1.12.14

La Cara Oculta de la Unión Europea



Quien escribe es un ferviente europeísta que tiene la mala costumbre de informarse antes de tomar posición o de pronunciarse sobre sus filias y sus fobias.
Y hoy, cumplidos estos requisitos ya hace algún tiempo, y buen conocedor (por razones profesionales) del intríngulis burocrático del laberinto institucional y burocrático de la Unión Europea, me gustaría bucear en un asunto inquietante y desconocido pero que es imprescindible tener en cuenta para entender lo que hoy significa para todos, como Ciudadanos,  la propia esencia de la Unión Europea tal y como la entendemos y tal y como la sufrimos los Ciudadanos Europeos.
La historia oficial nos ha contado que el proyecto de unidad europea se forjó tras la Segunda Guerra Mundial para que actuara como antídoto definitivo a una nueva debacle bélica global resultado de las rivalidades nacionalistas entre los países europeos de tal modo que con las instituciones supranacionales, los Estados Europeos quedarían unidos por la pertenencia común a unas instituciones transnacionales que evitarían definitivamente que una nueva y futura guerra volviera a devastar el Viejo Continente.
Pero, en la inexorable y sana búsqueda de la verdad, hay que ir más allá de lo que el relato oficialmente contado.
La idea oficialmente contada de que a idea original de la unificación europea fue posterior a la II Guerra Mundial es rotundamente falsa. Al contrario, la idea y la arquitectura de la Unión Europea que hoy conocemos (y sufrimos) fue cuidadosamente trazada durante la Guerra por parte de los regímenes nazi-fascistas, que bajo la férula de la supremacía del modelo alemán, diseñaron sofisticados programas de integración política y económica de la Europa que ellos creyeron que resultaría tras su victoria en el conflicto.
Empecemos por el principio.
Cuando estalla la Primera Guerra Mundial, Alemania no llevaba, como Estado, más de 50 años unificada.
La obra de la Unificación Alemana supuso una loca carrera en la que el nuevo Estado pasó rápidamente de un modelo feudal a otro de capitalismo industrial avanzado sin solución de continuidad y de forma vertiginosa.
Una vez edificado internamente el nuevo modelo, los dirigentes de la nueva Alemania se autoconvencieron de que la estructura del nuevo Estado Federal-Capitalista Alemán era exportable en igualdad de condiciones a su zona de influencia geopolítica, con lo cual se consagraron a la exportación de su propio modelo ya fuera convenciendo o venciendo a los reticentes.
El Pangermanismo resultante supuso para la Europa de aquel entonces un paradigma de cambio dramático ya que supondría para los países afectados hacer un salto en el tiempo  desde el sistema feudal  al industrial.
Mucho antes de llegar al poder, en 1932, el dirigente nazi Alfred Rosenberg ya asistió a un Congreso de Europa en Roma.
Luego Hitler y todos sus secuaces hicieron frecuentes referencias a Europa. 
Hay varias compilaciones, entre ellas un libro profusamente ilustrado, titulado "Simplemente Europa", cuya introducción escribió Von Ribbentrop.
En 1937, por ejemplo, declaró en el mitin del partido nazi en Nüremberg que "quizá estemos más interesados en Europa de lo que otros países necesitan estarlo. Nuestro país, nuestro pueblo, nuestra cultura y nuestra economía han surgido de condiciones europeas generales. En consecuencia, debemos ser enemigos de cualquier intento de introducir elementos de discordia y destrucción en esta familia europea de pueblos".
Poco después, en 1938, Rudolf Hess organizó una presentación en el Congreso del partido Nazi, llamada La lucha por el destino de Europa en el Este, que explicaba por qué la colonización alemana de Rusia llevaría la civilización europea a los bárbaros eslavos.
