que hay que trabajar cueste lo que cueste?
Claro.
Ya lo dijo Lafargue con su derecho a la pereza. Es una vieja cuestión. Al
obrero se le pone la zanahoria del trabajo porque los que quieren disfrutar de
la pereza son las élites. Nosotros estamos en eso y ellos en otra cosa.
¿Cuál
es el perfil más condenable que encuentra en la sociedad actual?
El
conformista es una de las carcomas que tenemos. Pero hay matices. A un chaval
le ofrecen unas prácticas por una miseria o un trabajo por 700 euros, y si no
te conformas con eso, te matan y eres una vergüenza. Pero si te conformas es
que no tienes sangre y estás muerto. Es un callejón sin salida. Creo que las
únicas sociedades que han evolucionado son las que no se conforman nunca.
Comentario de Prometeo:
He querido publicar este Post como una personal contribución contra el olvido de los millones de personas que están sufriendo en propia carne las consecuencias de esta perfectamente planificada estrategia de genocidio social a la que nos ha condenado el paradigma Neoliberal y sus criminales cómplices y adláteres.
Si tuviera la oportunidad y siguiendo tu recomendación, amigo Pedro, no leería tu libro.
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