7.6.08

Contra las tinieblas



El Estado español no reconoce una religión oficial pero reserva privilegios para la comunidad de creyentes de la Iglesia católica La Lliga per la Laïcitat ha preparado una campaña de actuación orientada a los estudiantes de secundaria y bachillerato denominada "Per una Educació Laïca"
En breve los centros educativos recibirán los materiales didácticos en los que esta asociación trata de definir con palabras sencillas y claras qué es la laicidad. Diré ya de entrada que esta asociación aboga por una laicidad activa (no por una mera aconfesionalidad neutra), pues consideran que sólo si un gobierno tiene la posibilidad de injerencia democrática en la vida de las confesiones religiosas puede garantizar que las enseñanzas de estas no contradigan los valores de la convivencia en libertad.
El Estado español es un Estado no confesional, lo que significa que, aunque no reconoce una religión oficial, reserva determinados privilegios para la comunidad de creyentes de la Iglesia católica.
Por eso el Estado español mantiene en vigor, por poner un ejemplo, el famoso concordato con la Santa Sede.
Por eso de vez en cuando los políticos participan públicamente en actos religiosos; por eso la monarquía sigue a pies juntillas los dictados de la Iglesia en sus ceremonias, pese a que la legitimidad de nuestro Monarca nace de la Constitución de 1978 y no de la tradición de la monarquía católica. Y por eso, en fin, durante años hemos tenido una pintoresca asignatura: alternativa a la religión, cuyo nombre lo dice todo...
La aspiración de la Lliga per la Laïcitat es superar este estado de cosas y liberar la esfera pública de toda influencia religiosa: desde la escuela, que debería ser un espacio público destinado a promover el pensamiento libre y la capacidad crítica de los alumnos, hasta el matrimonio, que debería ser sólo válido cuando es civil, sin perjuicio de que cada cual contraiga nupcias en el templo de su confesión. La asociación tiene también propuestas concretas: que se forme una comisión parlamentaria de la laicidad que garantice la ausencia de hegemonía de una corriente de pensamiento sobre las demás; y que se elabore una declaración europea del laicismo.
Lo cierto es que esta labor didáctica, en un país como el nuestro, resulta de lo más necesaria. Las constantes injerencias de la Iglesia en lo político han sembrado innumerables paradojas que confunden a la mayoría de los ciudadanos, que no tenemos claras las relaciones entre ambos terrenos. Son muchos, además, los que piensan en términos de dualidad religioso/ laico, olvidando que en su momento el Estado español optó por una tercera vía, la de Estado no confesional, algo difícil de entender especialmente por los jóvenes que no vivieron la transición. Bien está que esta campaña, aparte de declarar sus aspiraciones a un Estado laico, trate de poner los puntos sobre las íes.
Para los que nos sentimos acosados por integrismos de todo tipo, para los que tenemos la impresión de que el mundo se aleja cada vez más del laicismo que emanó del siglo de las luces (tanto que hasta Nicolas Sarkozy, presidente del país donde esas luces se encendieron por vez primera se ha sacado de la manga el sospechoso concepto de "laicismo positivo"), propuestas de este tipo nos resultan convincentes.
Yo, por lo menos, no conozco otras que posibiliten el regreso a un camino de respeto y tolerancia. Y sólo así, es decir, propugnando poner en pie mecanismos concretos, será posible preservar una auténtica libertad de culto y, lo que es más, una auténtica libertad de pensamiento, ahora que la libertad de los que no rinden culto alguno, heterodoxos, herejes y librepensadores, parece estar en permanente regresión.

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