Por todo ello, en el diseño político del proyecto de Unidad Europea en tiempos del gobierno nacionalsocialista de Hitler, el objetivo de la propaganda del proyecto de integración europea "a la alemana" pasaba por el principio de que en la Nueva Europa no habría ni amos ni siervos, sino que cada Estado mantendría su soberanía aunque la edificaría en base al modelo alemán.
Los planes europeístas de Hitler pasaban por el establecimiento de una sola y gran entidad política europea bajo el modelo que se encontraba en la raíz de la existencia de la propia Alemania como Estado.
El proyecto de Confederación Europea ideada por el régimen Nazi pretendía asegurar que en los territorios de los Estados adheridos a la Confederación no se cometieran actos incompatibles con la solidaridad europea y las obligaciones europeas.
En 1940 Joseph Goebbels dijo: "Estoy convencido de que dentro de cincuenta años la gente ya no pensará en términos de países".
El siniestro Ministro Nazi de Propaganda creía que el federalismo alemán podía ser un modelo para Europa porque la absorción de los estados alemanes por parte del imperio alemán había funcionado. Así los estados europeos se podían integrar armónicamente sin atentar contra su identidad.
Y en este sentido dice el propio Goebbels: "Si nosotros, con nuestra perspectiva de la Gran Alemania, no tenemos interés en atentar contra las peculiaridades económicas, culturales o sociales de, por ejemplo, los bávaros y los sajones, tampoco tenemos interés en atentar contra la individualidad económica, social o cultural de, por ejemplo, el pueblo checo".
Y ya desde mediados de 1941 Goebbels comenzó a intervenir más en la cuestión europea a la que dedicó numerosos discursos, mítines y artículos periodísticos llenando las páginas  de su semanario Das Reich con consignas Paneuropeístas.
En 1943 en una nota sobre la fundación de una Confederación Europea, Cecil von Renthe-Fink, sostenía que las naciones europeas tenían un desarrollo común; decía que Alemania deseaba unir a Europa sobre una base federal; proclamaba que no había intención de inmiscuirse en los asuntos internos de otros países y que lo único que se exigía a los Estados miembros de la Confederación es que "Sean miembros leales de la comunidad y colaboren voluntariamente en sus tareas. El objeto de la cooperación europea será promover la paz, la seguridad y el bienestar de todos los estados europeos y su población".
En pocas palabras, según la hoja de ruta del proyecto Nazi, no se trataba de que un Estado o grupo de Estados dominara a otros sino de que se estableciera una relación de alianza y lealtad mutua en vez de los métodos imperiales de la era anterior.
En un tono similar, el nazi Werner Daitz declaraba que Europa no se puede administrar de forma centralizada: se debe conducir de modo descentralizado.
Desde la óptica del proyecto nacionalsocialista para la Unidad Europea, sus impulsores insistían en la idea de su organización federal con el fin de encontrar una solución a la anterior rivalidad entre las potencias imperialistas europeas que combinara los principios de unidad e independencia pero bajo los parámetros que habían permitido el advenimiento de Alemania como Estado.
El Nuevo Orden Europeo, el Lebensraum Nazi, no deja de ser una visión de una nueva Europa.
Von Ribbentrop señalaba que la lucha contra el bolchevismo, que unía a muchos pueblos del este de Europa, evidenciaba una creciente unidad moral de Europa dentro del Nuevo Orden que nuestros grandes líderes han proclamado y preparado para el futuro de las naciones civilizadas.
Este es pues, desde el prisma Nazi, el sentido profundo de la guerra contra el bolchevismo: el signo de la regeneración espiritual de Europa.
Los colaboracionistas europeos de los Nazis también aceptaban que Alemania era un modelo: el colaboracionista noruego Vidkun Quisling declaró que: "la Confederación Alemana podía servir como modelo para la cooperación con otros estados europeos. Goebbels aseguraba que nunca hemos tenido la intención de imponer por la fuerza este nuevo orden o reorganización de Europa. De ningún modo debéis pensar que cuando los alemanes traemos un nuevo orden a Europa lo hacemos con el propósito de sofocar a otros pueblos. A mi juicio la concepción que una nación tiene respecto de su propia libertad se debe armonizar con los hechos actuales y las simples cuestiones de eficiencia y propósito. Así como ningún miembro de una familia tiene derecho a turbar la paz por motivos egoístas, no se puede permitir que ninguna nación europea se interponga en el camino de un proceso general de organización".
En el mismo tono, un funcionario del ministerio nazi de Empleo declaró que Alemania podía afirmar que no estaba luchando por sí misma, sino por Europa. Una versión del proyecto nazi de Confederación Europea sostenía que el papel de Alemania en Europa consistía en reconciliar los intereses particulares de los estados europeos con los intereses de Europa en su conjunto. A esta aspiración se sumaba la opinión de que los intereses y necesidades de Alemania están esencial e inseparablemente ligados con los de Europa.
Con frecuencia los nazis enfatizaban que los estados debían unirse voluntariamente a la nueva Europa bajo el liderazgo alemán, que no significaría dominación sino protección externa y responsabilidad interna, era su consigna.
Hitler y Mussolini no querían sometimiento sino cooperación sincera: "Todos los pueblos europeos que se han probado históricamente son bienvenidos como miembros de la nueva Europa. Su desarrollo nacional y cultural en libertad e independencia está garantizado. Nuestro único requerimiento es que los estados europeos sean miembros sinceros y entusiastas de Europa. Los imperialistas alemanes creyeron encontrar, por fin, un nuevo modo de dirigir Europa sin dominarla: La idea del liderazgo, que será el concepto dominante de la nueva vida internacional de Europa, es la negación de los métodos imperialistas de una época pasada: significa reconocimiento de la confiada cooperación de estados menores e independientes para abordar las nuevas tareas comunales".
Del mismo modo, el colaboracionista austríaco  Seyss-Inquart escribió: "Nuestro único deseo es que surja una Europa que sea realmente europea y consciente de su misión europea".
Tras la invasión de la Unión Soviética, el semanario Signal, una revista de circulación masiva en la Alemania Nazi escribía: "No habrá una Europa Alemana. En realidad los soldados del Reich no solo defienden la causa de su patria sino que protegen cada nación europea digna de ese nombre".
Una constante en la estrategia imperialista nazi consistía en hablar de sus socios y vecinos y pregonar la idea de que la búsqueda común de intereses compartidos había reemplazado a la rivalidad y la competencia capitalistas.
Los Nazis también fueron los pioneros de la Globalización y dedicaron mucha atención a asuntos como el sentido europeo de comunidad.
La publicación en 2007 de los miles de documentos concernientes a los juicios de Nüremberg contra los directivos del holding del sector de la industria petroquímica y farmacéutico I.G. Farben (formado por empresas tan conocidas como  Bayer, BASF  y Hoechst y que al acabar la guerra cambió su nombre por el BAYER), por su participación activa en la financiación y el armamento de la máquina de guerra hitleriana y por su colaboración directa en la comisión de crímenes de guerra y contra la Humanidad (recordemos que I.G. Farben fue la "inventora" y suministradora del gas Ziklon-B), dejan bien claro el origen y filiación hitleriana de la actual Unión Europea.
Anton Reithinger, gerente del monopolio I.G. Farben,  en la conferencia de la Confederación Europea de 1942, hablaba del equilibrio entre los diversos intereses de los socios del espacio económico europeo, por una parte, y de los intereses comunes de todos los pueblos europeos, por la otra afirmando que:  "para poner estos intereses en práctica se requiere una creencia en la idea europea y en la misión europea de Alemania".
Dentro del Ministerio del Exteriores del Reich, estos interés culminaron con la creación de un Comité de Europa en el otoño de 1942 integrado por funcionarios del Ministerio del Exterior y expertos del Instituto para el Estudio de Países Extranjeros que tenían como impulsores intelectuales personajes como el ya citado Werner Daitz o Franz Alfred Six, director del Instituto de Asuntos Exteriores, que había organizado en 1941 una conferencia llamada La Nueva Europa.
En marzo de 1943, los Nazis habían trazado planes muy avanzados para una confederación europea. Esos planes adoptaron la forma de constituciones y tratados que delineaban las competencias y la estructura de la futura confederación.
El 21 de marzo de 1943 Von Ribbentrop escribió una nota que comienza así: "Soy de la opinión de que, como ya le he propuesto al Führer en mis actas anteriores, deberíamos proclamar cuanto antes, en cuanto hayamos alcanzado un éxito militar significativo, la Confederación Europea en forma muy específica".
Lo único que paralizó a los nazis en la proclamación oficial de su Confederación Europea fue que el éxito militar significativo que Ribbentrop esperaba no se produjo y las tropas Nazis  fueron aplastadas en Stalingrado.
El plan de Ribbentrop proponía invitar a los jefes de los estados en cuestión (Alemania, Italia, Francia, Dinamarca, Noruega, Finlandia, Eslovaquia, Hungría, Rumanía, Bulgaria, Croacia, Serbia, Grecia y España) para firmar el instrumento que daría existencia a la Confederación
Junto al memorándum había un borrador que hablaba del destino común de los pueblos europeos y del objetivo de garantizar que nunca estallen guerras entre ellos. También preveía la abolición de barreras aduaneras entre los estados participantes.
En junio de 1943, un funcionario presentó los elementos básicos de un plan para la Nueva Europa a un miembro del Comité de Europa. 
La organización económica de Europa prevista por la Dictadura Hitleriana anticipaba un comercio basado en el principio de la preferencia europea frente a los países no europeos, con el objetivo de llegar a una unión aduanera europea, un centro de clearing europeo y tipos de cambio estables en Europa, con miras a una unión monetaria europea y la armonización de las condiciones laborales de los trabajadores europeos.
Este documento fue seguido en agosto de 1943 por una Nota sobre la fundación de una Confederación Europea. 
En este punto, Renthe-Fink escribiría: "En la tremenda lucha por el futuro de Europa, los alemanes somos campeones de un nuevo y mejor orden donde todos los pueblos europeos hallarán un lugar legítimo y digno. Hasta ahora hemos evitado hacer una propuesta concreta en lo concerniente a la cuestión europea Si ahora presentáramos la idea de una solución confederada, basada en la libre cooperación entre naciones independientes, ella consolidaría la confianza de los pueblos europeos en nuestra política y aumentaría su voluntad de seguir nuestra guía y trabajar por nuestra victoria".
El borrador nazi de Constitución para la Nueva Europa proclamaba el derecho de cada país a organizar su vida nacional como considere adecuado, siempre que respete sus obligaciones hacia la comunidad europea. Otros documentos repetían la misma idea.
La guerra era concebida también una lucha por la unidad y libertad de Europa. A tal efecto, escribía Renthe-Fink: "Sus objetivos son crear y garantizar una paz duradera para los países europeos. Eliminar las causas de las guerras europeas, sobre todo el sistema de equilibrio de poder y superar el particularismo europeo mediante la cooperación libre y pacífica entre los pueblos europeos. La lealtad a Europa no significa sujeción sino cooperación franca basada en igualdad de derechos. Cada pueblo europeo debe participar a su manera en la nueva Europa. El único requerimiento es que los estados europeos sean francamente leales a Europa, de la cual son miembros. Cada estado continental debe permanecer consciente de su responsabilidad hacia la Comunidad Económica Europea".
Aunque los principios encarnados en el acto constitutivo de la Confederación Europea anexos al memorándum especificaban que la Confederación era una comunidad de estados soberanos que se garantizaban mutuamente la libertad y la independencia, está claro que, bajo la batuta hitleriana, la confederación ejercería un control casi total sobre los asuntos internos de sus estados miembros: La economía europea será planificada conjuntamente por los estados miembros según sus intereses comunes y nacionales, decía el documento.
El objetivo era incrementar la prosperidad material, la justicia social y la seguridad social en los estados individuales, y desarrollar los recursos materiales y laborales de Europa para proteger la economía europea de las crisis y las amenazas económicas externas. Sugería que las barreras aduaneras que impiden aumentar el comercio entre los miembros de la Confederación se eliminarán gradualmente y que el sistema intraeuropeo de comunicaciones por ferrocarril, autopistas y vías fluviales y aéreas se desarrollará de acuerdo con un plan unificado.
El plan europeo de integración de Renthe-Fink preveía la necesidad de un Consejo Económico compuesto por representantes de los estados miembros, el cual se dividiría en comités destinados al comercio, la industria y la navegación, los asuntos de economía y moneda, las cuestiones laborales y sociales, la alimentación, la agricultura y los bosques.
El documento repetía los objetivos definitivos de la Confederación: "La solución de los problemas económicos, con miras a la inmunidad frente a un bloqueo; la regulación del comercio sobre la base de la preferencia por Europa frente al resto del mundo, con miras a una unión aduanera europea y un mercado libre europeo; un sistema central de clearing europeo y tasas de cambio estables en Europa, con miras a una unión monetaria europea. Los objetivos incluirían la estandarización y mejoramiento de las condiciones de empleo y seguridad social, así como la planificación de largo plazo de la producción industrial, agropecuaria y forestal".
Los documentos nazis también manifestaban que la integración de Europa era inevitable a causa del desarrollo tecnológico.
Sostenían que la fragmentación de los recursos económicos de Europa era un grave obstáculo para la prosperidad y el progreso social de los diversos países, por lo cual se requería coordinación y planificación económica con el objeto de alentar el comercio mutuo y crear un gran mercado europeo, con lo cual se tendrían que eliminarán progresivamente las aduanas y otras barreras entre los países miembros.
Otro proyecto nazi es lo que cincuenta años después hemos venido a llamar como Redes Transeuropeas.
Según Renthe-Fink, "la experiencia ha mostrado que el sistema de transportes de Europa era inadecuado para el aumento de la demanda, por lo cual era imprescindible establecer su desarrollo a través de un plan común supraeuropeo".
Volviendo a los documentos del juicio contra la IG Farben en Nüremberg tras la derrota del Tercer Reich, podemos comprobar cómo el diseño de la actual estructura de la Unión Europea fue trazada en 1957 por Walter Hallstein, un abogado nazi experto en la creación de marcos legales con el fin de instaurar sistemas jurídicos en los países “conquistados” que permitieran a las petroquímicas y a la mafia bancaria campar a sus anchas en Europa.
Walter Hallstein fue profesor de Derecho Internacional durante el régimen nazi y afiliado al Partido Nacional Socialista, se convirtió tras la guerra en Secretario de Estado del Canciller Konrad Adenauer y fue miembro del partido Unión Cristiano Demócrata (CDU) (el partido de la actual Canciller Angela Merkel).
Hallstein fue uno de los principales autores de los Tratados de Roma de 1957 en virtud de los cuales se fundaban la Comunidad Económica Europea. En  1958, Hallstein se convirtió en el primer Presidente de la Comisión Europea, cargo que ostentó hasta 1967, cuando dimitió por presiones del Presidente Charles De Gaulle por el enfrentamiento entre la tesis de la Europa Federal (sustentada por Hallstein frente a la idea de la Europa de los Estados propuesta por De Gaulle).
En este enlace podéis encontrar una reveladora fotografía sobre los "arquitectos alemanes del proyecto de unidad europea" y de sus respectivas "hojas de vida", de cuya lectura podréis fácilmente establecer "Liaisons dangereuses" existentes entre los "padres" del proyecto europeo y el proyecto de Confederación Europea diseñado por los nazis de la que Hallstein resultaría su más que eficiente arquitecto y que llegaría a hacer realidad el sueño de Hitler de la dominación geopolítica pangermánica de Europa tras una victoria en la guerra.
Un dato más sobre Hallstein: poco tiempo después de la reunión de Hitler con Mussolini en 1938, ya encontramos a Hallstein en Roma juristas del régimen del Duce, organizando la estructura legislativa y organizativa que debería tener la futura "Nueva Europa", entendida a la manera nazi; es decir, como su Gran Grossraum.
Y en su empeño, el siniestro Hallstein se focalizaba especialmente en su interés por la necesidad de legislar y armonizar sobre "la protección de la propiedad intelectual” algo que en principio puede parecernos  inocuo o de segundo orden, pero que en realidad lo que pretendía era hacerse con el control absoluto en los ámbitos financiero, legal, policial, educativo, sanitario y de las patentes, para lo cual Hallstein contó con la inestimable ayuda de otro nazi, Carl Friedrich Ophüls, que había sido abogado del Tribunal de Patentes de Frankfurt y experto en el expolio de patentes practicado por IG Farben en los países ocupados.
Con todo lo dicho, ¿estamos diciendo que la actual Unión Europea, que desde 1957 ha substituido la "guerra ruidosa" (armas, tanques, bombardeos, masacres, devastación y genocidios) por una "guerra silenciosa" (normativas, tratados, papeleos, comités, comisiones, parlamentos, organismos) está gobernada por los Nazis?.
En modo alguno.
Lo que queremos decir es que los que en su día les apoyaron y financiaron han conseguido imponernos el proyecto europeo de Hitler más allá de su suicidio en el Bunker de la Cancillería del Reich aquel venturoso día para la Humanidad del 30 de abril de 1945, como si nada hubiera pasado y que la derrota del régimen Nazi y la muerte de más de 60 millones de personas en el conflicto bélico no hubiese servido absolutamente para nada.
Hoy en esta Unión Europea en la que nos encontramos (y sufrimos), se ha hecho realidad el sueño de la oligarquía que hace ya muchos años apoyó a Hitler: se ha creado el “Grossraum” soñado por el Tercer Reich, con 500 millones de personas sometidas a las órdenes dictadas en Bruselas por un grupo selecto de tecnócratas (más de 54 mil), que no han sido elegidos democráticamente sino que han sido nombrados desde la sombra con la complicidad de los regímenes políticos democráticos de los Estados miembros.
Gracias al Tratado de Lisboa (2007), impuesto y no votado por los ciudadanos europeos supone la culminación del proceso de asalto a la Democracia y a la Soberanía Popular Europea que empezó su obra destructora en 1957 y que fue firmado por todos los presidentes electos de la Unión, consagró la estructura antidemocrática del proceso de Construcción Europea.
Fruto de todo ello es que el Parlamento Europeo es una puta pantomima y no tiene atribuciones legislativas ni de control al Ejecutivo algunas y que hoy, en la Unión Europea, todo se decide en la Comisión Europea, el supra-gobierno europeo (que a su vez está bajo el control del Consejo Europeo) y en la que los Comisarios no son elegidos democráticamente sino nombrados por las élites oligárquicas industriales y financieras que los dirigen desde las sombras y a espaldas (o al margen, como queráis) de la Ciudadanía Europea con el visto bueno de nuestros gobiernos.
Hoy la Unión Europea es esto y nada más que esto.
La Unidad Democrática y Social de la Europa de los Ciudadanos es un objetivo político esencial para construir un mundo más justo para dejarlo en manos de unos burócratas y de unos intereses bastardos al servicio de la pesadilla distópica del Neoliberalismo, que es lo que más cerca está de la ideología expansionista, globalista, eugenésica y genocida del Nacional-Socialismo en el siglo XXI.
¡Despertemos!

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